Lamarck, el hombre que abandonó el creacionismo para abrazar la evolución
A hombros de gigantes
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La clasificación de los seres vivos de Lamarck se basaba en criterios funcionales, con el Sistema Nervioso Central como punto de partida. Clasificó a los animales en tres grandes grupos: los dotados de irritabilidad (o invertebrados inferiores); los que poseen además el "sentimiento interior" (invertebrados superiores) y aquellos que revelan inteligencia y voluntad (los vertebrados).
Además, el naturalista francés intentó abordar el problema de las extinciones de especies, en un momento histórico en el que pocas personas lograban imaginar la existencia de huecos vacíos en la armonía de la naturaleza. Al comparar las ostras fósiles de su colección con otros ejemplares modernos, llegó a la conclusión de que las primeras habían evolucionado hasta transformarse en las otras. Las antiguas especies no se habrían extinguido, según Lamarck, sino que sólo se habrían modificado hasta convertirse en las actuales. Sin embargo, no describió ningún mecanismo de producción de cambio.
“En su opinión, los órganos se adquieren o se pierden como consecuencia del uso o del desuso, “
Pero Lamarck es famoso, sobre todo, por haber formulado una de las primeras teorías de la evolución. En su opinión, los órganos se adquieren o se pierden como consecuencia del uso o del desuso, y los caracteres adquiridos por un ser vivo son heredados por sus descendientes. Por ejemplo, si un animal herbívoro se esfuerza por alcanzar las ramas más altas de los árboles, su cuello se irá alargando y sus hijos heredarán el rasgo. El resultado, después de muchas generaciones, es un ser como la jirafa….
También sostenía que los peces ciegos encontrados en cuevas oscuras habían perdido los ojos por desuso. Lamarck creía que sólo las criaturas más avanzadas tenían sensibilidad para satisfacer sus necesidades y podían esforzarse por hacerlo. Por el contrario, las plantas y los invertebrados cambiaban debido a sus respuestas fisiológicas inconscientes al medio, y no por actos de volición.
Estos ejemplos provocaron la burla de Cuvier y la exasperación de Darwin quien criticó despectivamente a Lamarck por su visión de árboles o gusanos que “deseaban” adaptarse o progresar.
A diferencia de la mayoría de disectores y coleccionistas de su tiempo, Lamarck pensó siempre en los organismos en relación con su comportamiento en la naturaleza y con los desafíos planteados por los medios cambiantes.
Rechazó la tesis dominante en su época de una Tierra en estado estacionario y de apenas algunos milenios de antigüedad. Si las especies hubieran sido fijadas en la creación y se mantuviesen estáticas desde siempre –pensaba el naturalista francés--, no podrían sobrevivir a los cambios medioambientales. Por tanto, debían adaptarse constantemente, aunque cambiaran poco en apariencia. Más adelante consideró el desarrollo de la vida como un proceso lento, suave y gradual, planteamiento uniformista que prefiguraba el gradualismo darwiniano.
Lamarck fue un personaje que luchó por sus ideas incluso después de perder la vista con el paso de los años, aunque sus ideas no tuvieron eco en Francia y muchas se demostrarían equivocadas..… Cuvier fue especialmente cruel al afirmar que “Quizá su propia negativa a emplear los ojos para mirar la naturaleza de manera apropiada ha hecho que dejaran de funcionar”.
Entre las obras de Lamarck destacan la ya citada “Flora francesa”; sus aportaciones a la Enciclopedia botánica; el tratado “Hidrogeología” sobre la evolución de la Tierra; su “Filosofía zoológica” donde propone su teoría de la evolución; e “Historia natural de los animales invertebrados”, una impresionante obra en siete volúmenes.
El fin de la etapa revolucionaria le pasó factura. El Imperio y la Restauración borbónica no le apoyaron. El propio Napoleón le recriminó públicamente por su obra meteorológica cuando Lamarck intentaba hacerle entrega de su Filosofía zoológica. Su caída en desgracia con el poder tuvo consecuencias fatales. Aunque se casó cuatro veces y tuvo cuatro hijos, pasó los últimos 10 años de su vida en la indigencia, confinado en un pequeño departamento del Museo cuidado por una de sus hijas. Murió en París, el 18 de diciembre de 1829. Fue enterrado en una fosa común.
Aunque se ha demostrado que sus hipótesis eran infundadas su nombre permanece como el del primer científico que afirmó la transformación de los seres vivientes y abandonó el "creacionismo" para fundar una nueva perspectiva dinámica de la historia que sería conocida como "evolución".