Ya sabéis que los primeros domingos de cada mes los dedicamos a autores insignes para el repertorio organístico ibérico de todos los tiempos, versando los correspondientes a los tres primeros domingos de febrero, marzo y abril sobre la figura de Don Miguel Hilarión Eslava y Elizondo (1807-1878).
Tras haber recorrido en el programa anterior los años formativos de Eslava y sus primeros empleos en Pamplona, en este segundo empezaremos recibiéndolo en El Burgo de Osma, su primer Magisterio de Capilla, y le acompañaremos después hasta su Magisterio en Sevilla y finalmente en la Real Capilla de Madrid, capital ésta última donde desarrolla su mayor labor de influencia en todo lo concerniente a la música del momento y, lógicamente, a la de órgano: pero no lo enterraremos en este programa, sino que lo haremos en el próximo, en el tercero de los capítulos (que empezará con su testamento y se dedicará a sus principales alumnos). Escucharemos música de órgano de Eslava (Ofertorios, Elevaciones, etcétera), su famoso Miserere sevillano, algo de su música vocal con acompañamiento de órgano (Tu es Petrus…) y le despediremos de Sevilla al son de unas sevillanas de su mano, si señores, unas sevillanas compuestas por Eslava… También me gustaría que escucharan en este programa un poco de piano de la época (Domingo Olleta).
Os copio a continuación lo que ya radiamos en el programa anterior y que resume nuestra intención en la reivindicación eslavística (si se me permite el “palabro”): … Con estos tres programas dedicados a la figura de Hilarión Eslava queremos nuevamente poner en valor este “activo” de la música española de hacia mitad del siglo XIX. No les vamos a transmitir en ellos que Eslava sea “el acabose” de la historia de la música, un Haydn, Motzar o Beethoven, un Schubert, Schuman o Mendelssohn, por citar algunos de su época; pero honradamente, y desde el conocimiento histórico, sí que debemos situarlo y valorarlo como un excelente músico, que en un momento de notable dificultad para este arte en España, armado con su buen saber, su dotada inteligencia y carácter emprendedor, su amor a la solfa y, desde luego, su genialidad, que no es poca, tuvo la sabiduría y el valor de buscar los caminos más adecuados para llevar a cabo un cambio musical en una España plagada de múltiples y diversos condicionantes que lo dificultaban, para así salir del agotamiento y abandono en que se encontraba en su época la música, incluida la del órgano… Ojala nos cayera hoy un Eslava para el órgano, según está de tribulado el gremio en estos tiempos…