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Emocionar a los ciudadanos para convencer

  • Los políticos apelan cada vez a las emociones en sus discursos
  • La influencia de la televisión obliga a relatos cortos y persuasivos

Ver también: Especial debate  sobre el estado de la nación

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Informe semanal - Estrategas del poder

Llega el debate sobre el estado de la nación. Y con él, si no viene seguido de una crisis de gobierno, se echará el cierre a un curso político que ha sido todo menos tranquilo. Estamos en puertas del debate más esperado.

Pero, ¿por quién? ¿Se trata de un debate pensado para el ciudadano o, simplemente, de un duelo entre políticos con los medios de comunicación como testigos? ¿Cuál es el objetivo final?, ¿explicarse ante los electores? ¿O simplemente interpretar un papel en el que lo importante es derrotar dialécticamente al adversario y alzarse victorioso en las encuestas del día de después?.

Es indudable que estamos ante una sesión parlamentaria importante. La crisis ha enseñado su cara más antipática en los últimos meses y en el curso del debate, el Gobierno deberá pelear duro para convencer al auditorio de que los ajustes eran necesarios y la oposición, para tratar de morder el tobillo del ejecutivo, aireando sus errores de cálculo y sus incumplimientos.

Seguro que a estas alturas, una pléyade de asesores llevan tiempo preparando las líneas maestras del duelo parlamentario. Especialmente dentro del Gobierno y de su principal alternativa, el Partido Popular. ¿Qué se dirán, qué frases o titulares llamativos habrán redactando con destino a las páginas de los periódicos del día siguiente y a los sumarios de los informativos audiovisuales? Porque en materia de comunicación política el objetivo siempre es influir.

La relevancia de la televisión

Sin embargo en esta ciencia aparentemente calculada, las emociones juegan cada vez un papel más importante. La neuropolítica se encarga, precisamente, de investigar cómo funciona el cerebro humano en su faceta ciudadana para a partir de ahí, intentar saber lo que piensa, cumplir sus deseos y plantear alternativas. En este "quién seduce a quien", ciudadanos y políticos se tientan mutuamente la ropa.

Más preguntas: ¿habría debates sobre el estado de la nación de no existir la televisión? Probablemente no y, desde luego, serían de otra manera. Desde que hace más de medio siglo la televisión se convirtió en el ágora por excelencia, el político y quienes le asesoran tienen muy en cuenta el papel que juega el medio a la hora de trasladar sus iniciativas.

Con toda probabilidad, los líderes que suban a la tribuna utilizarán relatos claros y persuasivos. Los expertos en comunicación política destacan la importancia de encontrar un discurso ganador. Pero es muy importante que ese relato pueda ser recordado en un párrafo: en cortes de apenas 30 segundos.

Dicen que hay dos grandes marcos en los que se articulan la mayoría de los relatos: el marco del padre estricto y el marco de los padres protectores. Trasladado este esquema a la política, el marco de los padres protectores encajaría más con las políticas progresistas y el marco del padre estricto con las conservadoras. Es decir, protección frente a ley y orden.

Mentir, pero nunca traicionar

Pero las líneas de los marcos a veces son difusas. El consultor político Dick Morris asegura que el secreto del éxito para un político está en "triangular", es decir, en saber aplicar ideas y marcos que "pertenecen" al adversario. Hay muchos ejemplos: algunas políticas de Blair en materia de seguridad, más propias de los conservadores; o las políticas de igualdad y protección de Merkel, Sarkozy o Berlusconi, que lejos de ahuyentar votos les han servido para ampliar su base electoral.

¿Triangularán durante el debate Rajoy y Zapatero? ¿Triangulan los populares cuando aseguran ser el partido de los trabajadores? ¿Triangula Zapatero cuando aplica recortes?

En el Congreso sobre Comunicación Política celebrado recientemente en Bilbao, se habló mucho de las emociones y de la reacción del ciudadano ante determinados comportamientos. George Lakoff, prestigioso profesor de la Universidad de Berkeley, insistió en que la ciudadanía perdona los errores, incluso la mentira, -véase el caso Lewinsky-, pero nunca la traición del líder.

La clave, seguramente, está en darse cuenta de que hay cosas que el ciudadano considera inaceptables. Pero los análisis a posteriori sirven de poco en política donde rebobinar es casi imposible.