Bastarda, de origen humilde, y mujer, la francesa Suzanne Valadon (1865-1938) figura por méritos propios en la historia de la pintura. Huye del hogar muy joven y comienza a trabajar en un circo, y allí, espléndida bajo las luces, la retratan Toulouse-Lautrec, Degas, Renoir y otros artistas. El propio Toulouse-Lautrec descubre los dibujos que la muchacha realiza a escondidas, queda impresionado por su fuerza, y la anima a convertirse en pintora.
Muy joven, a los 18 años, da a luz a un niño. Del padre nada se sabe, y será el arquitecto español Miquel Utrillo quien dará su apellido al pequeño, que con el paso del tiempo llegaría a ser famoso pintor.
Suzanne comienza a ser reconida como artista y contrae matrimonio con un rico banquero, que trata de hacer de ella una dama burguesa. Ella no soporta esa vida, abandona a su esposo y regresa a Montmatre, dónde, siendo ya una pintora consagrada, vuelve a contraer matrimono de nuevo. Esta vez, con André Uttrer, pintor también, y amigo de su hijo. A pesar de la diferencia de edad -ella tiene 44 años y él, 23- permanecen juntos tres décadas, hasta que él la abadona.
Muere en 1938, a los 72 años, de una hemorragia cerebral, en la ambulancia que la conducía al hospital. A su entierro, acuden Picasso y Braque.
Actualmente, su obra se expone en el Centro Georges Pompidou y en el Museo Metropolitano de Nueva York.