Enlaces accesibilidad

Tras las huellas de 'La Barraca'

  • Una exposición recuerda la historia de la mítica compañía de teatro
  • Recupera testimonios inéditos y anécdotas sobre el grupo de estudiantes
  • Federico García Lorca fue el director artístico de La Barraca

Por
Componentes de La Barraca, 1933
'La Barraca', 1933. Sentados de izqda. a drcha.: personaje desconocido, Federico García Lorca, Eduardo Ugarte, José Obradors, Jacinto Higueras y Diego Tarancón

Cuentan que era tal la pasión de Federico García Lorca por el teatro que lo definía como “la poesía que se levanta del libro para hacerse humana”.

La “humanización del teatro” a través de la reivindicación del “oro de los clásicos” era una de las premisas que guiaron el nacimiento de La Barraca, la compañía de teatro universitario, creada durante la Segunda República, dirigida por el dramaturgo Eduardo Ugarte y el propio Federico.

Asociada a la imagen del poeta granadino, pocos conocen que el verdadero origen del mítico grupo teatral fue la iniciativa de un grupo de estudiantes, los llamados “barracos”, de ciencias y de letras, de izquierdas y de derechas-el falangista Eduardo Ródenas, asesinado durante la Guerra Civil, fue uno de sus miembros e impulsores- que persiguieron la utopía de influir en la sociedad a través de las representaciones.

El mensaje de La Barraca revive estos días a través de la exposición itinerante, La Barraca, Teatro y Universidad. Ayer y hoy de una utopía- a imagen y semejanza del nomadismo de los cómicos de la legua- que se ha inaugurado en la facultad de Filología de la Universidad Complutense y que permanecerá durante un mes en la Biblioteca universitaria María Zambrano de Madrid. Las vivencias de “los barracos” retornan a su casa original, la Universidad.

La historia de “los barracos”

En la muestra se refleja, representadas a través de baúles, en un guiño al universo del teatro, la historia de la compañía. Desde sus inicios, con un proceso de selección singular e intuitivo donde se hacía recitar a los estudiantes para comprobar si “servían o no”; “vale para el verso” o “es un poquito tímida”, son algunas de las anotaciones que se conservan de Lorca sobre las aptitudes de los aspirantes.

Destaca la parte dedicada a sus giras, en las que emulando la labor de las Misiones Pedagógicas, llevaron a autores como Lope de Vega, Calderón de la Barca o Cervantes a algunos de los pueblos mas recónditos de la España de los años 30, allá donde nunca se había contemplado una obra.

Viajaban en 'la bella Aurora', un autobús desvencijado

Recorrían los caminos a bordo de “la bella Aurora”, tal y como bautizó Federico García Lorca, a la traqueteante furgoneta que utilizaban. Con los estudiantes, viajaba impertérrita, Doña Pilar, la señorita de compañía, guardiana de la virtud de las actrices para que no fueran consideradas poco menos que “unas cualquiera”. La Barraca, también fue pionera en la incorporación de las mujeres a los escenarios.

Abundan las anécdotas sobre las reacciones del público en estas visitas rurales, tal y como cuenta, el profesor, director del Instituto Madrileño de Teatro y comisario de la exposición, Javier Huerta: “A una localidad de Albacete llevaron Fuenteovejuna y en la escena en la que Laurencia insulta a los hombres quejándose de los abusos, el público “rompió la cuarta pared”, se encendieron y querían pegar al personaje de el Comendador”, relata sobre la inocencia con la que se percibía la representación.

Lorca entendió rápido que los clásicos eran la mejor vía para influir en el pueblo, porque recreaban el ambiente de los corrales de comedia, y además el teatro lo entiende todo el mundo “el rey y el mendigo”, aseguraba

El espíritu de 'La Barraca' sigue vivo

Pero los estudiantes también vivieron su particular bajada a los infiernos, a la asfixia económica se sumaron problemas logísticos e incluso el rechazo a su labor al ser considerada “propaganda socialista”, por algunos de los sectores derechistas de la CEDA. El grupo también sufrió el alejamiento del poeta, que ocupado con su trabajo “se sentía abrumado por las obligaciones que requería la compañía”.

La Guerra Civil puso punto y final al sueño; muchos integrantes fueron asesinados, otros emprendieron la diáspora, pero la iniciativa de aquellos apasionados de la escena quedó grabada a fuego en la necesidad de cultura que proclamaba el autor de La Casa de Bernarda Alba: “No solo de pan vive el hombre. Yo si estuviera desvalido en la calle pediría medio pan y un libro”, sentenció.

Este espíritu ha sido recuperado, en parte, por la iniciativa Las huellas de La Barraca, puesta en marcha en 2005 por Acción Cultural Española. Se trata de un proyecto que promueve que compañías de teatro no profesionales presenten sus obras. Con ellas han girado por toda España, y su “huella” también queda recogida en la exposición.

“Es toda una experiencia ver representados los clásicos por estudiantes Erasmus que aportan sus diferentes acentos”, explica Charo Otegui, Presidenta de Acción Cultural Española, una de las entidades organizadoras, que añade que la idea de hace 80 años sigue viva, “hemos estado en 12 comunidades autónomas y en centros penitenciarios con muchísimo éxito (…) porque el teatro sigue siendo algo novedoso para pequeños y mayores”. Son las aventuras de los nuevos “barracos” en pleno siglo XXI.