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En Portada. "Libia, la hora de la verdad"

  • El 17 de febrero se cumple un año del comienzo de las revueltas en Libia
  • En Portada viaja al país para tomar el pulso al arranque de la era post-Gadafi
  • Comprueba sobre el terreno el poder de las milicias y la falta de seguridad

El reportaje cuestiona los verdaderos motivos de la intervención internacional    

Por
En portada - Libia, la hora de la verdad

FICHA TÉCNICA:

Guión y realización: Pilar Requena

Imagen: José Luis García de la Torre

Sonido: Ignacio Villanueva

Montaje: Jesús María Elorriaga

Éste ha sido un viaje de sentimientos encontrados. Había estado en Libia por última vez en 2008, durante el régimen de Gadafi. Entonces, necesitamos de meses de negociaciones para obtener el visado que nos permitiese realizar el reportaje La metamorfosis libia. No fue un rodaje fácil. Un “comisario político” fue nuestra sombra durante toda nuestra estancia.

Cuando en 2011 estallaron las revueltas en Bengasi, mi preocupación fue por mis amigos y las personas que había conocido durante aquellos días. Sabía que algunos eran opositores, aunque no los había identificado como tal en el reportaje para evitar posibles represalias del régimen. Debido a los problemas de comunicación y a su propia situación personal, durante mucho tiempo no pude contactar con muchos de ellos. No sabía si estaban vivos o muertos.

Rodando sin la agobiante presencia de comisarios políticos

La realización de este nuevo reportaje “La hora de la verdad” me abría la posibilidad de volver a verlos o de saber de su suerte en algunos casos. Entré en Libia por carretera, desde Túnez. Las líneas comerciales no volaban todavía al país. Recordé los tiempos de finales de los 90 cuando visité Libia en varias ocasiones, durante el embargo de Occidente, cuando era un país prácticamente cerrado al exterior.

Esta vez llegaba a la Libia libre, a la Libia sin Gadafi. Había muchas cosas de la revolución sobre las que albergaba serias dudas que, en muchos casos, se han confirmado, como se refleja en el reportaje. Encontré una población esperanzada, “borracha” de una alegría que impregnaba el ambiente. Y experimenté un raro, pero agradable, sentimiento cuando comprobé que nos podíamos mover y rodar con libertad (eso sí, con precaución, por la inseguridad reinante), sin la agobiante presencia de un “comisario político”.

Sueños de libertad en los muros de Abu Salim

Fue un alivio comprobar que mis viejos conocidos estaban vivos, aunque algunos, como el artista Bin Lamin, habían sufrido las represalias del régimen. Bin Lamin pasó todo el tiempo de las revueltas preso en la terrible cárcel de Abu Salim. Le pedí que nos encontrásemos en la cárcel, a la que no había vuelto desde su liberación. Fue un emotivo reencuentro.

Nos mostró las paredes de su celda. En ellas había dejado plasmados sus sueños de libertad. Los gadafistas no consiguieron acabar con su creatividad. Es uno de los personajes que hemos recuperado del anterior reportaje. Me facilitó el contacto con su hermano, Hassan el Amin, al que no había conseguido localizar en los últimos meses. Le había conocido en 2008, en Londres, donde estaba exiliado. Nos conjuramos entonces en volvernos a ver en una Libia libre. Y no nos podíamos creer que así haya sido. Después de más de 28 años había regresado a su país.

Excesiva euforia y deseos de venganza

No quería que la alegría por los reencuentros me impidiese ver la realidad. Mantuve los ojos abiertos. Había actuaciones de los rebeldes, como la posible ejecución de Gadafi, los saqueos, las violaciones de derechos humanos, que, para todo el dolor de mi corazón, se confirmaban conforme nos movíamos fuera de la capital, Trípoli.

La excesiva euforia por la victoria y los deseos de venganza después de más de 40 años de dictadura han provocado, sin duda, que la población no se haya percatado de los obstáculos que todavía tienen por delante: el poder de las milicias, la falta de liderazgo, el aumento del islamismo y del fervor religioso. Todo ello puede complicar y mucho la transición.

La intervención de la OTAN y el petróleo libio

Los libios agradecen la intervención de Occidente, son conscientes de que sin los bombardeos de la OTAN no hubiesen podido acabar con el sátrapa. Pero no parece importarles mucho si esa intervención se debió a la defensa de los derechos humanos –como no se cansan de repetir sus dirigentes y Occidente – a al rico pastel que supone la riqueza libia, su petróleo.

No pude ver a ninguna de las personas que en mi anterior viaje trabajaban para el régimen, o habían huido o nadie sabía darme cuenta de su paradero. De algunas supe que se habían pasado al bando de los rebeldes.

La hora de la verdad

Es preocupante comprobar el auge del islamismo, de antiguos yihadistas transmutados ahora en demócratas

El camino que ahora ha iniciado Libia no es fácil. Es preocupante que no haya  un excesivo interés en que se haga justicia a todas las víctimas, no sólo a las de la represión de la dictadura, sino también las de los excesos de los rebeldes. Es también preocupante percibir una cierta sensación de que lo que muchos buscan es una mayor parte del pastel. Y es muy preocupante comprobar el auge del islamismo, de antiguos yihadistas transmutados ahora en demócratas.

Libia se enfrenta ahora a su hora de la verdad, al desafío de superar las divisiones internas y construir un futuro común en medio del riesgo de que “su revolución” acabe derrapando.