El bosque habitado   El sueño de una mañana de verano 15/07/2018 59:01

Bienvenid@s a un bosque habitado por la actividad vital de estos días de verano. Habitado por la receptividad sexual de la garduña, por la independencia de los zorros y los tejones, por la concentración de cigüeñas antes de emprender viaje hacia el sur, por la culminación de la incubación espontánea de los huevos de lagartijas y culebras... Un bosque habitado también por la metamorfosis de las ranas, los tritones y algunos sapos. Sí, florecen los nenúfares blancos en las aguas estancadas, el ombligo de Venus en las paredes rocosas y las zarzaparrillas en los sotos. Y, ¡ay!, ¡las bellotas de encinas y robles alcanzan la mitad ya de su tamaño!

¿Adivinas? Nos habita sobre todo la Fenología, la ciencia que estudia la relación entre los factores climáticos y los ciclos de los seres vivos, y muchas más cosas y noticias maravillosas, como nos relata poética y naturalmente Joaquín Araújo en su libro “El calendario de la naturaleza”, editado por Tundra, y como nos informará hoy puntualmente el botánico y biólogo Raúl de Tapia, que es Raúl Alcanduerca.

Porque en la Naturaleza pasa algo crucial, ha comenzado el veraneo de los humanos, y frente a su dura, ruidosa y masiva presencia, con máquinas y motores potentes, los seres vivos y habitantes autóctonos huyen en desbandada. Un universo maravilloso que cambia en cada instante y que hemos olvidado contemplar e interpretar. Recuperar y reconocer la vida que nos envuelve, y de la que formamos parte, como una especie más entre un millón, nos devuelve la armonía, el equilibrio y el conocimiento de nosotros mismos.

Aunque, en verano siempre existe la tentación, como dice Alcanduerca, de huir de nosotr@s mismos. Como tratan de exponer los textos de John Muir y su recién publicado “Mi primer verano en la sierra”, editado por Red Libre Ediciones, colección “Hojas en la hierba”. También por Jean Giono, Joaquín Araújo, Raúl de TapiaMónica Fernández-Aceytuno y Federico García Lorca. 

Así que déjate seducir por el tiempo de verano, por las siestas bajo el árbol, por el aroma de los tilos en flor, por el canto de las oropéndolas, de arrendajos y mirlos, por el vuelo hacia atrás de las libélulas y los caballitos del diablo y el aroma de las julianas, los aguacateros granando… En fin, la más explosiva fiesta de los sentidos, sin duda, territorio conmovido… ¡Arriba las ramas!

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