La de Pilar Prades, una mujer de unos 30 años y proveniente del ámbito rural, es la historia de cómo una vida desgraciada puede tener siempre un final peor. En este caso, en su camino se cruzó el Diluvión, un potente matahormigas que combinaba el arsénico y la melaza y cuya aplicación parecía calmar el rencor que Prades sentía por sus víctimas. Es 1959, Valencia. Pilar trabaja en casa de un matrimonio que regenta una chacinería. Un día la mujer enferma: vómitos, diarrea, pérdida de peso, debilidad… Prades la cuida y sustituye en la tienda. Al poco tiempo, la mujer empeora y fallece. Hubo más casos.
El periodista Pedro Águeda repasa uno de los momentos de la crónica negra en España desde el informativo 24 horas de RNE. La huella del crimen, serie de Televisión Española que repasó los asesinatos más espantosos de la historia del país, dedicó un capítulo a Pilar Prades titulado El caso de las envenenadas de Valencia.