En Portada. A propósito de "La Copa de las Copas"
- En Portada analiza el Mundial con un horizonte más allá de lo deportivo
- Retrata la dimensión social del evento y las protestas ciudadanas
- Aborda los retrasos en erradicación del narcotrático y pacificación de las favelas
- La Copa de las Copas actualiza el reportaje que ya emitió En Portada en 2013
- Estreno: 12 de junio de 2014 en La 2
FICHA TÉCNICA
Título: La Copa de las Copas
Guión: Alicia G. Montano
Realización: Susana Jiménez Pons
Imagen y Sonido: Alejandro Coves y Juan Antonio Barroso
Montaje: Jesús Mari Elorriaga. Producción: Ana Pastor y Lourdes Calvo
Comienza el Mundial, la Copa de las Copas. Y como todo lo que rodea al fútbol, - gran espectáculo de un mundo globalizado-, las cifras son millonarias: 4.000 millones de espectadores; 8.000 millones de euros invertidos en estadios e infraestructuras; un país, Brasil, de dimensiones continentales; 12 ciudades y 12 estadios al servicio del esférico.
Los grandes eventos deportivos suelen ser una oportunidad para los organizadores. Sudáfrica se revalidó como país emergente y democracia avanzada, tras la Copa de hace 4 años. Ni la FIFA, ni los medios especializados, confiaban en su capacidad para responder a las necesidades del acontecimiento. Sin embargo, pasó la prueba con buena nota, -un 9,6 según la calificación que hizo a posteriori la Federación Internacional de Fútbol-, y lo que es más importante, colmó los objetivos que se había fijado Sudáfrica: avanzar como país de la mano del fútbol.
El despertar de Brasil y los “elefantes blancos”
En un lugar donde los niños nacen con el pie pegado al balón; se juega en la playa, en el campo, y en las terrazas; en el que no hay una favela que no tenga un campo de fútbol, el éxito del Mundial parece garantizado. En Brasil, un país desigual en el reparto de la riqueza, el fútbol es una religión y el principal nexo de unión entre los de arriba y los de abajo.
“Las previsiones más optimistas aseguran que para el 2015 Brasil podría ser algo más que un país emergente“
Con el Mundial y los Juegos Olímpicos como pretexto; con los mandatos de Lula y Dilma Rousseff y de la mano del desarrollo económico que ha convertido a Brasil en la séptima potencia mundial, la brecha social del país se ha ido cerrando. Persisten las desigualdades; la renta media per cápita sigue siendo muy baja, pero las previsiones más optimistas aseguran que para el 2015 Brasil podría ser algo más que un país emergente y convertirse en la quinta economía del mundo.
“El sector más concienciado de la sociedad brasileña ha puesto lupa de relojero a los gastos del mundial“
La educación y la sanidad han mejorado y los servicios sociales han empezado a llegar, -siempre de la mano de la pacificación-, al corazón de algunas favelas. Pero Brasil, un país poco dado a la protesta, ha despertado y una nueva sociedad, conectada a través del teléfono móvil, ha salido a las calles para decir que no quieren La Copa sin beneficios sociales. El sector más concienciado de la sociedad brasileña ha puesto lupa de relojero a los gastos del mundial. Por ejemplo, al dinero que han costado los nuevos estadios de fútbol, algunos en ciudades como Manaos donde ni siquiera hay un Club en primera División. Los partidos del Nacional, el equipo local, atraen semanalmente a unos 2.000 espectadores, pero el flamante nuevo estadio, el Arena Amazonia, tiene capacidad para casi 44.000.
Los analistas del impacto social de los grandes eventos, denominan a estas obras, costosas y relativamente inútiles, “elefantes blancos”. El origen del término está en la India. Según la leyenda, los elefantes blancos constituían un regalo habitual a los príncipes: un presente envenenado al que había que alimentar hasta su muerte. Como algunos estadios de Brasil, magníficos ejemplares de arquitectura deportiva, que cuando acabe la Copa se convertirán en objetos caros, decorativos y sin propósito.
Guerra y Paz en la favela olímpica
En noviembre del 2012, un equipo de En Portada estuvo en las favelas de Río de Janeiro. Comenzaba a aplicarse el Plan de Pacificación diseñado por José Mariano Beltrame, el Secretario de Estado para la Seguridad. El objetivo era erradicar la violencia, las armas pesadas y el narcotráfico de estos asentamientos en los que, sólo en el Estado de Río, viven cerca de 2 millones de personas.
“Las políticas sociales no han llegado con la rapidez prometida y los moradores de las favelas se sienten engañados“
La seguridad era la principal preocupación de cara al Mundial y a los Juegos y garantizarla el fin supremo de Brasil, convertido en escaparate planetario. La policía pacificadora ha hecho en gran parte su trabajo. En algunas favelas, -porque la mayoría siguen sin pacificar-, donde antes había facciones criminales hoy están las UPP, nombre con el que se conoce a las nuevas comisarías. Pero las políticas sociales, -escuelas, consultorios de salud o el simple asfaltado de las calles-, no han llegado con la rapidez prometida y los moradores de las favelas se sienten engañados. Además, está la sospecha fundada de que los narcos no llegaron a irse del todo.
Así las cosas, en vísperas del Mundial, el ejército ha tomado algunos de los territorios clave, favelas relativamente cercanas a los escenarios del evento. El blindaje se extiende a los estadios de fútbol, donde los enfrentamientos entre aficiones son algo cotidiano. Y mientras, en la calle crecen las protestas aprovechando el altavoz que ofrece la Copa.
Y así, entre derroches propios del Mundial, quejas sobre el comportamiento de la FIFA y voces de los indignados, comienza el Mundial. Brasil es el país que más veces ha ganado la Copa. Esta vez, la verdadera victoria está fuera de juego.
La Copa de las Copas se estrenó el 12 de junio en La 2.