Los atentados del 11-S tuvieron un efecto particular, una cuestión menor en comparación con la tragedia. Influyeron en la propia figura del presidente de Estados Unidos. Tras el ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas y al Pentágono, George W. Bush vio disparada su aprobación entre los ciudadanos estadounidenses hasta marcar un máximo histórico.
Una semana antes del 11-S, Bush registraba una aprobación cercana al 50 por ciento, es decir, la mitad de su país lo apoyaba, mientras que no tenía el respaldo de la otra mitad. Tras los atentados, su popularidad aumentó 35 puntos, hasta el 86 por ciento. Y, tras el anuncio de iniciar la guerra contra el terror, alcanzó el 90 por ciento de aprobación ciudadana. Un récord histórico de popularidad para un presidente de los EE.UU. Este incremento se debe al efecto rally round the flag, traducido como "movilización patriótica".