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"Una mujer que ha soportado trabajar en la calle, puede con todo lo que le echen"

  • Penélope Piñeira ayuda a mujeres a salir de la explotación sexual
  • Elena, de Rumanía, y Julia, de Nigeria, lo han conseguido
  • "Nadie está por gusto, muchas no saben que son víctimas", afirman

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"Una mujer que ha soportado trabajar en la calle, puede con todo lo que le echen"

No olvidan el ayer pero miran el presente y el futuro con mucha esperanza. Elena es rumana y Julia nigeriana. Las dos tienen en común que han vencido el miedo, la vergüenza y la culpa de haber sido víctimas de la explotación sexual.

Aún así, tras la sonrisa de recibimiento que nos brindan nos muestran las gafas y la peluca que se van a poner ante nuestra cámara de Televisión Española.

Los nombres son también ficticios. Han rehecho su vida, tienen una familia, un nuevo trabajo, y el miedo a las mafias que las trajeron está ahí latente. Les tiembla la voz y se emocionan cuando recuerdan a sus padres y como ellas llegaron a España.

A Elena, fue a verla una amiga del colegio con su marido y un bebé. Le ofreció un trabajo para cuidar niños en Madrid. “Confié en ella porque llegó con su familia, no era un hombre que no conociese apenas”, relata.

Después solo le esperaba una casa sucia “con cucarachas”, y doce horas en las que le obligaban a acostarse con hombres si quería dormir bajo un techo y no recibir palizas y golpes: “Me encontraba sola, sin documentación sin conocer la lengua”.

Su historia pudo tener un final feliz el día que un cliente le pidió que se casase con ella, pero Elena cuenta que solo fue el principio de otra pesadilla. Maltrato, drogadicción... Hasta el día, cuenta, que golpeó a su hijo, y entonces se plantó.

Pidió ayuda primero a la Asociación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas (APRAMP), y después al Centro Concepción Arenal del Ayuntamiento de Madrid con el que ahora colabora para decirle a otras víctimas de trata que salir de ahí es posible.

"Puedes ganar 300 o 400 euros al día, pero tú no te quedas con nada"

También lo hace Julia, que recuerda todavía con horror las horas de frío en la calle, el no ser nada para los hombres que pagaban por ella... “En la calle pasan muchas cosas, te pueden matar y a nadie le importas. Puedes ganar 300 o 400 euros al día, pero tú no te quedas con nada, todo se lo llevan ellos”, recuerda.

Su relato está salpicado de pausas. Le pregunto que si cuando estaba enferma tenía que trabajar. Ella cree que me refiero a los días en los que estaba con la menstruación y me dice que para eso les daban unas esponjas para que se la introdujesen en la vagina y no se notase nada.

Julia y Elena afirman que nadie está por gusto. Que detrás de cada una de esas chicas hay historias similares o peores que las suyas. “Muchas no saben que son víctimas y que esa vida no es vida” dice Julia.

“Un día ayudé a una chica que se estaba desangrando en la calle –cuenta Elena-, unas horas antes la habían obligado a abortar. Miraba a todas partes y me decía, no puedo hablar mucho porque él está cerca y luego me riñe. Eso es tremendo, pero es lo que pasa”.

Después de la entrevista las dos se suben a la unidad móvil que recorre las zonas de mayor prostitución de Madrid. Colonia Marconi, Casa de Campo. Junto a las voluntarias sociales preparan los termos con café y los preservativos. Es una forma de entrar en contacto con las chicas.

"Una mujer que ha soportado trabajar en la calle, puede con todo"

Penélope Piñeira es la coordinadora del centro Concepción Arenal de Madrid. Ella nos describe como se detecta a la víctima de trata. “Muy jóvenes, no hablan apenas el idioma, no tienen documentación y no se acercan a la furgoneta, son las trabajadoras sociales las que van a hablar con ellas. Para que pidan ayuda o pongan una denuncia, hacemos un trabajo constante y a veces lo hacen después de tres años de empezar a contactar con ellas en la calle”.

Después, según Piñeira, se inicia un proceso en el que las apoyan psicológicamente. “Son personas con un estado anímico bajo, cuadros de ansiedad y muy baja capacidad de autocuidado”.

"Pero muchas salen ¿no?", le pregunto mirando a Julia y Elena, y la respuesta es más que positiva: “Aquí les enseñamos a utilizar en otra dirección la fortaleza que han demostrado tener siendo víctimas de trata. Una mujer que ha soportado trabajar en la calle, aguantar esas condiciones indignas tan duras, puede con todo lo que le echen. Ellas pueden conseguir lo que quieran”.