La lucha contra el dolor, la enfermedad y el deterioro de nuestros cuerpos ha obligado a investigar y diseñar biomateriales y nanoestructuras como piezas de repuesto, para la liberación controlada de fármacos o para la regeneración de órganos y tejidos. Entre ellos se encuentran las biocerámicas. Son materiales artificiales compatibles con los tejidos biológicos. En general, están constituidas por diversos átomos y moléculas como silicio y silicatos, compuestos de calcio y sodio y óxidos de aluminio y de titanio, entre otros. También pueden contener moléculas orgánicas, como polímeros y vidrios artificiales. No obstante, su composición química es muy diversa, adaptada a su finalidad concreta, como explica María Vallet, directora del Grupo de Investigación en Biomateriales Inteligentes de la Complutense y miembro de la Real Academia de Ingeniería.
Los biomateriales han experimentado una clara evolución, y se ha pasado de utilizar materiales inertes a otros bioactivos y biodegradables. De hecho, en estos momentos se habla de tres generaciones de biomateriales: con la primera se buscaba sustituir un tejido dañado; la segunda se centraba en reparar los tejidos y con la tercera generación se pretende regenerarlos.
Los materiales biocerámicos empleados hoy en día cubren una gama muy extensa de aplicaciones en el ámbito de la odontología, en prótesis diversas, placas óseas, fijaciones o recubrimientos de materiales no biocompatibles introducidos en el cuerpo, como los marcapasos o las máquinas de diálisis renal.