¿Por qué nos fascinan los pechos?
- Masajearlos libera una hormona que refuerza los lazos afectivos
- Activa los mismos circuitos cerebrales que la lactancia materna
Los pechos son el signo de femineidad por excelencia. Los hombres sienten debilidad por esta parte del cuerpo de la mujer y no hay mirada que no se les escape hacia un bonito escote. A su vez, las mujeres cuidan sus pechos con coquetería y los realzan con sujetadores de diseños diversos.
La razón de este comportamiento poco tiene que ver con las modas. Es una conducta instintiva. Los pechos tienen utilidad biológica más allá de la maternidad: sirven para maximizar el vínculo afectivo entre las parejas sexuales.
“No es algo aprendido, sino que viene programado en nuestro cerebro”, explica a RTVE.es el estadounidense Larry Young, neurocientífico especializado en el comportamiento social en la Universidad de Emory. A pesar de ello, desde el punto de vista biológico, esta fascinación humana por los pechos es bastante rara.
“Las mujeres son los únicos mamíferos cuyos pechos crecen en la pubertad independientemente de si están embarazadas o no y los hombres somos los únicos mamíferos fascinados por los pechos, que los masajean con las manos y la boca durante las relaciones sexuales”, comenta.
Una hormona provoca la fascinación por los pechos
La explicación a este comportamiento tiene que ver con la liberación de oxitocina en el cerebro, la apodada ‘hormona de los mimosos’ o ‘pegamento social’ porque produce un sentimiento de unidad. La sintetiza la glándula pituitaria del hipotálamo, los ovarios y los testículos.
Se libera con las caricias, los besos y la estimulación vaginal. Como todas las hormonas, tiene varias funciones, entre las que figuran desencadenar la contracciones del parto y las del orgasmo.
Esta hormona se libera con las caricias en los pechos y pezones durante las relaciones sexuales por una razón muy relacionada con la lactancia materna. En ese periodo de la vida de una madre se libera oxitocina en grandes cantidades.
El bebé aprieta con la boca y las manitas el pecho de la madre. Esta estimulación envía señales al cerebro que hacen que se produzca la hormona, que hace que la leche fluya adecuadamente. Además aumenta la unión entre la madre y el bebé. “La madre centra su atención en el bebé, que se vuelve lo más importante de este mundo”, explica este experto autor del libro La Química entre nosotros: amor, sexo y la ciencia de la atracción.
Por otro lado, el hecho de que los humanos tengamos sexo cara a cara y nos miremos a los ojos sirve para ayudar a establecer un vínculo entre amantes. Para ello explota el mismo circuito cerebral que el que se forja con el vínculo madre e hijo durante la lactancia.
“De manera simultánea se libera otra hormona, la dopamina, relacionada con la plenitud, la euforia y también con la motivación para conseguir un objetivo en concreto”, explica Young. “Las dos hormonas juntas ayudan a que la cara del recién nacido, su olor y sus sonidos se fijen en el circuito cerebral de recompensa de la madre y así ella relacione la tarea de cuidar a su bebé como una experiencia buena y motivadora”, detalla Young.
En definitiva, despierta el instinto maternal. En la cama despierta el amor romántico.