Cada vez que las células se multiplican para reparar daños, sus telómeros se hacen un poco más cortos; a lo largo de la vida puede ocurrir que los telómeros se acorten demasiado y no se puedan regenerar más.
Los telómeros humanos pierden de media unos 70 pares de bases -los ladrillos del material genético- al año, mientras que los de los ratones, unos 7.000 pares de bases, detalla el CNIO. Esa sería la principal justificación de la diferente longevidad de las especies.
"Nosotros demostramos que lo importante no es el tamaño inicial sino el ritmo de acortamiento, un parámetro que predice la longevidad de especie con un alto grado de precisión", subraya Kurt Whittemore, primer firmante del artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Sin embargo, aún hay que estudiar especies que son muy longevas para su tamaño, como la rata topo desnuda o el murciélago, y que podrían estar fuera de la ley potencial que explica la velocidad de acortamiento de los telómeros.