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Día del libro 2015

'Mi vida, mis libros', memorias de cine

  • Un repaso por las mejores autobiografías de cineastas
  • Renoir, Bergman y Eisenstein, directores que escribieron su vida

Por
Jean Renoir en el rodaje de 'El cabo atrapado' (1962).
Jean Renoir en el rodaje de 'El cabo atrapado' (1962).

Recuerdo el primer libro de cine que leí: Vamos a hablar de cine, de José María García Escudero.Yo debía de tener unos 11 años. Estaba en mi casa dentro de la colección que mi padre hacía por aquel entonces (como tantos otros españoles ávidos de cultura) Biblioteca Básica Salvat RTV. Por acordarme, me acuerdo hasta del número que tenía dentro de la colección, el 51. Lo leí unas cuantas veces. La verdad, no acierto a saber porqué. Recuerdo perfectamente los listados de “las mejores películas de la historia del cine” que venían al final. Yo los leía una y otra vez, pero no había visto ninguna de aquellas películas.

Es curioso, pero en aquella misma colección había otro libro que leí muchas veces, 2001 una odisea espacial. Lo leí bastante antes de haber podido ver la película, que fue tras el exitazo de La guerra de las galaxias. Cuando la pude ver finalmente ya había leído aquel libro (ya digo) unas cuantas veces. Como tenía fotos de la película, yo ya me había hecho mi propia película de 2001. Dicho lo cual, cuando la vi me pareció fascinante. Tanto que la he visto más de 40 veces. En pantalla grande, debo decir. Con muchas anécdotas, también he de decir.

Recuerdo también que el primer libro de cine que leí “de verdad” fue un clásico: Praxis del cine, de Noël Burch. Ya estaba en la Facultad de Ciencias de la Información (rama Imagen y sonido). Tambien era fascinante, pero, a decir verdad, no conocía ninguna de las películas de las que el buen Burch hablaba en su libro. Las conocería años después, ciertamente, desde Los amantes crucificados a Naná de Jean Renoir (y sus “dos espacios”). Conceptos como “el sonido off evoca el espacio off” me acompañan desde entonces.

De la teoría cinematográfica...

Hubo un tiempo, la edad de “formación”, entiendo, que leí muchos libros de teoría cinematográfica. Todos, de hecho, creo. De montaje: Estética del montaje, de Antonio del Amo; Montaje cinematográfico, arte del movimiento , Técnica el montaje cinematográfico, de Karel Reisz, etc.. de lenguaje, ensayos, de producción, de guión, sesudos, ligeros, enciclopédicos, livianos…O sea: todo lo que pueda imaginarse relacionado con el mundo del cine caía en mis manos y lo leía.

Como a los libros les ponía la fecha de compra, aún hoy me asombro al coger alguno de aquellos y ver la fecha en la que los compré (y leí). Da casi miedo pensar que podría ser un frikki, un ratón de filmoteca o un loco que no solo veía cinco películas diarias, sino que además leía libros como Estética de la expresión cinematográfica, de Gianfranco Bettetini, El sentido del film y La forma del film, del tan grande como sesudo Sergei Eisenstein.

...a la práctica vital

Pero hubo un momento, en que descubrí las autobiografías de directores (primero) y luego de otras gentes del cine (especialmente actores). Y decidí que la teoría estaba muy bien, pero que me gustaban más las experiencias vitales. Los libros que citaré (brevemente) a continuación me proporcionaron gozosos momentos. Obvio es decir que los recomiendo todos.

La primera biografía que leí fue la de Raoul Walsh. La vida de un hombre la titularon en España, publicada en 1981 por la Editorial Grijalbo. Fue una lectura gozosa. En verdad aquel director fascinante tenía tras si una vida aún más fascinante. Entre otras cosas había conocido a Mark Twain…

Recuerdo perfectamente también cuando compré y leí de corrido la autobiografía de Luis Buñuel (en colaboración con Jean Claude Carriere, hay que decir), Mi último suspiro. Inolvidable aquel comienzo evocando su desconocimiento de lo que era la lluvia hasta bien entrados unos cuantos años, y muchas otras cosas… la “provocación” de ver a unos curas pasar por la acera de enfrente y la obligación de “apedrearlos” o su deseo de, al morir, levantarse periódicamente de su tumba, comprar un periódico y sentarse a leerlo tomando un vermut, y tras “escandalizarse” volverse a la tumba hasta la próxima. Inolvidable.

Más maravillas de grandes directores: A libro abierto, maravillosa biografía de John Huston; Mi autobiografía, de Charles Chaplin (que, siendo como soy fan rendido de Chaplin no me gusta demasiado. Chaplin tenía un ego tan grande como su talento, aunque la parte de su infancia y comienzos es estremecedora).

De otro cómico inolvidable, Buster Keaton, imprescindible leer Slapstick, una autobiografía más bien triste que cómica de unos de los mejores cómicos del cine.

