'Trilogía de la ceguera', un desconcertante viaje a través de los sentidos
- Tres autores diferentes adaptan y unen la trilogía del belga Maurice Maeterlinck
- Parte de la obra se desarrolla a oscuras y el espectador será "un ciego más"
- La pieza estará en el Centro Dramático Nacional de Madrid hasta el 24 de mayo
Imagínese ser ciego. No poder ver nada y que algo esté pasando. Estar perdido pero oler y sentir el peligro. Usted, espectador, es un personaje más y está, al igual que los protagonistas, en la más profunda oscuridad.
Al menos durante los 40 minutos que dura Los Ciegos, la tercera parte de la Trilogía de la ceguera de Maurice Maeterlinck, que puede verse en la Sala Valle-Inclán del Centro Dramático Nacional (CDN) en Madrid, hasta el 24 de mayo.
La imaginación, el juego con los sentidos y el suspense son algunos de los hilos conductores de esta trilogía, compuesta por tres piezas que fueron diseñadas y escritas por el autor belga, premio Nobel de Literatura en 1911, a finales del siglo XIX de forma independiente: La intrusa, Interior y Los ciegos.
En el CDN, esta inquietante y arriesgada propuesta va más allá a la hora de intentar involucrar al público con la historia y decide apagar las luces en la última parte. ¿Para qué? Para que viva la misma suerte que sus personajes, que son ciegos y están desorientados en un espacio que no reconocen. Las voces, los gritos y los ruidos mantendrán en vilo al espectador, que tendrá que averiguar, a través de inconexos diálogos y perturbadores sonidos, qué es lo que ocurre.
Pero, antes, si retrocedemos unos minutos, nos hemos enfrentado a otro reto totalmente diferente: a lo largo de la primera parte de la obra, La intrusa, uno debe fiarse más de lo que ve que de lo que escucha. Cada uno de los siete personajes que tenemos en el escenario es una escena: unos susurran, otros pelean, otros intercambian gestos de complicidad. El espectador aquí se verá deslumbrado por la cantidad de pequeñas cosas que van sucediendo ante sus ojos.
Reflexión sobre la condición humana
Aunque, en principio, ninguna de las obras guarda relación entre sí, Vanessa Martínez, Antonio C.Guijosa y Raúl Fuertes las han adaptado y unido en un único espectáculo.
Cada una de las partes está dirigida por uno de ellos pero el elenco es el mismo -los actores, en cada una de las piezas, caracterizan a personajes distintos-. Pero sin duda, el elemento común a las tres es la reflexión que el autor hace -y que los directores interpretan- sobre la condición humana, y en concreto, sobre la vida y su contrario, la muerte.
En La intrusa, una mujer está gravemente enferma (no la vemos, la imaginamos) y su extraña familia aguarda en una habitación noticias sobre su salud. Algunos saben realmente cuál es el estado de la paciente, otros lo intuyen. La abuela, ciega, sospecha que todos mienten. Todos esperan, inquietos, sin saber muy bien qué.
Por contra, Interior, nos presenta a dos desconocidos que son incapaces de acceder a un espacio. Llegan decidos a entrar porque deben comunicar a una familia que una de sus hijas ha muerto, pero al observarlos a través de las ventanas, se paralizan. La habitación que miran y sobre la que hablan, situada en el centro del escenario, es imaginaria (no la vemos, reconstruimos los hechos con lo que nos van contando). Nuevamente, esperan.
El misterio y el suspense dominan la obra final, Los ciegos. Un grupo de personas invidentes pierden durante una excursión a su guía y se quedan, prácticamente abandonados, sin saber qué hacer o hacia dónde ir. Poco a poco irán siendo conscientes de la amenaza que les rodea.
Bombas de relojería
La muerte atraviesa todas las historias, a veces como anuncio, otras como presencia, e incluso como amenaza. Los autores entienden las obras como "bombas de relojería", que combinan el suspense con los miedos básicos del hombre contemporáneo: la soledad, la pérdida de la identidad y el sentido vital, lo sobrenatural, lo insondable e inenarrable, lo desconocido, la locura y la otredad.
Además, entienden que Maeterlinck, con su manejo del misterio y del suspense anticipa la esencia de mucho cine contemporáneo. Martínez, durante un encuentro con el público, ha asegurado que grandes autores como Hitchcock, Kubrick o Becket son deudores de la literatura del premio Nobel belga.
El Centro Dramático Nacional señala que uno de sus objetivos es recuperar el repertorio de autores europeos contemporáneos ya que, en el caso de Maeterlinck, esta es una de las primeras veces que sus textos se representan en circuitos oficiales españoles.
El teatro simbolista de Maeterlinck cautiva y desconcierta, pero al tiempo, transmite emoción. En las tres obras, en medio de los siempre excéntricos personajes, siempre hay un bebé, y con él, cierta esperanza. Al final de Interior comentan: "El niño no se ha despertado". El niño, sigue, por tanto, tranquilo y dormido. Es un símbolo, explican los autores, no sospecha lo que ha pasado y tiene toda la vida por delante.