Fármacos contra el coronavirus: ¿Son las vacunas la única herramienta para combatir la COVID-19?
- Hay nuevos tratamientos como los cócteles de anticuerpos que se están usando con éxito frente al coronavirus
- Hasta que llegue la vacuna, el objetivo es tratar de combatir las manifestaciones más graves con antivirales
- La hidroxicloroquina, la acitromicina, lopinarvir, ritonavir, ya se sabe que no sirven frente al coronavirus
- Coronavirus: última hora en directo | Más información en RTVE.es/ciencia
- Santiago Campillo Brocal es biólogo molecular y divulgador científico
- El Método es un programa de divulgación científica en torno al coronavirus
- Más ciencia en rtve.es/ciencia
Acaban de aprobar nuevos tratamientos por cócteles de anticuerpos, de lo que hablaremos más adelante, y que, junto al resto de fármacos disponibles, están consiguiendo auténticos éxitos en el combate contra el coronavirus. Desde el comienzo de la pandemia, la mortalidad relacionada con la COVID-19 ha descendido de una forma dramática. Todavía falta un tiempo para la llegada de las primeras vacunas contra el coronavirus. Y aún falta más tiempo para que dichas vacunas sean administradas de manera general entre la población. Mientras tanto, la pandemia sigue su curso. ¿Qué podemos hacer para combatir sus consecuencias? ¿Acaso estamos sin herramientas mientras llegan las vacunas? Ni mucho menos.
Mientras esperamos la vacuna ¿qué podemos hacer?
Tarde o temprano llegará el momento en el que podamos adquirir inmunidad sin tener que pasar por la COVID-19. Mientras tanto, sin embargo, no se puede dejar a cientos de miles de pacientes a su suerte. Especialmente importante es tratar de combatir las manifestaciones más graves, aquellas que pueden resultar catastróficas, dejar secuelas persistentes o, incluso, resultar fatales.
¿Y cómo se hace actualmente? Una de las líneas de defensa que más interés levanta se encuentra en los tratamientos antivirales, capaces de combatir directamente al virus. Otra, más efectiva por el momento, consiste en combatir directamente contra los síntomas que provoca la enfermedad. Muchos de los medicamentos proceden de lo que se denomina "reposicionamiento", que consiste en usar medicamentos ya existentes y aprobados para tratar otros problemas en el combate contra el SARS-CoV-2.
Fármacos antivirales
"La primera estrategia es usar antivirales", cuenta para El Método, Nuria E. Campillo, investigadora CIB-CSIC. Según Nuria, estos pueden actuar de dos maneras: La primera consistiría en impedir que el virus se una al receptor de nuestras células. "Es decir, que [los virus] no entren a nuestras células". Una vez que el virus entra, otros antivirales pueden inhibir la replicación, la multiplicación, del virus.
Probablemente, el fármaco antiviral más sonado es el remdesivir, un medicamento antiviral que se desarrolló inicialmente para luchar contra la enfermedad del virus del Ébola, pero que también ha demostrado actividad in vitro frente al coronavirus. "El remdesivir puede controlar la replicación del virus", nos explica Benito Almirante, jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d'Hebrón de Barcelona.
Pero in vitro no quiere decir que funcione en tratamientos reales. Esta expresión quiere decir que se ha probado en un laboratorio, en condiciones controladas y artificiales, pero no en seres humanos, que son un reto mucho más complejo (y que se conoce como sistema in vivo): "[...] No impacta [no aumenta] en la supervivencia, que es lo que principalmente nos preocupa", confirma Jesús Francisco Sierra, jefe de sección de Farmacia Hospitalaria en el Hospital de Jerez. Otra opción consistiría en emplear cócteles de anticuerpos, que ayudarían a rebajar la carga viral del virus, y hacen mucho más probable que se pueda controlar la infección. Para este farmacéutico hospitalario, se cuentan entre los tratamientos más esperanzadores para reducir la acción del virus: "Ya sean anticuerpos monoclonales o suero de convalecientes empleados de una forma muy temprana".
Tratamientos para prevenir las consecuencias del coronavirus
Según Benito Almirante, en este momento contamos con dos opciones terapéuticas muy claras para combatir los efectos de la COVID-19: una consiste en prevenir y reducir la inflamación y otra en prevenir las complicaciones trombóticas, es decir, coágulos en la sangre que son generalizados y muy habituales con la infección de este nuevo virus, y que pueden producir una enfermedad más grave. Estas son causantes de una gran parte de las consecuencias posteriores a la infección aguda.
Así, medicamentos como la dexametasona se emplean para reducir de forma efectiva la inflamación. "Uno de los principales tratamientos contra la COVID que tenemos en la farmacia es dexametasona, un corticoide", nos cuenta Jesús. "Se utiliza para inhibir la inflamación que produce el organismo en reacción a la presencia del virus".
Objetivo: reducir la mortalidad
La finalidad de todos estos tratamientos es, al fin y al cabo, reducir la mortalidad por coronavirus. Y lo cierto es que lo estamos consiguiendo. "La primera ola de la pandemia nos puso sobre la mesa un problema de salud muy importante, con unas cifras muy elevadas, de evolución desfavorable, es decir, de mortalidad, y pudimos utilizar todos aquellos medicamentos que parecía que podían tener algún efecto", explicaba el Dr. Benito Almirante.
"Hoy en día sabemos que muchos de estos medicamentos y los ejemplos más claros son la hidroxicloroquina, es decir, medicamentos que los utilizamos de forma masiva en los primeros pacientes [...] y que hoy conocemos perfectamente bien que no tienen ningún efecto beneficioso frente al coronavirus", afirmaba.
“También es verdad que los centros están mucho más preparados, pero posiblemente como consecuencia de los tratamientos que hacemos. La mortalidad en este momento es como mínimo el 50% de la que era en la primera ola de la pandemia”, confirma. Aunque es una cifra muy esperanzadora, sigue sin ser suficiente, por supuesto. Remitir la mortalidad no solo pasa por eliminar la acción del coronavirus, lo que conseguiremos con la inmunidad.
Pero, antes de eso, es imprescindible atacar los síntomas más problemáticos que provoca la enfermedad: aquellos que suponen un peligro inmediato o a largo plazo. Hasta que no podamos contar con las vacunas, habrá que seguir trabajando con las herramientas que tenemos. Por suerte (y por desgracia) contamos con un enorme banco de pruebas global que ayudará a la ciencia a aprender las mejores estrategias para combatir la COVID-19.