Enlaces accesibilidad

40 años del adiós del ser humano a la Luna

  • El fin del programa Apolo puso fin a las misiones más allá de la órbita terrestre
  • Se ha producido un increíble aumento en la colaboración internacional

La iniciativa privada podría jugar un importante papel en los próximos años

  •    

Por
Misión del Apolo
Harrison H. Schmitt, el único científico en tomar parte en una misión del programa Apolo, al lado de una enorme roca en la superficie de la Luna.

Después de algo más de tres días posados en su superficie el 17 de diciembre de 1972 Eugene Cernan, el comandante del Apolo 17, se despedía de la Luna en nombre de toda la humanidad esperando que no fuera por mucho tiempo. 

Y seguro que ni él ni nadie pensaba que esa despedida sería por cuarenta años, y los que queden. Ganada la carrera espacial a la Unión Soviética y acuciados por problemas como la guerra de Vietnam, el gobierno de los Estados Unidos había decidido recortar el programa Apolo en tres misiones, apostando en su lugar por el laboratorio espacial Skylab y los transbordadores espaciales.

El Skylab fue lanzado en 1973 y permaneció en órbita hasta 1979, aunque sólo se lanzaron tres misiones tripuladas con destino a él, usando precisamente los módulos de comando no utilizados para las tres misiones canceladas del programa Apolo, quedando vacío a partir del 8 de febrero de 1974.

Los transbordadores espaciales, por su parte, no entraron en servicio hasta el 12 de abril de 1981, aún cuando se había empezado a estudiar su desarrollo a finales de los 60, con lo que la NASA careció durante casi ocho años de medios para poner ningún astronauta en órbita.

Esta situación se vuelve a dar con la retirada de los transbordadores espaciales en el verano de 2011, aunque en este caso al menos pueden disponer de plazas en las naves Soyuz rusas.

Tras el telón de acero

La Unión Soviética, por su parte, una vez perdida la carrera por ser los primeros en poner un ser humano sobre la superficie de la Luna, centró sus esfuerzos en lo que a misiones tripuladas se refiere en los programas de las estaciones espaciales Salyut y Mir.

Las Salyut fueron cuatro estaciones científicas y dos militares que estuvieron en servicio de 1971 a 1986, mientras que la Mir fue la primera estación espacial modular, en servicio desde 1986 hasta 2001. Ambos programas sirvieron para que la URSS adquiriera gran experiencia en misiones espaciales de larga duración y en el ensamblado de vehículos en órbita.

El intento de la Unión Soviética de construir su propio transbordador espacial, el Buran, terminó prematuramente por la falta de financiación y el cambio de prioridades tras el colapso de la URSS.

Colaboración internacional

De hecho sería realmente el fin de la URSS y de la guerra fría lo que abriría una nueva etapa en cuanto a la exploración del espacio, ya que las dos grandes superpotencias empezaron a colaborar en serio, aunque ya había habido un primer atisbo de colaboración entre los Estados Unidos y la Unión Soviética con la misión Apolo-Soyuz de 1975.

Esto se tradujo en misiones de los transbordadores espaciales a la Mir y luego en la decisión de unir esfuerzos en la construcción de la actual Estación Espacial Internacional, que vino a sustituir los planes individuales de ambas naciones para construir la Freedom y la Mir-2, las que hubieran sido sus siguientes estaciones espaciales tripuladas, y que lleva permanentemente tripulada desde octubre de 2000.

Esta colaboración internacional se abrió también a más países, de tal forma que en las Soyuz ya no solo vuelan astronautas de los países del ámbito de la URSS, igual que en los transbordadores espaciales llegaron a volar cosmonautas rusos y no sólo de las agencias afines como la Agencia Espacial Europea o la Canadiense.

Los recién llegados

Por su parte China se convirtió en 2003 en el tercer país del mundo en adquirir la capacidad de enviar humanos al espacio con el lanzamiento de la misión Shenzhou 5.

En esa nave viajaba Yang Liwei, que permaneció en órbita poco más de 21 horas, aunque desde entonces China lleva un acelerado ritmo de desarrollo de su programa espacial, aunque se puede considerar en buena medida una imitación del soviético y por ello poco innovador.

Esto le ha permitido no solo poner en órbita misiones tripuladas con dos y tres astronautas, sino que ya tiene en órbita un primer módulo experimental de la que será su futura estación espacial, cuya construcción está previsto que empiece en 2015 para estar terminada en 2020.

Pero en cualquier caso, China no está nada abierta a ningún tipo de colaboración internacional, al menos de momento.

A un palmo de la Tierra

De todos modos, si hay algo que tienen en común todos los programas espaciales tripulados posteriores al programa Apolo es que todos se han desarrollado en lo que se conoce como órbita terrestre baja, apenas a unos cientos de kilómetros de la superficie de nuestro planeta.

La Estación Espacial Internacional, por ejemplo, orbita la Tierra a una altitud de entre 350 y 400 kilómetros.

Y lo peor es que en todo este tiempo hemos perdido la capacidad de ir más lejos; ir a reparar el telescopio espacial Hubble, que está en una órbita de unos 550 kilómetros de altitud ya fue todo un logro para la NASA. La Luna, donde comenzaba esta historia, está a unos 300.000 kilómetros de la Tierra, y es, hoy por hoy, inalcanzable.

Sólo cabe esperar que en el futuro el espíritu explorador e inquieto del ser humano vuelva a imponerse y nos lleve de nuevo más allá de la Tierra, pues como decía Konstantín Tsiolkovsky, la Tierra es la cuna de la humanidad, pero no se puede permanecer siempre en la cuna.