En Portada. "La mala vida de Jason Pino"
- En Medellín mueren cada año dos mil personas de manera violenta
- La mayoría de ellos son jóvenes de entre 18 y 25 años
- En Portada ha viajado hasta allí para retratar la realidad que ocultan las cifras
- El reportaje nos muestra quiénes son, dónde viven y por qué mueren
- Guion del reportaje disponible on line (formato PDF)
FICHA TÉCNICA:
Guion: Luis Pérez López
Realización: Jose Jiménez Pons
Imagen: Diego Franco
Sonido: Juan Antonio Barroso
Montaje: Eulalia Morcillo
Cuando decidimos rodar La mala vida de Jason Pino, viajamos a Medellín básicamente con una idea: hacer un reportaje que intentara reflejar qué hay detrás de esa cifra triste y fría que dice que en Medellín mueren cada año, de manera violenta, unas dos mil personas. Intentamos destapar quiénes son los muertos, por qué mueren, y dónde viven. Intentamos explicar cómo viven los que probablemente van a morir, esos muchachos de vidas cortas que conforman los combos, las 300 pandillas juveniles que luchan a muerte por controlar el territorio en las comunas de Medellín. Intentamos contar cómo es el día a día de esos chicos, y cómo es el día a día de las víctimas, de la población que vive en los barrios ajena a un conflicto que le han impuesto y del que no pueden salir. Pero en el fondo, lo que intentamos explicar es el porqué de todo eso, qué es lo que lleva a esos jóvenes a empuñar un arma, a matar, a atracar y, en definitiva, a obedecer las órdenes de un jefe al que muchos ni siquiera conocen ni conocerán jamás.
Un joven como reflejo de una generación
Cuando empezamos a rodar La mala vida de Jason Pino, no teníamos ni idea de quién era Jason Pino. Jason, el protagonista del reportaje, es uno de los siete mil chavales que integran los combos en Medellín.
“A los 8 años ya estaba enganchado a la marihuana y haciendo recados para sus jefes“
Se nos cruzó en el camino el cuarto día de rodaje. Nuestro contacto nos subió al barrio, nos presentó al jefe de la banda y algunos muchachos. Y en ese proceso en el que uno intenta ganarse su confianza para que hablen, para que se dejen rodar, todavía con la cámara apagada y sin grabar un plano, apareció Jason. Y en esa suerte de casting, de conversaciones rápidas para ver quién tenía una buena historia y la quisiera contar, decidimos que Jason era el chico que buscábamos. Por varias razones. Primero, porque es uno de esos jóvenes del último eslabón, como lo son la mayoría de los chavales que se meten en los combos y que acaban llenando las cárceles o los cementerios. Jason, sin duda, tenía una buena historia. Dejó el colegio siendo muy niño porque a su hermano lo amenazaron y a él también. A los 8 años ya estaba enganchado a la marihuana y haciendo recados para sus jefes. Llevaba armas o drogas de un lugar a otro, porque los jefes saben que los menores son inimputables, que los sueltan de inmediato si los pillan haciendo recados con perico o marihuana, o escondiendo un revólver en el espacio muerto que separa la camisa del pantalón. Así se entra en la dinámica que destruye a generaciones enteras de jóvenes en las comunas de Medellín: te engancho a la marihuana o a la cocaína, tú necesitas dinero para financiarte el vicio, y yo te doy la platica que necesitas si escondes armas, transportas drogas, o te metes a sicario para cumplir los sueños de grandeza que siempre tuviste y jamás te permitieron cumplir.
El barrio como prisión
Jason pasó por todo ese proceso, y es un ejemplo del chaval joven que malvive encerrado en un barrio del que no puede salir. Porque cuando uno termina en un combo y se mete a sicario, al final se termina ganando más enemigos que plata. De repente te das cuenta de que te busca el combo del barrio de al lado, te busca la policía, y te busca la familia del joven que mataste en esa guerra absurda que viven los barrios de Medellín. Demasiados enemigos para atreverse a cruzar la calle que marca el límite de su territorio.
“En Medellín, y en Colombia, hay muchos Jason“
Con Jason descubrimos cómo vive un chico del combo, por qué se levantan y deciden vivir como si fuera el último día de su vida, por qué se meten en ese negocio que irremediablemente acabará, como dicen ellos, poniéndoles lápida sobre el pecho. Con Jason descubrimos cómo viven las familias de estos muchachos, y cómo viven sus víctimas. Porque la realidad es que en Medellín, y en Colombia, hay muchos Jason. Con Jason descubrimos porqué miles de chavales se juegan la vida en una guerra absurda que enfrenta a dos bandos enfrentados de una gran organización mafiosa: la Oficina de Envigado. Y con Jason descubrimos que el narcotráfico sigue llenando de cuerpos la morgue de la ciudad. Y descubrimos también que los corazones de esos cuerpos dejaron de latir demasiado jóvenes. Porque la gran mayoría de esos muertos a tiros tenía apenas entre 18 y 25 años. Y con Jason, tal vez, entendimos esa otra cifra que dice que en Colombia hubo el año pasado 15 mil homicidios. Y entendimos sobre todo esa otra cifra que dice que casi la mitad, murieron a manos de algún sicario.
Reflexiones
Con Jason también nos hicimos muchas preguntas. Nos preguntamos si estos jóvenes tienen toda la culpa por terminar en un combo, si hay oportunidades de empleo para estos chicos, si la sociedad discrimina a los jóvenes simplemente por vivir en una comuna, aunque no tengas nada que ver con un combo. Nos preguntamos, en suma, si se está haciendo lo suficiente por acabar con ese problema, si se les da un horizonte con salidas, si la respuesta pasa únicamente por subir soldados a las comunas o si hace falta algo más para dar con la clave y arreglar el problema.
En Portada ha hablado con los jóvenes de los combos, con los vecinos sometidos a la ley de los combos, con las víctimas, con los victimarios, con políticos, soldados, policías y analistas. Sus voces, sus propuestas, sus quejas, sus sueños y sus pesadillas, dan forma a La mala vida de Jason Pino.