La refundación del FMI empieza esta semana
- El Fondo Monetario Internacional dispone de un billón de dólares para su nuevo papel
- Pasa de las pérdidas y recortes de plantilla a los beneficios y la contratación de personal
- China, Brasil e India tendrán más peso en la supervisión global del sistema financiero
- Los préstamos del fondo tendrán menos contrapartidas ideológicas
- Los bancos centrales celebrarán su primer gran encuentro tras el G-20 el fin de semana
Hace poco más de un año, el Fondo Monetario Internacional iba a recortar en un 20% su plantilla, la primera vez desde su creación. Ahora estudia ampliarla. Es la mejor señal de su nuevo papel en la economía mundial. De la irrelevancia de un consejero en decadencia al estrellato como bombero de las finanzas. De las pérdidas a los beneficios: 650 millones previstos para el próximo ejercicio.
Como señala Simon Johnson, ex economista jefe del Fondo que trabaja en la actualidad en el Instituto Peterson de Economía Internacional: "Los mismos países que el año pasado obligaban al Fondo a recortes presupuestarios le piden que vuelva al rescate con cantidades masivas de dinero".
Son más que palabras o buenas intenciones. Vuelve a la escena internacional con una inyección de un billón, con B, de dólares. Los líderes mundiales acordaron en la pasada cumbre del G-20 en Londres triplicar sus recursos hasta los 750.000 millones.
Dinero para cumplir su cometido principal: prestar a las naciones para evitar su colapso financiero. A los que hay que añadir otros 250.000 millones en derechos especiales de giro, una línea de crédito al descubierto para sus 185 miembros. Es el mayor incremento en recursos desde que el Fondo naciera en 1944 en la conferencia de Bretton Woods.
Un papel más grande y atrevido
Así titula el Washington Post la nueva misión del FMI. Se quiere ampliar su autoridad como banquero y prestamista global. De países ricos y pobres. Tendrá más flexibilidad para imprimir su propio dinero -los SDR- y podrá inyectar liquidez en los mercados mundiales de una forma hasta ahora reservada a los bancos centrales.
Igual que su papel como "policía" global, que ejercerá junto al Foro de Estabilidad Financiera. Además de la alerta temprana, la supervisión incluye desde vigilar los estímulos fiscales y endurecer las reglas financieras a establecer límites a las primas que cobren los ejecutivos o desarrollar las medidas para impedir que los activos tóxicos contaminen el sistema financiero.
Otra cosa es que disponga de poder para aplicar sanciones, como Naciones Unidas o la Organización Mundial del Comercio. No se quiere llegar tan lejos de momento. Y no será de la noche a la mañana. Llevará meses, tal vez años. Pero los ministros de finanzas y los banqueros centrales empezarán a perfilar los nuevos cometidos este fin de semana, cuando acudan a la reunión de primavera del FMI.
Cambios en la forma y en el fondo
Los cambios son revolucionarios en dos frentes. Primero, las potencias emergentes tendrá mucho más peso en la toma de decisiones. China, India y Brasil ascienden en una institución controlada teóricamente por Europa y Estados Unidos, y en la práctica por Washington, dada la proverbial división europea en política exterior.
La consecuencia más visible de este cambio estará en la dirección del Fondo y del Banco Mundial, cuyos sillones se han repartido desde su nacimiento Europa y Estados Unidos.
Pero la revolución también es ideológica. Las ayudas para sofocar los fuegos financieros no han sido gratis. Los rescates en Asia y América Latina se hicieron al precio de reformas muy dolorosas para la población. Era el llamado consenso de Washington. La ortodoxia económica de la liberalización, privatización y austeridad presupuestaria.
Los últimos préstamos del Fondo van con mucha menos letra pequeña. Ninguna intragable en los 47.000 millones que acaba de conceder a México o los 20.000 millones a Polonia.