José Antonio Rodríguez Vega era un albañil de 30 años simpático y bien parecido que vivía en Santander. Quienes le conocen dicen además que era buena persona. Pero detrás de esta vida aparentemente normal, se escondía un asesino en serie. Había estado en la cárcel por agredir sexualmente a mujeres a las que abordaba desde su moto. Después de cumplir condena fue más allá. En un año, robó, violó y asesinó a 16 ancianas. Entraba en sus casas para hacer chapuzas y, una vez dentro, cometía sus atrocidades. En mayo de 1988 fue detenido y con total frialdad, confesó ser el autor de esos crímenes, motivados, según dijo, por una tortuosa relación con su madre. En su domicilio se encontró una habitación con objetos sustraídos de las casas donde cometió sus crímenes, a modo de fetiches. Fue condenado a 440 años de prisión pero en 2002 dos reclusos de la cárcel de Topas, en Salamanca, acabaron con su vida. Nadie fue a su entierro.
- Géneros
- Información y actualidad
- Idiomas
- Castellano