Álex de la Iglesia: "La situación actual es la de una comedia falsa"
- El director y sus actores toman San Sebastián para presentar Mi gran noche
- Mario Casas y Raphael son dos cantantes que rivalizan en la grabación de un especial de Nochevieja
- La película, participada por TVE, se estrena en salas el 23 de octubre
Un estreno de una película de Álex de la Iglesia en San Sebastián es una invasión. El reparto coral de Mi gran noche ha tomado el festival con los focos apuntando especialmente a dos estrellas: Mario Casas, por el furor adolescente, y Raphael, por magnetismo general.
En Mi gran noche interpretan a dos cantantes que rivalizan en la alocada grabación de un especial de Nochevieja. Por esa fiesta simulada deambulan Santiago Segura, Carmen Machi, Carlos Areces, Terele Pávez, Blanca Suárez y muchos más.
Como sucedió con Amenábar, división en las primeras sesiones entre los que conectan con la comedia grotesca y los que piensan que está un punto por debajo de su último trabajo: Las brujas de Zugarramurdi. Álex de la Iglesia atiende a RTVE.es antes de ver él mismo la película rodeado de especatdores en el Kursaal. “Si no se ríen, es la escenificación del infierno”, bromea.
P.: Mi gran noche se relaciona rápidamente con Muertos de risa: comedia salvaje con el mundo televisivo de escenario.
R.: Sí, y también tiene que ver con La comunidad. Es muy bonito cuando llega un momento en el que parece que estás dialogando o compitiendo contigo mismo. La gente no compara tus películas con la de los demás, sino con las tuyas. Pero sí, hay ideas de Muertos de risa y de La comunidad, donde ya había una fiesta falsa que aquí es el origen de toda la película. Un grupo de gente encerrado que tiene que reír, aplaudir, de algo que no les hace ninguna gracia. Ni siquiera es fin de año, es octubre, y tienen que sobrevivir a eso. Es una buena manera de contar cómo me siento y veo la situación actual: una situación de comedia falsa.
P.: ¿Actual o siempre la has visto así?
R.: Siempre la he visto así. Las cosas sencillamente van in crescendo. La realidad se antoja una creación de alguien que va insistiendo en diferentes temas y uno de ellos es la comedia grotesca.
P.: La vida es una fiesta falsa y encima nos obligan a bailar. La clave es ese diálogo de Pepón Nieto: “¡Somos figurantes! Cuando tenemos que aplaudir, aplaudimos. Y cuando nos dicen que riamos, reímos”.
R.: Exacto. Esas es la clave de la película. Te das cuenta de que eres un figurante en tu propia vida, que no tomas decisiones, que te dejas llevar, haces lo que los demás te dicen, te crees lo que dicen lo demás. ¡Sal de ahí! No te creas lo que dicen los demás. Lucha por lo que tú crees que es bueno para ti. Su madre (Terele Pávez) es la única que no comulga porque a ella no le han inoculado el veneno.
P.: Si Las brujas de Zugarramurdi era una película sobre tu atracción, pero sobre todo aversión a las mujeres, Mi gran noche es sobre esa misma relación con la televisión.
R.: Me gusta lo que me genera contradicción, lo que dices qué bien y qué miedo. La televisión es muy divertida, pero me asusta mucho.
P.: Y la presencia de Raphael te sirve para conectar con esa fascinación-repulsión que la televisión ejerce sobre ti desde niño. Es, como decías en otra entrevista, “una zona de tu cabeza”
R.: Rapahel es una maravilla. Ha sido generoso porque también está hablando de sí mismo.Cuando era niño, miraba por la ventana y había manifestaciones, carreras y grises . Te encerrabas a ver lo que daban por la tele y había otro tipo de locura. Los dibujos de la Warner, los jueves por la noche en la segunda cadena, eran para mí lo más importante: el Pato Lucas, el Coyote y el Correcaminos. En ese orden. EL pato Lucas, tenía ese punto de loco que me encantaba.
Y luego esos programas: 300 millones, que lo daban los domingos por la tarde y decías: ¿Qué es esto? ¿Qué le pasa a esta gente?
P.: Esas manifestaciones y carreras de las que hablas están en la película, cercando el plató de televisión en protesta por un ERE.
R.: Cuando ves el telediario te da esa sensación de que estás en una habitación en la que todo lo que sucede fuera es una especia de caos, Y la vida te exige salir: ese momento en el que los personajes empiezan a salir del plató como a escondidas me resultaba muy atractivo.
P.: La película bromea con ese mantra televisivo de que los guiones sean lo más sencillos posibles para que “los entienda todo el mundo”. Haneke dice que considerar al espectador como alguien tan inteligente como uno mismo es una postura moral. ¿Cuál es tu relación con el espectador?
R.: Para mí es un amigo. El cine tiene que ser como una fiesta en la que invitas a la gente a pasárselo bien, pero claro, en mi fiesta me gusta pinchar mi música. Intento buscar, entre los temas musicales que me gustan, los que gustan a todo el mundo, pero a veces suelto un tema que no es de dominio público. Pero, en primer lugar, lo que hay es una intención de generosidad, de querer gustar. Hay directores que convierten al público, en su enemigo, que hacen lo imposible para que te sientas incómodo. No te digo que sea el caso de Haneke, porque él es buenísimo, pero no creo que la norma sea ponérselo difícil porque le consideras un tipo muy inteligente, porque de alguna manera le estás retando y diciendo: ¿serás capaz de entenderme? Eso no me gusta. Todo el mundo sabe qué tipo de cine hago y quién soy. No engañas a nadie.
P.: Aunque sea tu película más coral, no se puede dejar de destacar el trabajo de Carlos Areces, que resulta ser el actor que más tiene que ver con tu universo: sabe ser gracioso, triste y ridículo.
R.: Tiene humor en las venas. Me recuerda mucho a José Luis Vázquez. Es un actor que es como España. Es el tipo que puede hacer cualquier cosa. Esa mirada que tiene divertida, pero ultraseria. Le miras y dices: qué papitos. No le puedo querer más. Siento fascinación por Carlos.