Los relojes se han atrasado una hora con la entrada del horario de invierno
- A las 03.00, hora peninsular, los relojes han vuelto a marcar las 02.00
- El IDAE estima que el ahorro por iluminación en España puede ser del 5%
En la madrugada de este domingo ha entrado en vigor en España el horario de invierno por lo que los relojes se han retrasado una hora: a las 03.00, hora peninsular, han pasado a ser las 02.00, por lo que el 26 de octubre durará oficialmente 25 horas. En las Islas Canarias el fin del horario de verano se ha registrado a las 02:00, momento en el que los relojes han vuelto a marcar las 01:00.
El cambio de horario se lleva a cabo en toda la Unión Europea el último fin de semana de octubre, según lo establecido en la Directiva Europea que rige el denominado 'Cambio de hora' y que afecta a los Estados miembros.
De ellos, tres regresan al horario GMT (Irlanda, Portugal y Reino Unido), 17 sitúan sus relojes a GMT+1 (Alemania, Austria, Bégica, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Francia, Holanda, Hungría, Italia, Luxemburgo, Malta, Polonia, República Checa y Suecia) y los ocho restantes (Bulgaria, Chipre, Estonia, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania y Rumanía) ponen la hora en GMT+2.
La UE adoptó esta medida en 1981 bajo criterios de ahorro energético. La finalidad es adecuar las horas de luz natural a la actividad cotidiana y tiene su origen en la primera crisis del petróleo.
En 1974, algunos países decidieron adelantar sus relojes durante el periodo estival para disminuir su dependencia eléctrica, con el consecuente reequilibrio horario en invierno.
Desde la aprobación de la Novena Directiva, por el Parlamento Europeo y Consejo de la Unión, en enero de 2001, este cambio se aplica con carácter indefinido. Dicha Directiva está incorporada al ordenamiento jurídico español por Real decreto 236/2002, de 1 de marzo. Así, el carácter permanente de la novena directiva establece que el inicio de la 'hora de verano' -cuando se adelanta el reloj una hora- comienza el último domingo del mes de marzo y finaliza cuando se retrasa una hora el último domingo de octubre.
Impacto positivo
La aprobación de esta Directiva está avalada por las conclusiones de un estudio sobre su alcance y efectos, realizado por encargo de la Comisión Europea y presentado al Parlamento en 1999. El estudio concluye que el cambio horario tiene impactos positivos no sólo sobre el ahorro sino sobre otros sectores como el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo y los modos de vida, la salud, el turismo o el ocio.
En concreto, según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el potencial de ahorro en iluminación en España por el cambio de hora puede llegar a representar un 5% del consumo eléctrico en iluminación, equivalente a unos 300 millones de euros.
De esa cantidad, 90 millones correspondería al potencial de los hogares españoles, lo que supone un ahorro de 6 euros por hogar; mientras que los otros 210 millones de euros restantes se ahorrarían en los edificios del terciario y en la industria.
En esta línea, el IDAE enumera un decálogo de consejos para ahorrar energía con la calefacción como abrir las ventanas el tiempo necesario para ventilar las habitaciones -cerca de diez minutos-, apagar la calefacción por la noche y no encenderla por la mañana hasta que la casa esté ventilada y se hayan cerrado las ventanas; cerrar los radiadores que no sean necesarios y apagar completamente la calefacción si va a estar fuera de casa más de un día; instalar adhesivos en puertas y ventanas, lo que puede suponer un ahorro de entre un 5% y un 10% de energía.
Además, si es posible, hay que poner dobles ventanas o doble acristalamiento, lo que supone un ahorro de un 20% de energía; instalar válvulas termostáticas en los radiadores o un regulador para la caldera; mantener la temperatura en los 21ºC; no abusar de la calefacción; poner la temperatura entre 15ºC y 17ºC para dormir por las noches o instalar aislantes en techos y paredes.
La idea del aprovechamiento de la luz natural fue sugerida por primera vez en el siglo XVIII por el científico y diplomático estadounidense Benjamín Franklin. Su propuesta buscaba entonces reducir el consumo de velas.