Comenzamos esta primera entrega de Punto de fuga viajando hacia atrás. Imposible hablar de pintura española contemporánea a partir de los años cincuenta del s.XX sin recurrir a los antecedentes, a Picasso, a Miró, a las vanguardias, el Cubismo o el Surrealismo. Y así, narramos cómo París fue el centro del mundo del arte y cómo atrajo a pintores de todo el mundo, incluidos muchos españoles que recalaron allí y vieron con sus propios ojos cómo el mundo del arte se iba transformando. Tampoco es posible hablar del arte de nuestro país sin abordar la ruptura que supuso la guerra civil y las dificultades que atravesó la sociedad española en la posguerra. El mundo del arte no estuvo al margen. Ya no se trataba de la reproducción ideal o fiel de la realidad, lugar ocupado desde primeros de siglo por la fotografía, ahora los artistas comienzan a pintar con libertad, aspectos reales y no visibles que van configurando el movimiento que tendría su esplendor en la década de los cincuenta, el Arte abstracto. Los artistas encuentran la manera de reflejar el tiempo que les había tocado vivir.