Llevaba treinta años en una especie de sótano “proyectando la imagen de un tipo triste que no tiene nada que ver conmigo”, confiesa. Ese tipo se llama Carlos Goñi, nació en La Elipa (Madrid) y suena a Revólver. Se asoma al tragaluz para presentar Capitol (Compañía de Canciones, 2017), “un disco artesanal”, como explica Manolón, su productor. En otra habitación de este mítico hotel de Gran Vía aguarda un huésped de lujo, homenajeado en este duodécimo álbum del artista: José Sacristán. En el recorrido por los pasillos de Capitol, no podíamos prescindir de Miguel Ángel Hoyos, para evocar esas grandes canciones de hoteles; ni tampoco de nuestro laboratorio, el de Antílopez, dispuestos a revelar los secretos mejor guardados para que las cadenas hoteleras ahorren. En otro cuarto, el de I+D, nos espera Patricia Costa para revelar cuál es el denominador común entre Goñi y Álex de la Iglesia, el pintor Antonio López o Agatha Christie. Completan la madrugada la corista Cristina Narea, el músico Manolo Egocheaga y el acordeonista Cuco. Con la visita de su hijo Carlos Goñi Júnior, otro melómano empedernido; y el sonido de su querida mascota, ponemos punto final a una madrugada en la que volvemos a los orígenes con temas como “Mustang Shelby” o “BlackJack”.
