¿Los loros entienden lo que dicen?
- Articulan sonidos gracias al manejo de su órgano vocal especial
- Los estudios científicos no dejan claro si usan las palabras con criterio
Los loros son parlanchines por naturaleza. Son capaces de imitar con gran expresividad y aprender con precisión el habla humana y los sonidos de su entorno, ya sea en la naturaleza o en cautividad. ¿Cómo lo hacen? ¿Comprenden lo que dicen?
No solo los loros, también las cotorras y guacamayos, son capaces de articular sonidos con maestría gracias al diestro manejo de su órgano vocal, llamado siringe. Es una caja ósea, formada por anillos ensanchados y fusionados, situada donde la tráquea se bifurca para formar los bronquios.
La forma y tamaño de la siringe, las membranas vibratorias (cuerdas vocales) de su interior y los músculos que la regulan, varían mucho de una especie a otra. Según su complejidad, será más o menos sofisticado su canto. Las aves cantoras, como los jilgueros o los canarios, tienen una siringe mejor dotada y la manejan con arte; efectúan una gran variedad de tonos y gorjeos según la fuerza con la que pase el aire y pueden incluso emitir dos notas a la vez al manejar cada lado de la tráquea de manera independiente. Por el contrario, otras aves como los buitres, avestruces y algunas cigüeñas, no cantan porque directamente carecen de siringe.
En un punto intermedio se hallan los loros: tienen una siringe modesta a la que sacan buen partido. El más hablador es el yaco o loro gris de cola roja. Es la especie del loro más famoso del mundo científico, Alex, con el que la psicóloga Irene Pepperberg trató de demostrar que estos animales no solo repiten palabras sino que son capaces de entender su significado e incluso manejarlas con criterio.
Inteligencia comparable a un niño de cinco años
Irene compró a Alex en 1977 en una tienda de mascotas cuando éste tan solo tenía un año. Tras 30 años de entrenamiento el loro podía identificar los nombres de 50 objetos, conocía 100 palabras, distinguía colores y formas y cantidades del 1 al 6. En algunos aspectos, Alex tenía una inteligencia comparable a la de un niño de cinco años. Por ejemplo, si le enseñaban un triángulo de papel azul, podía decir su forma y su color y después de tocarlo decir el material del que estaba hecho.
A pesar de ello, no todos los científicos están de acuerdo con la posibilidad de que los loros sean inteligentes. Por eso, Irene se afanó en lograr que las conclusiones de sus estudios observacionales tuvieran validez estadística. Para ello era necesario repetir los experimentos unas 70 veces. Y esto agotaba a Alex. Según cuenta la científica, las primeras 12 incluso 20 veces estaba emocionado, pero llegaba un momento en el que se hartaba, se daba la vuelta, agitaba las plumas y tiraba todo al suelo.
Alex falleció joven, en 2007, con 31 años. Los loros grises suelen alcanzar los 50 años (ojo, quien quiera tener uno como mascota). La noche que murió era 6 de septiembre. Irene estaba trabajando con él en corregir la pronunciación de algunas palabras y enseñándole palabras compuestas. Tras la jornada de trabajo lo llevó a su jaula y Alex se despidió con un “Sé buena. Hasta mañana. Te quiero”. Nunca despertó. Aun así, la ciencia aún no tiene claro si los loros entienden lo que dicen o solo repiten vocablos sin sentido.