Diffa, Níger: mentes jóvenes tocadas por el conflicto
- La región de Diffa, entre Chad y Nigeria, concentra a más de 250.000 refugiados, desplazados internos y retornados, la mayoría traumatizados por la violencia de los conflictos armados. El equipo de MSF ha atendido solo durante el primer semestre de 2018 a un 20% más de niños afectados que en 2017 y la crisis está lejos de resolverse.
Aïcha tiene nueve años. Vive en el campo de desplazados de Kindjandi, en la región nigerina de Diffa, a orillas del lago Chad y fronteriza con Chad y Nigeria. Aïcha es una de las 250.000 personas -refugiados, desplazados internos y retornados-, que buscaron refugio en Diffa, para huir del conflicto entre grupos armados no estatales y fuerzas militares en la región. La gran mayoría de estos desplazados viven en campos como Kindjandi, donde no siempre tienen cubiertas sus necesidades más básicas. Según UNICEF, alrededor del 70% de ellos son niños.
Fatsouma, la madre de Aïcha, cuenta su historia: "El grupo armado atacó nuestra aldea y nos obligó a huir. Oímos disparos, y a uno de nuestros primos le alcanzaron las balas perdidas cuando tratábamos de escapar. Aquí, Aïcha dejó de jugar y estaba siempre sentada y sola. Le costaba comer e iba perdiendo peso. Por la noche tenía pesadillas que la despertaban. Se levantaba y corría, huía, y yo tenía que salir detrás de ella".
Las historias de Aïcha y de miles de niños que han buscado refugio en Diffa son muy similares. Víctimas o testigos de la violencia perpetrada por parte de grupos armados -secuestrados, separados de sus familias u obligados a huir-, todos han sufrido historias de pérdida y miedo. Una vez asentados en lugares de relativa seguridad, muchos de ellos continúan reviviendo los eventos traumáticos.
Las cicatrices invisibles de la guerra
Los niños y adolescentes víctimas de conflictos deben lidiar con situaciones difíciles y recuerdos dolorosos, cuando aún no han desarrollado mecanismos de afrontamiento que les permitan lidiar con su sufrimiento. A menudo desarrollan trastornos de estrés postraumático o depresión.
Los síntomas varían y pueden incluir: nerviosismo intenso y ansiedad, miedo constante e hipervigilancia, apatía y abstinencia, falta de apetito, conductas regresivas, pesadillas, agresividad y reconstrucción de la situación traumática a través del juego.
Sin embargo, en crisis humanitarias, la atención en salud mental y psicosocial a los niños suele ser una necesidad invisible y por lo tanto no se cubre, aunque el riesgo de desarrollar un trastorno mental a menudo se remonta a la infancia.
Huir y morir de sed
Hindatou tiene 23 años y es la hermana mayor de Mohamed (14 años) y Halisa (13 años). Oriundos del norte de Nigeria, fueron secuestrados por un grupo armado y pasaron varios meses en cautividad antes de huir y reunirse con parte su familia.
“Amenazaron con matarme si no aceptaba este nuevo matrimonio, pero me resistí. Para asustarme, me encarcelaron durante 10 días“
Antes teníamos bienes, teníamos de todo. Nuestro padre cultivaba mijo, arroz y maíz en un gran campo. El conflicto nos privó de todo. En nuestro pueblo, asesinaron a muchas personas. Varios familiares nuestros murieron de sed porque, en la huida, caminamos durante cuatro días sin agua", relata Hindatou.
Hindatou y sus hermanos fueron secuestrados por un grupo armado. "Querían casarme con uno de ellos. Como ya estaba casada, me negué. Amenazaron con matarme si no aceptaba este nuevo matrimonio, pero me resistí. Para asustarme, me encarcelaron durante 10 días", continúa.
Por suerte, antes de que encontraran al marido de Hindatou, ella logró escapar con Halisa y Mohamed, sus hermanos. "Primero fuimos a Toumour [un pueblo de Níger, cerca de la frontera con Nigeria], y luego a Kindjandi. Encontramos a nuestros padres y a otros familiares. Ahora somos diez en la familia. Todavía no sabemos qué pasó con los otros dos hermanos que también habían sido secuestrados", lamenta.
El secuestro ha dejado marcadas las vidas de estos hermanos. "Cuando mi hermana está en grupo, con gente, está bien, pero cuando está sola, sobre todo de noche, tiene pesadillas. Siempre está inquieta. Mi hermano también las tiene porque mataron a un hombre y una mujer delante de él. Vinimos aquí para encontrar una solución, si la hay".
En Diffa, MSF lleva a cabo un programa de salud mental y apoyo psicosocial cuyo mayor desafío es aliviar las posibles repercusiones psicológicas y sociales de los eventos traumáticos en el mayor número posible de niños. Mediante la sensibilización comunitaria, la integración del trabajo de los centros de salud y varios programas de atención psicológica, el equipo intenta que la salud mental se incluya dentro del concepto de salud en la región.
Jugar para recuperarse
"Para ayudar a estos niños, necesariamente les tenemos que hacer jugar. El trauma por el que han pasado puede afectar a las diferentes funciones mentales, tanto a nivel psicomotor, como afectivo y cognitivo. Y a través del juego no solo conseguiremos que se expresen, también vamos a favorecer su normal desarrollo", explica Yacouba Harouna, psicólogo nigerino y supervisor de las actividades de salud mental de MSF en Diffa.
