¿Por qué hay que ducharse antes de meterse en las piscinas?
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Las aguas estancadas de agua son un oasis de vida microbiana. Si además hay humanos sumergidos, chapoteando y tragando el líquido elemento, los microorganismos se encuentran en el paraíso ideal para encontrar nuevos huéspedes en los que alojarse y por lo tanto, causarles enfermedades.
En las piscinas hay microorganismos a puñados. Provienen del entorno y de la flora microbiana del bañista. Para evitar contagios, los responsables de la salud pública obligan a utilizan métodos químicos y físicos para desinfectar el agua de las piscinas.
Existen varios procedimientos para llevarla a cabo. Entre los físicos figuran los filtros y entre los químicos los tratamientos con cloro, ozono o radiación ultravioleta o combinaciones de los mismos. La elección del método más adecuado depende del volumen de la piscina y del número de personas que la utilicen.
La cloración es el método más extendido y es una exigencia en la mayoría de las normativas. El cloro reacciona con el agua formando ácido hipocloroso e hipoclorito, que atacan las paredes celulares de las bacterias hasta matarlas.
En general los bañistas asumen que el cloro fulmina a los microorganismos al instante. No es así. Muchos permanecen vivos cinco o seis días en las piscinas. Y existen bacterias y virus resistentes al cloro.
“Aconsejan ducharse antes de entrar para evitar contaminar más la piscina con gérmenes“
Entrar en contacto con este agua contaminada puede ocasionar trastornos como gastroenteritis, rinitis, conjuntivitis, otitis o la infección de una herida.
Por eso las autoridades sanitarias recomiendan además de la cloración, no utilizar la piscina en caso de sufrir una enfermedad infecciosa, como diarrea y procurar no tragar agua.
Aconsejan ducharse antes de entrar para evitar contaminar más la piscina con gérmenes procedentes de la tierra y otras superficies que con las que hayamos estado en contacto.
Y también al salir del agua para retirar de nuestra piel el cloro y otras sustancias derivadas de la reacción con materia orgánica (restos de piel, orina o cabello) que dan al ambiente ese característico ‘olor a piscina’ y que nos puedan producir irritaciones oculares y cutáneas.