Maravillosa la autobiografía de Jean Renoir, Mi vida, mis films. Del humanista que fue Renoir, me queda el recuerdo de su emotiva evocación a otro grande del cine francés, Jacques Becker, quien fuera en varias ocasiones su ayudante de dirección, (falleció a una edad inmerecida) y a quien llamaba su hijo.

Me parece fantástica la (semi) autobiografía (o algo parecido) de Akira Kurosawa, en la que el gigante japonés decía aquello tan hermoso que se me quedó grabado en la memoria: “He olvidado que la creación es memoria”.

Me parece igualmente maravillosa la autobiografía de Vincente Minnelli, Recuerdo muy bien, toda una declaración de amor a la industria del espectáculo, a eso que se llama show bussiness por alquien que lo conoció muy bien. Y maravillosa me parece la mentirosa autobiografía de Federico Fellini Apuntes, recuerdos y fantasías, en la que el cineasta reconocía que muchos de sus recuerdos eran inventados, pero “ciertos”.

El poco sueño de Bergman y la cita secreta de Capra y Eisenstein

Me resultan fascinantes las memorias de Ingmar Bergman, La linterna mágica, y me quedó en la memoria al leerlas cuando decía que a él le bastaban cuatro horas para dormir, y que tras ellas, se despertaba totalmente despejado. ¡Qué envidia!... a mí me hacen falta unas cuantas más… y no me despierto totalmente despejado.

También me apasionan las Memorias inmorales de Sergei Eisenstein (que era homosexual). Es revelador cuando cuenta, emocionado, el momento en que Chaplin le proyectó, para él solo, Luces de la ciudad en su casa de Los Ángeles, con el mismo Chaplin haciendo la música in situ al piano.

Y también me encantan las memorias de Frank Capra El nombre encima del título (aclaración: Capra fue el primer director de Hollywood en poner su nombre por delante del título). Una biografía apabullante, llena de pasión y de muchas cosas que de dejan boquiabierto. Curiosidad: Capra admiraba a Eisenstein, y cuenta cómo durante la guerra (EEUU y la URSS eran aliados, no hay que olvidarlo) quiso conocer al maestro soviético, pero, era decir su nombre y todo el mundo salía espantado. No entendí nada, pero días después, en secreto, alguien le concertó una cita con Eisenstein en un bar recóndito de las afueras de Moscú. El director de El acorazado Potemkim le confesó que estaba aterrorizado por su vida. Eran los tiempos en los que Stalin se quitaba de en medio a todo disidente. Y Eisenstein había hecho Iván el Terrible y el ególatra de Stalin se vio reflejado en la pantalla y no le gustó nada. Eisenstein moriría en 1948 de un infarto, pero está claro que el terror que vivió durante aquellos años con el camarada Stalin le pasó factura.

Dos grandes directores que me encantan escribieron sus biografías, muy recomendables ambas: Un árbol es un árbol, de King Vidor, el cineasta del individuo y de la solidaridad (sí, en El pan nuestro de cada día) y Diversión en una lavandería china de ese fotógrafo excepcional y creador de un mito, Marlene Dietrich, que fue Josef Von Sternberg.

Vidas de guionistas y actores

Por cierto, con Sternberg se despachaba bien Frederica Sagor Maas, guionista en el Hollywod naciente de los años 20, en su autobiografía La escandalosa señorita Pilgrim. En ese libro, apasionante, le retrataba como un ser despótico y sobre todo como un grandísimo tacaño.

Hablando de guionistas, muy recomendable la autobiografía de Ring Lardner Jr, Me odiaría cada mañana. Escritor, guionista, alcohólico, sofisticado y culto, perseguido por la caza de brujas de MacCarthy, el título hace referencia a que si él hubiera hecho lo que otros hicieron (y da detalles de Elia Kazan muy significativos) él “se odiaría cada mañana al mirarse al espejo.

Voy a terminar (sería interminable la cosa si no paro) con un maravilloso libro de memorias de un actor maravilloso. Fue Custer y fue Robin Hood. Y fue Wyat Earp y el Capitán Blood. Sí, Errol Flynn, quien en su libro Memorias de un vividor, cuyo título ya lo dice todo, fue buscador de tesoros, aventurero, pirata, castrador de corderos… hasta estrella de cine y probablemente mujeriego. Todo eso lo contaba, y algunas cosas más, Errol Flynn en ese maravilloso libro.

Hay más, pero, por esta vez, es suficiente… en unos minutos recordaré algo imprescindible. Pero ya he echado el cierre. Espero que estas evocaciones le sirvan a alguien para leer alguno de estos libros y que disfrute tanto como yo disfruté con ellos…

Ah… sí, se me olvidaba, ya sabía yo.. esa novela que leí hace 25 años sobre la historia de Hollywood desde Edison, la guerra de las patentes, el cine mudo y el trauma de la llegada del sonoro, el plantón de Greta Garbo a John Gilbert en el altar, la lucha por Scarlett OHara o Marilin Monroe. Se llama Moviola, y la escribió el escritor, guionista y director de una película Garson Kanin.

Ahora sí, lo dejo…