Del Calderón al nuevo Metropolitano y de la Peineta al Wanda; la compleja operación urbanística del Atlético de Madrid (I)
- El nuevo estadio se levanta sobre los restos de los proyectos olímpicos
- La polémica venta del Calderón para hacer pisos es la clave económica de la mudanza
Cronología:
2004. Se presenta el proyecto de remodelación de La Peineta como estadio para los JJ.OO de 2012.
2005. El Atlético negocia con el Ayuntamiento para mudarse al nuevo recinto. Madrid no es elegida ciudad olímpica.
2008. En el marco de la candidatura Madrid 2016, el Atlético y el Ayuntamiento acuerdan la operación urbanística.
2009. Madrid pierde ante la candidatura de Río de Janeiro.
2011. Con la vista en Madrid 2020, comienzan las obras para el nuevo estadio de La Peineta.
2012. Primera sentencia que anula la operación Mahou-Calderón.
2013. Después de otro fracaso en la asamblea del COI, el proyecto se vuelve a retrasar.
2014. FCC se retira de la operación inmobiliaria y la obra se frena nuevamente.
2017. El nuevo gobierno del Ayuntamiento de Madrid firma un nuevo convenio con el Atlético de Madrid.
Más de una década después de la aprobación de un proyecto entonces vinculado al Madrid olímpico y en plena burbuja inmobiliaria, el Atlético inaugura este sábado su nuevo estadio Metropolitano. Una complejísima operación inmobiliaria que para algunos es la oportunidad para acompañar al éxito deportivo del club y que para otros lastra aún más a la muy endeudada entidad.
En todo caso, una nueva etapa en la historia de la institución rojiblanca que deja después de medio siglo la ribera del Manzanares para mudarse a la otra punta de la ciudad, sobre los cimientos del estadio de la Peineta, una instalación relativamente poco usada desde su nacimiento a comienzos de los noventa en el este de Madrid con capacidad para unas 20.000 personas, casi todas en una empinada grada cuya forma acabó dando nombre al recinto.
En 2004, un año antes de la designación de la sede de los Juegos Olímpicos de 2012 a los que optaba la capital de España, el Ayuntamiento presentó los detalles del proyecto para remodelar profundamente el recinto y convertirlo en la sede principal de ese acontecimiento mundial para posteriormente volver a reconvertirlo en un campo de fútbol.
En aquel acto ya estuvo presente el presidente del Atlético, Enrique Cerezo, y todo el mundo daba por hecho que el club rojiblanco sería el futuro inquilino del estadio. Un doble salto sobre el aire en una época en la que los megaproyectos estaban a la orden del día y que se elevaban a la enésima potencia en aras del sueño olímpico.
Paradójicamente, las obras de la Peineta apenas empezaron mientras a pocos metros las del centro que iba a acoger las competiciones de natación avanzaban a buen ritmo, aunque se pararon en seco un año después, cuando Londres venció a Madrid en la votación del Comité Olímpico Internacional, y ahí siguen decenas de millones de euros y 12 años después. Otro más de los monstruosos esqueletos que dejó el estallido de la burbuja inmobiliaria y que jalonan el país, como bien conocen también los aficionados al fútbol en Valencia con el paralizado nuevo estadio de Mestalla.
Madrid volvió a competir por los Juegos otras dos veces (con idéntico resultado). Así, a finales de julio de 2006, solo unos días antes de que se precipitaran las quiebras de los bancos de las hipotecas basura (subprime) en EE.UU., el Ayuntamiento de Madrid firmaba un principio de acuerdo con el Atlético de Madrid y Mahou para urbanizar los terrenos que estas dos sociedades tenían en torno al Manzanares (el Calderón y la vieja fábrica de cervezas). La operación serviría para financiar el nuevo estadio olímpico.
28 plantas más altas que la norma
Y no sólo: el Atlético habló incuso de beneficios sobrantes para enjugar su deuda de más de cien millones de euros. Puro pelotazo. Pero la burbuja se pinchó y entre las inmobiliarias que cayeron estaba Martinsa, precisamente la que se iba a encargar del plan Mahou-Calderón, que incluía, entre otros edificios, dos rascacielos de 36 plantas y un total de 2.000 viviendas junto al nuevo parque Madrid Río.
Fomento de Construcciones y Contratas (FCC) recogía el testigo en una nueva negociación a múltiples bandas en la que la inmobiliaria se iba a enfrentar no solo a la depreciación inicialmente dada a la parcela sino a la inseguridad jurídica. Y es que un grupo de socios del Atlético críticos con la gestión del club llevaron a los tribunales la operación por supera la edificabilidad permitida en la zona (ocho plantas). El juez les dio la razón y al final la sociedad de las hermanas Koplowitz se retiró de la operación… aunque poco tiempo después la llave de la operación pasaba al nuevo accionista mayoritario de la constructora, Carlos Slim.
Para continuar con el proyecto, el Atlético firmó una pseudohipoteca con el mexicano, uno de los hombres más ricos del mundo, de forma que este se quedaba en prenda con el terreno del Calderón a cambio de un préstamo de 160 millones de euros para seguir adelante con las obras del nuevo estadio, que seguiría realizando FCC.
Aunque en el fondo la operación es la misma, ya no es un pago en especie del Atlético a una constructora (“estadio por estadio”) sino que los gastos de La Peineta los asumía directamente el club, que de esta forma puso a funcionar a toda marcha las grúas.
Además, el cambio de Gobierno en la ciudad de Madrid dio lugar a otra renegociación en la que, a expensas de algunos asuntos menores sobre los que persisten las diferencias, el Ayuntamiento ajustaba los precios de la nueva parcela y anulaba pagos en especie de dudosa legalidad que el anterior ayuntamiento había aceptado como moneda de cambio (como cientos de entradas para cada partido del Atlético durante muchos años).
Enterrado el proyecto olímpico y declarada definitivamente nula la operación urbanística inicial, la polémica continúa por la edificabilidad del Calderón: el consistorio de Manuela Carmena aprobó una nueva propuesta el pasado marzo, aunque diversas asociaciones están alegando contra el plan que, ya sin rascacielos, contempla fundamentalmente 1.300 viviendas y más zonas verdes, pero no cumple todas sus reivindicaciones de nuevos servicios públicos.
Siguiendo el color verde, pero el de la línea del Metro de Madrid, y completando el trayecto a pie, en aproxidamente una hora se llega al nuevo estadio Metropolitano en otro barrio donde también los vecinos se quejan de los efectos colaterales de esta operación y los colchoneros esperan vivir muchas alegrías. Pero esa es otra historia que continuará en la segunda parte de este reportaje.