Pues lo prometido es deuda: hoy nos aproximamos a nuestra música de cabecera, la Tercera de Górecki, o "Sinfonía de las canciones tristes". Monumento al dolor sin odio: "Mamá, mamá... No llores por mí", rezaba un mensaje escrito (arañado) en aquellos crueles muros de una cárcel de la Gestapo en Polonia, por una casi niña de 18 años antes de ser ejecutada. Y sobre ese mensaje y otros dos, Górecki trazó sus largas texturas, casi infinitas... una especie de eternidad sonora en que los lamentos encuentran su equilibrio y su consuelo. Por eso evoca -desde una consonancia infinita- a Chopin: emblema de la belleza en el lamento, o el "lamento del ángel". Polonia como emblema del corazón heroico y sufriente. El continuum de las lágrimas y del río Oder. Y nuestras conciencias quedan hendidas para siempre: "Gente atroz, decidme: ¿Por qué matasteis a mi hijo?"...