Nueve pistas para entender Copenhague
El 18 de diciembre de 2009 puede ser una fecha clave en la historia del planeta, para bien o para mal. Ese día se pone punto y final a la Cumbre de Copenhague, un encuentro organizado por la ONU que reúne durante doce jornadas a los principales líderes mundiales para evitar que el siglo XXI sea el del calentamiento global. Estas son sus principales claves:
¿Qué es la Cumbre de Copenhague?
Formalmente, lo que se celebra en Copenhague a partir del lunes es la 15ª Conferencia de la Convención de Trabajo sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (UNFCC), conocida por la abreviatura COP15. Organizada por la ONU, durante doce días reúne a unos 15.000 participantes procedentes de 190 países. Entre ellos se encontrarán líderes de hasta 90 de ellos.
La UNFCC se creó en el contexto de la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992. Cinco años después, se reunió en la ciudad japonesa de Kyoto, donde se firmó un protocolo de reducción de gases de efecto invernadero que expira en diciembre de 2012.
¿Qué objetivo se busca?
Esta reunión pretende lograr un acuerdo político sobre el clima que sustituya a Kyoto, que sea más amplio e incluya mecanismos más sofisticados de control de emisiones y un mayor compromiso de reducción de emisiones.
Kyoto fue firmado pero no ratificado por Estados Unidos, el principal contaminador mundial en ese momento, lo que le restó credibilidad. Además, los países emergentes, entre ellos China, quedaron exentos de ningún objetivo de reducción de emisiones.
El objetivo ahora es trazar una hoja de ruta contra el cambio climático que impida un aumento de la temperatura de la Tierra superior a los dos grados centígrados respecto a la época anterior a la Revolución Industrial.
¿Quiénes son los principales emisores de CO2 del planeta?
La República Popular China ha rebasado a Estados Unidos como principal emisor de gases de efecto invernadero, con un 20,7% de las emisiones mundiales. Esta situación contrasta con su relativamente bajo nivel de emisiones per cápita, ya que es el país más poblado del planeta.
En la misma situación se encuentra la India, sexto emisor mundial pero situado en el puesto 66 per cápita. De hecho, pese a estas emisiones a la atmósfera, se calcula que unos 400 millones de personas no tienen electricidad en el país asiático.
En el otro lado, los países de la UE como bloque se sitúan como los terceros con más emisiones, con casi un 12%, pero se encuentran a la cabeza en emisiones per cápita.
¿Qué acuerdo sería recomendable para evitar el calentamiento del planeta?
Según el cálculo de los científicos del Panel Internacional contra el Cambio Climático, es necesario reducir entre un 25 y un 40% las emisiones de CO2 de los países desarrollados respecto a la cifra de 1990 para 2020 y que los emergentes reduzcan su crecimiento proyectado de emisiones entre un 15 y un 30%.
Además, se pretende que para 2050 todas las emisiones de CO2 se redujesen un 50% respecto a 1990.
Se calcula que ya han aumentado siete décimas la temperatura del planeta y que al ritmo actual será difícil evitar que llegue el incremento a los 1,5 grados. Con todo, a partir de los dos grados se prevén fuertes aumentos del nivel del mar y graves sequías e inundaciones desde 2050.
¿Qué ofrecen los países ricos?
Actualmente, ninguno de los países desarrollados llega claramente a esas cifras. La UE ofrece un 20% que podría ampliarse a un 30% mientras Japón llega a un 25%. En el caso de EE.UU., el tema es aún más grave porque ofrece un 17% en base a 2005, lo que supone un 4% respecto a 1990.
Más generosos son de cara a 2050, para cuando el grupo de las principales economías del mundo G-8 dice que reducirá un 80% sus emisiones frente al 85-90% que se considera apto.
¿Y los emergentes?
Los países emergentes como bloque ya han dicho que no firmarán acuerdo alguno si se les impone la obligación de reducir a la mitad sus emisiones para 2050 respecto a 1990 al considerar que es injusto y que limita su desarrollo económico.
Estos países demandan que los desarrollados reduzcan sus emisiones de manera obligatoria un 40% en 2020 -diez veces más de lo que propone Estados Unidos para sí mismo- para adoptar ellos un compromiso de reducción para 2020 y 2050.
Más aún, quieren mantener el mecanismo de Kyoto según el cual la reducción de gases es vinculante para los desarrollados y no para los emergentes, algo a lo que se niegan los primeros.
De estos países, el que lleva un compromiso más fuerte es China, que ha prometido reducir entre un 40 y 45% el incremento de sus emisiones por unidad del PIB. Este criterio, ligado al crecimiento económico y llamado 'intensidad de carbono' es el que utiliza todo este bloque y hace más difícil el cálculo exacto de lo que realmente dejarán de emitir.
Por ejemplo, según los expertos el objetivo de reducción de China supondría que doblaría sus emisiones de 2005 en 2020, afianzándose como el principal contaminador mundial.
Lo mismo podría decirse de India, que promete una reducción de entre el 20 y el 25% por punto del PIB.
Eso sí, todas estas reducciones tendrían que ir acompañadas de suculentas ayudas para no dañar su crecimiento económico.
¿Quién paga la factura climática?
Para que los emergentes se comprometan a esta reducción de emisiones, los desarrollados ofrecen ayudas de unos 10.000 millones de dólares anuales entre 2010 y 2012.
Además, se comprometen a poner en marcha un fondo más a largo plazo que compense la adaptación al cambio climático y favorezca su reducción de emisiones. La UE habla ya de un fondo de unos 100.000 millones anuales, de los que se comprometería a dar un 30%.
Sin embargo, los emergentes consideran que la cantidad necesaria sería cuatro veces más.
¿Qué posibilidades reales hay de lograr un acuerdo?
Si se hace caso a las reuniones preparatorias que se han celebrado en Bangkok y Barcelona, pocas, muy pocas.
Las posiciones entre los países desarrollados 'responsables' como la UE, Japón y Australia, por un lado; Estados Unidos que carece de una ley de reducción de emisiones, por otra, y países como China e India parecían muy alejadas.
Sin embargo, el anuncio de Barack Obama de que acudirá a Copenhague con un compromiso-modesto- de reducción de emisiones y la rápida respuesta de China, así como su anuncio de que podría visitar por segunda vez la cumbre en su recta final hace albergar más esperanzas.
De haber un acuerdo, ¿sería definitivo?
No. Las partes dan por hecho que el acuerdo que se alcance en Copenhague será político y nunca legalmente vinculante. Lo que está por clarificar es la profundidad de ese pacto y los flecos sueltos que se dejarían para el futuro.
Si el pacto es firme, se podría firmar el acuerdo legal vinculante en Bonn en junio o en México en diciembre de 2010, aunque hasta diciembre de 2012, cuando caduca Kyoto, habría tiempo.
De hecho, más allá del acuerdo formal que se pueda adoptar en la ciudad danesa, después queda un segundo paso: la ratificación a nivel nacional, lo que puede traer problemas sobre todo en el caso de Estados Unidos, que ya firmó Kyoto y nunca llegó a ratificarlo.