En 2017, menos del 10% de las personas asistidas por el equipo de salud mental de MSF en Diffa fueron niños; en la primera mitad de 2018, fueron el 35%. Muchos de ellos mejoraron. Aïcha también está mejor ahora.
“Los ataques en los campos continúan por lo que el conflicto sigue presente en la vida cotidiana de estos niños y adolescentes“
"El programa le ha ayudado mucho. Ya no tiene pesadillas y ahora sale a jugar con sus amigos", explica su madre. Pero mientras el programa trata de apoyar a los niños para que superen el trauma, las razones subyacentes de su sufrimiento mental todavía están allí.
"Por desgracia, la situación en Diffa todavía no se ha normalizado. Los ataques en los campos continúan por lo que el conflicto sigue presente en la vida cotidiana de estos niños y adolescentes. Y además, la falta de medios y la incertidumbre sobre el futuro son una pesada carga para muchas familias; sin dinero ni posibilidades de trabajar, muchas personas dependen totalmente de la ayuda humanitaria", explica el jefe de misión de MSF en Níger, Francisco Otero y Villar.
El potencial de una caja de colores
Los trazos y los colores son como cualquier dibujo infantil. Sin embargo, las escenas que pintan -ataques aéreos, asesinatos con armas de fuego, degollamientos, casas quemadas, gente huyendo- pone en evidencia la crudeza del conflicto que han tenido que vivir.
El dibujo es una de las herramientas claves en los programas de salud mental para niños. Tiene un doble rol. A través del dibujo, los especialistas en salud mental pueden conocer la experiencia psicológica del niño para ayudarle mejor. Y también es un medio que permite a los niños expresar más fácilmente sus emociones ligadas a experiencias traumáticas, visualizarlas y verbalizarlas; un primer paso para superar el trauma y curarse.
Traumas de hermanos a hermanos
Anas (12 años) y sus padres escaparon de Nigeria hace cuatro años. Antes, los padres de Anas se dedicaban al comercio y la familia vivía bien pero, debido al conflicto, tuvieron que renunciar a todo. Anas tiene seis hermanos. Hace 10 meses, su padre se fue a Chad en busca de oportunidades para mantener a la familia.
La madre del pequeño cuenta que atacaron su aldea y tuvieron que huir a pie. "Mataron a mi sobrino de un disparo. Mi hijo vio a personas asesinadas, vio cadáveres. Lo vio todo. Cuando piensa en ello, llora", dice la mujer.
Debido a esta experiencia, el pequeño no quería estar con gente y no comía. "A veces, cuando le llamaban, ni oía", apunta la madre. Según esta, desde que empezó a participar en el programa, se encuentra mejor. Ha vuelto a comer y a jugar con sus amigos. Responde a la primera. "Pero su hermano mayor ahora atraviesa las mismas dificultades".
“"Mataron a mi sobrino de un disparo. Mi hijo vio a personas asesinadas, vio cadáveres. Lo vio todo. “
Los niños experimentan el mundo de manera diferente a los adultos y expresan sus sentimientos -su dolor- de manera diferente. Los niños muy pequeños ven y experimentan el mundo a través de sus cuidadores, que actúan como sus mediadores. Sienten y reproducen las emociones de sus padres, y si la familia atraviesa momentos difíciles, lo sentirán incluso aunque no comprendan lo que está sucediendo.
El apoyo familiar, indispensable
Es importante involucrar a los padres y abuelos porque actúan de mediadores entre los niños y el mundo. "Desafortunadamente, en situaciones de conflicto y emergencias donde trabaja MSF, estos cuidadores si no están ausentes [muertos, desaparecidos forzosamente...], a menudo han estado expuestos a situaciones extremas y, a veces, también sufren problemas o trastornos de salud mental. Y eso puede evitar que jueguen su papel" explica la asesora en Salud Mental de MSF, Cristina Carreño.
"Por eso, cuando identificamos a un niño con un problema de salud mental, evaluamos a toda la familia. Ayudamos a los padres, o cuidadores, a entender qué le ocurre al niño y cómo pueden ayudarle pasando tiempo con él, compartiendo actividades y juegos, explicándole lo que está sucediendo y ayudándolo a recuperar su confianza en el entorno", añade.
La salud mental y el apoyo psicosocial para niños y adolescentes deben ser una preocupación clave en las crisis humanitarias. "Debemos ayudar a los niños y adolescentes a enfrentar situaciones difíciles y dolorosas. Aún más, necesitamos identificar a las personas con mayor riesgo o que ya hayan desarrollado un trastorno mental, a fin de brindarles la atención de salud mental adecuada", continúa Carreño.
Esta necesidad es aún más patente en África. El continente africano tiene la población más joven del mundo y el mayor nivel de desplazamiento interno. A menudo como consecuencia de crisis provocadas por el hombre. La falta de servicios, de datos y de conciencia sobre los problemas de salud mental hace que la situación sea terriblemente crítica para los jóvenes africanos. Más de la mitad de los pacientes de los equipos de MSF en terreno son niños.
Cuidar su salud mental también significa cuidar el futuro de un continente, donde casi el 50% de la población tiene menos de 18 años.