Dios volvió a vertirse de corto. Estratosférico, celestial, único... No lo llamen fútbol; llámenlo Messi. Nos tiene acostumbrados a todo, pero lo de ayer fue especial. Le faltó decir 'dejadme solo'. Y no es que le entrara todo, es que es un ciclón. Ya avisó dos veces antes de imitar al Chikilicuatre, al que le cambió el estribillo:
Uno, el cañonazo; dos, el Juan Palomo (él empieza la jugada y él la acaba);
tres, el contragolpe (velocidad y definición);
cuatro, el 'soy muy bueno' (Almunia le sacó la primera, pero golpeó el rechace con la fe del que sabe que va a marcar). No hay palabras para describir la actuación del mejor jugador del mundo con diferencia. Mucho se tiene que torcer para no ser el mejor de la historia.
4-1 al Arsenal, 'Messicracia' y a semifinales.