Por los que vendrán
- El triunfo de Thomas abre la puerta a un cambio generacional en el ciclismo
- Bernal, Fraile, Roglic, Soler o el ya consagrado Dumoulin son los aspirantes
- Thomas mantiene al Tour dentro del Imperio Británico, por Felipe Fernández
Apenas cuatro semanas duró el elixir revolucionario parisino de mayo del 68. Cuatro semanas de ilusiones, luchas, barricadas y sueños rotos. Cuatro semanas de adoquín y playa. Por cuatro ediciones –de 2007 a 2010- los escaladores cumplieron el sueño de ganar el Tour de Francia.
Hace también cuatro años que alguien que no pertenece al Sky vence la ronda gala.
Ya han pasado cuatro semanas desde que la UCI decidió expiar los pecados cometidos por Chris Froome que consistieron en dos aspiraciones de Ventolín extras de lo permitido. Al público francés no le gustó ese proceso y respondió con expiraciones silbantes, silbidos que fueron la brisa del circo del Tour. Como el viento que no sopló lo hicieron los silbidos durante estas cuatro semanas. Las mismas que han bastado para dejar de hablar de la tricefalia del Movistar y hacerlo de los cuatro magníficos.
Ellos, los cuatro contrarrelojistas –llamados Geraint, Tom, Chris y Primoz, han dominado una carrera que ofreció cuatro etapas de gran fondo (dos en Alpes y las mismas en Pirineos), cuatro de descanso (las dos de rigor, la previa del pavè y el paseo por París) y cuatro emboscadas (Roubaix, el sterrato de Glières, los 65 kilómetros que acabaron en el Portet y la crono de Espeleta).
En este divertido y equilibrado diseño de la Grande Boucle, cuatro corredores han portado el maillot amarillo: el debutante Gaviria, Sagan, Van Avermaet y Geraint Thomas. Lejos del podio, pero sobre la carretera, cuatro fueron los Sky que marcaron la pauta del pelotón en los momentos clave. Ellos fueron Castroviejo, Kwiatkovsky, Egan Bernal (no hay que olvidar este nombre) y Poels.
Esta edición, la 105, los escaladores fracasaron, los cuatro que opositaban al triunfo final dieron con sus huesos en el asfalto. Landa, Bardet, Quintana y Urán, tal vez porque perdieron las oportunidades de hacer daño al Sky; cuatro veces el todopoderoso conjunto británico fue vulnerable (caída de Froome en la primera etapa, en el pavè, el pinchazo de Froome en el sterrato y el ‘safety car’ en la parrilla de salida de Luchon).
El mismo número, pero de intentos infructuosos, bastó a Movistar para salir derrotados. Por dos veces Valverde, cansado en los gestos y en la cadencia; una de Quintana, en Alpe d’Huez, quien sintió los males del paso del tiempo al ser minimizado por un chico de 21 años llamado Egan Bernal, colombiano también; la otra fue la de Landa en el Tourmalet, epítome del quiero y no llego. Este Tour también fue el no-quinto de Froome, es decir, siguió siendo el cuarto. Quizás síntoma de un presente que se agota.
El Futuro
Con los líderes del Sky habiendo cruzado hace años la barrera de la treintena, Egan Bernal, un portento físico en montaña y contrarreloj, está llamado a convertirse en una referencia de este deporte. Tendrá que luchar con los dos ‘27’ en plena madurez ciclista (Roglic y Dumoulin) y las ‘avispas’ que merodean y que, si pican, acaban cayendo: los escaladores al uso como Mikel Landa, Romain Bardet y quién sabe si Quintana.
Este ‘quién sabe’ es aplicable también a glorias pasadas o eternas promesas que valen cada vez menos. Richie Porte, que ya piensa en la Vuelta a España como un objetivo real; Nibali, que llegó con dudas y no tuvo tiempo de mostrar su estado de forma; Jacob Fulgsang, desaparecido tras una gran Dauphiné y Valverde, al que le pesan su nuevo rol en el equipo, su ímpetu en los ataques que no hacen daño, su afán por no entrenar por wattios, como lo hacen sus rivales, y, como no, sus inexorables 38 años.
Pero como las revoluciones ya sólo existen en la imaginación, el poder de los pujante tendrá que medrar con los que opositan al trono. Bernal no será líder el año que viene, ni sería favorito frente a Dumoulin y Roglic (en caso de que demos por enterrado a Froome y Thomas borrado del mapa como hizo Wiggins tras ganar el Tour 2012). Tampoco gente como Kruijswick, Landa o Dan Martin van a dejar que chiquillos como Soren Kragh Andersen, gregario de Dumoulin, Marc Soler o Guillaume Martin quien, corriendo con una costilla rota buena parte del Tour ha demostrado una combatividad y calidad exquisita.
Martin, filósofo él sabe que, a menudo, las luchas, las barricadas (las del Sky y los agricultores) y los sueños rotos mandan a más de uno al hospital. Pero sólo uno irá a la playa. Y con los deberes hechos. Lo hizo, además, deslizándose por los adoquines de París vestido de amarillo. Su nombre es Geraint Thomas, vencedor del Tour de Francia 2018.