Una clara ocasión de Luis Fabiano en el primer minuto hacía intuir que los andaluces salían a matar la eliminatoria, pero nada más lejos de la realidad. No fue más que una jugada aislada que terminó despejando Akinfeev. El Sevilla salió
demasiado desenchufado, relajado, como si todo estuviese hecho con el resultado de la ida. Coqueteó con el resultado, dejó asentarse sobre el terreno de juego al CSKA y
terminó pagándolo. Cuando quiso recuperar la iniciativa ya era demasiado tarde. A Semberas y Aldonin les bastaba con tapar la salida de Adriano para descomponer a un equipo que en ningún momento llevó sensación de peligro.
Los rusos fueron mejores porque se trabajaron muy bien el partido, defiendo ordenados y atacando de memoria.