Sudamérica despide sus primeros Juegos alejados de la excelencia olímpica
- Los problemas de transporte y seguridad marcan la organización de Río 2016
- Las entradas flojas en los estadios deslucen la imagen de los Juegos
- La organización de Río 2016 llegó muy justo y hubo críticas a la Villa Olímpica
Acaban de finalizar los primeros Juegos Olímpicos celebrados en Sudamérica y, como se suele decir, han sido los mejores Juegos Olímpicos de la historia... o no. Siempre hay dudas sobre esta afirmación, pero en esta ocasión, parece que la opinión es unánime entre los asistentes a Río 2016. Las críticas a la organización han ganado por goleada a los elogios a lo largo de estos 15 días.
Los primeros problemas llegaron con las quejas de los primeros deportistas instalados en la Villa Olímpica. Australia desalojó a sus atletas por encontrar sus apartamentos en condiciones deplorables y la primera imagen de los Juegos confirmaba el miedo de muchos: Río había llegado muy justo a su meta olímpica.
La salubridad de las aguas, el zika, la violencia o el descenso brutal de la simpatía hacia los Juegos por parte de los brasileños habían calentado un ambiente que amenazó con explotar con las primeras imágenes de la Villa, que llegó acompañado por el anuncio de una probable huelga de los trabajadores del metro recién estrenado para los Juegos y el estado crítico en el que se encuentra el gobierno del país.
Con estos mimbres se inauguraron los Juegos de Río 2016. Y, desde entonces, la organización ha acumulado más puntos en contra que a favor. Si bien las sedes, en general, presentaron un buen acabado tras cumplir, en su mayoría, los plazos de entrega, los servicios tuvieron abundantes lagunas desde el primer día.
El estadio de Maracaná, que lucía impresionante por televisión, era un hervidero de quejas en su interior por la falta de comida y bebida a la venta para los aficionados desde el comienzo de la inauguración. Este tipo de servicios, así como la escasa agilidad en los accesos, provocaron que los estadios tardarán en poblar unas gradas nunca llenas.
Entradas flojas y atascos diarios
Ese ha sido uno de los aspectos más llamativos de estos Juegos. Salvo el Estadio Olímpico en la prueba de los 100 metros, el Centro Acuático en los 200 mariposa de Phelps o el estadio de vóley-playa en sus finales, las entradas han sido flojas. Pese a estar todas vendidas, los espacios en las gradas eran una constante en todas las competiciones.
Algunos, posiblemente, no lograran llegar a tiempo. El transporte era otro de los grandes retos de Río 2016. La construcción del metro hasta Barra de Tijuca, en las cercanías del Parque Olímpico, es uno de los principales legados que los Juegos dejarán a los cariocas.
Sin embargo, los atascos han seguido tan vivos como durante el resto del año en la 'Cidade Maravilhosa'. El carril olímpico, discontínuo en ocasiones, aligeraba solo en parte el transporte de los atletas y los trabajadores, que pasaron horas en autobuses dadas las grandes distancias entre las sedes y el desajuste continuo de los horarios fijados para los traslados.
Problemas de todo tipo que ha tenido que sortear todo el que se haya relacionado con los Juegos estos días. Aunque quizá, lo más grave hayan sido las noticias sobre la inseguridad en determinados momentos a lo largo de los Juegos. A los robos en la Villa Olímpica o en el Centro Internacional de Prensa le siguieron las inquietantes noticias acerca de balas perdidas, tanto en un autobús como en una carpa, ambos en la zona de Deodoro. Brasil incrementó inmediatamente la militarización en esta zona, al igual que en el resto de las partes sensibles de la ciudad.
Afortunadamente, los problemas de seguridad no fueron a más y, confirmada la falsedad del atraco a Ryan Lochte, los Juegos se han clausurado sin grandes incidentes en una ciudad donde la violencia es una lacra diaria.