Rubalcaba bate la peor marca del PSOE en 30 años
- Los socialistas se sitúan en porcentajes de voto y escaños inéditos
- Almunia en el 2000 logró mejores datos por conservar Andalucía
- Chacón y López cosechan malos resultados para la sucesión
- El hundimiento deja al partido al borde de la refundación
12 de marzo de 2000. 22:30 horas. Un compungido Joaquín Almunia se presentaba ante sus seguidores en la calle Ferraz y anunciaba con un tono casi burocrático su más que esperada dimisión irrevocable:
“Ahora, los socialistas, necesariamente, debemos hacer una reflexión sobre las causas y las consecuencias de esta derrota, a partir de la cual debemos afrontar la renovación que yo inicié, pero que requiere necesariamente mucho más impulso para empezar en el siglo XXI un nuevo proyecto con ideas y gente nueva".
Más de una década después, cuando Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de los testigos de excepción de ese discurso –por aquel entonces era secretario de Comunicación del PSOE- salía en solitario con el mismo gesto para reconocer que había perdido "claramente" pudo sentir una cierta envidia de Almunia, leyenda negra socialista hasta este domingo.
El candidato socialista ha logrado el peor resultado de la historia del PSOE desde que volvió la democracia a España: 4,3 millones de votos menos, a más de 70 escaños del PP, sin llegar al 30% y sin vencer en ninguna comunidad autónoma (y solo por estrecho margen en los feudos socialistas de Sevilla y Barcelona).
El suelo absoluto
Peor aún: mientras Almunia pudo presentar su dimisión irrevocable y allanar el panorama para un congreso que renovase su partido, Rubalcaba solo ha podido limitarse a pedir al secretario general, que sigue siendo el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que lo convoque "cuanto antes".
Un panorama que pone muy difícil a Rubalcaba proponer su candidatura al próximo congreso del PSOE pese a que ya anunció que no dimitiría como Almunia (algo normal, dado que no es secretario general) si no ganaba estos comicios, que casi todos los socialistas daban por perdidos.
El problema del candidato es que en su propio partido siempre ha habido derrotas y Derrotas: la de González en el 96 fue una derrota dulce con apenas 300.000 votos de diferencia con el PP y más de 140 escaños; la de Almunia fue amarga tras perder por diez puntos y quedarse con 125.
Lo que nunca habría sospechado es que tras ser proclamado por sus compañeros –previa retirada de la ministra de Defensa, Carme Chacón- su ‘marca’ como ‘esprínter’, tal y como le definió Zapatero, sería la peor de todas.
Así, si en mayo de este año los socialistas se quedaron a diez puntos de los ‘populares’, seis meses después esa desventaja aumenta a dieciséis, una distancia sideral que no se vivía desde los años 80, cuando el PSOE de Felipe González vapuleaba a la AP de Fraga.
Este dato demoledor muestra que Rubalcaba no solo no ha mejorado la marca de Zapatero tras las municipales, sino que ha conseguido desmovilizar aún más al electorado durante la campaña electoral, empeorando incluso los peores vaticinios de los sondeos.
Chacón y López salen mal parados
La primera mirada de los expertos de Ferraz en la sede del PSOE está en dos regiones donde los socialistas han cimentado sus victorias: Andalucía y Cataluña.
En ambas se ha perdido más de diez escaños y se ha logrado un récord negativo: por primera vez ha sido derrotado desde 1977.
La situación es más complicada para los socialistas andaluces teniendo en cuenta que se enfrenta en pocos meses a unas elecciones autonómicas donde los socialistas pueden perder una administración que han gobernado siempre y la más importante que les queda ahora.
Buena parte de la futura renovación del PSOE para la próxima década se jugará también en esa región: con un presidente de la Junta de la quinta de Rubalcaba y que ya fue ministro en varias ocasiones con Felipe González es difícil que los electores andaluces detecten que el partido ha comprendido el mensaje tras el batacazo de las generales.
En el caso del PSC no pueden echar ni mucho menos las campanas al vuelo. Después de unos resultados penosos en las autonómicas de hace apenas un año y de perder su feudo de Barcelona el pasado mes de mayo, Carme Chacón ha perdido diez escaños en cuatro años y ha visto seriamente debilitadas sus opciones para encabezar el PSOE a nivel nacional si cae Rubalcaba.
Otro de los posibles candidatos potenciales, el lehendakari Patxi López, tampoco ha salido mejor parado. Con la victoria de Amaiur en escaños y del PNV en votos, el PSE ve con claridad que el escenario del fin de la violencia de ETA y la irrupción de la izquierda abertzale pone casi imposible la reelección de su líder.
Esta circunstancia paradójicamente le colocaría en línea de salida para liderar el PSOE, pero lo cierto es que los socialistas vascos han pasado de nueve a cuatro escaños, menos de la mitad.
En caída libre en los feudos del PP
El panorama en el resto de España es desolador: por un lado están los feudos tradicionales del PP, en los que más que bipartidismo existe casi un sistema de partidos monocolor, con diferencias situadas por encima de los 20 puntos en lugares como Castilla y León y Galicia, donde Zapatero había logrado avances en los dos últimos comicios.
En este capítulo requiere especial atención lo ocurrido en Madrid y la Comunidad Valenciana: más allá de los conflictos educativos de Aguirre o la dimisión del presidente valenciano Camps, los electores se identifican de forma masiva con el Partido Popular y muestran una pérdida de confianza en los socialistas de tal nivel que casi les inhabilita para ganar unos comicios, tal y como ocurrió con Rajoy hace apenas cuatro años en Cataluña.
Por otro lado, si Madrid y Valencia serán un problema inevitable a resolver por el futuro PSOE, la constatación de que feudos como Castilla La-Mancha o Extremadura se han pasado a los populares tras décadas en manos de los socialistas son una llamada de atención sobre hasta qué punto es necesario reinventar el proyecto casi desde cero.
El referente de 1979
Los resultados en estas dos regiones, como los de Andalucía y Cataluña, retrotraen a los socialistas no al año 2000 cuando el PSOE quería reinventarse para un nuevo siglo, sino a 1979, la fecha en la que Felipe González rompió la baraja y quiso que su partido dejarse oficialmente el marxismo.
Entonces, tras perder las primeras elecciones posteriores a la Constitución cuando se daban casi por ganadores y quedarse en un 30% y 120 diputados, González comprendió que su partido no tendría una opción real de gobernar si no se refundaba bajo nuevas bases y dejaba atrás la marca que le imprimió Pablo Iglesias hacía un siglo.
“Hemos dicho que este partido es profundamente democrático y que quiere transformar la sociedad democráticamente. Por consiguiente, tiene que contar con la mayoría de esa sociedad, tiene que incorporarla a eso que se llama movilización popular”, proclamaba el expresidente ante unos compañeros que se resistían al cambio, a los que les decía que debían ser socialistas antes que marxistas.
Treinta y dos años después Alfredo Pérez Rubalcaba- que contrajo matrimonio curiosamente se 1979- ha vivido en primera persona el divorcio entre su partido y cuatro millones y medio de electores, que al votar a otros partidos o quedarse en casa han dejado a los socialistas ante otro dilema distinto: O refundarse o...