El rastro sangriento del marfil
- Más de 30.000 elefantes son asesinados cada año por cazadores furtivos
- La explicación está en sus codiciados colmillos
- La artesanía labrada con estas piezas alcanza precios desorbitados en China
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Hong Kong. 15 de febrero de 2012. 09:55 am.
En un rincón de la bulliciosa península de Kowloon, las tiendas de Tsim Sha Tsui levantan sus persianas metálicas, exhibiendo un abundante surtido de objetos de lujo, como joyas o estatuillas labradas con exquisita delicadeza.
Lo mismo sucede más allá de la bahía, en las calles que trepan por las laderas de la isla de Hong Kong, donde los escaparates ejercen su poderoso magnetismo sobre hombres y mujeres trajeados que caminan con prisa hacia todas partes.
El dinero es la religión verdadera de la ciudad. El alma de este dragón asiático se nutre de un consumo frenético, y en sus entrañas hay espacio para todas las mercancías del planeta, sean legales o ilegales. El marfil, por supuesto, es una de ellas.
Chad, cerca de la frontera con Camerún. 15 de febrero de 2012. 02:55 am.
En el mismo momento en el que los comercios de Hong Kong abren al público, a miles de kilómetros de distancia, un grupo de hombres descansa en el interior de una choza. Todos tienen un fusil AK-47 al alcance de la mano. Es su herramienta de trabajo.
Llevan varias semanas realizando incursiones a caballo en el Parque Nacional Bouba N´Djida, en territorio de Camerún. Ya han matado a decenas de elefantes, solo para arrancarles los colmillos a hachazos. Detrás de sí, han ido dejando un reguero de gigantescos cadáveres mutilados.
Cuando el ejército camerunés se decida por fin a actuar y ahuyente a los furtivos, a finales de marzo, habrán muerto más de 450 paquidermos, en la mayor matanza perpetrada hasta la fecha.
Hong Kong y Camerún son solo los extremos de una de las múltiples cadenas que se crean alrededor del comercio ilegal de marfil, un negocio que genera decenas de millones de euros al año. Según datos que maneja la ONG 'Save the elefants', solo entre 2011 y 2013 se produjeron más de 100.000 muertes de elefantes a manos de cazadores furtivos, con unos 33.500 ejemplares asesinados por año. Desde entonces, estas macabras estadísticas se han sucedido a un ritmo similar.
Los datos evidencian la grave situación a la que se enfrenta la especie: a principios del siglo XX vivían más de veinte millones de elefantes en África. Actualmente, no llegan a 500.000. Entre 2002 y 2011 las matanzas se recrudecieron. En este período, la población de elefantes de bosque se redujo un 62% (en África existen dos especies de elefante: el de bosque y el de sabana). Coincidió con el crecimiento económico de China, el principal país consumidor de marfil junto con Tailandia.
“Entre 2002 y 2011, la población de elefantes de bosque africanos se redujo un 62%. “
En el caso del elefante asiático, hay que tener en cuenta un factor importante: las hembras suelen carecer de colmillos. Sin embargo, la mayoría de los machos sí que los poseen, aunque sean mucho más pequeños que los de los africanos; y la caza indiscriminada, unida a una sistemática destrucción de su hábitat, también están oscureciendo su futuro. De los cerca de 100.000 ejemplares que había a principios del siglo XX, su población se ha reducido más de la mitad en las últimas décadas, según estimaciones de la organización ecologista WWF.
Detrás de este baño interminable de sangre hay una razón de peso: los más de 1.800 euros a los que se llega a pagar el kilo de marfil en bruto. Hay que tener en cuenta que la pareja de colmillos de un ejemplar adulto de elefante africano puede superar los cien kilos. La multiplicación es sencilla.
Redes criminales especializadas
Alrededor del comercio de marfil se han desarrollado redes criminales altamente especializadas, que cuentan con los últimos avances en tecnología, como equipos de visión nocturna o medios aéreos. "Son grupos fuertemente armados que entran en las zonas donde se encuentran los elefantes, los matan y arrancan sus colmillos", explica Luis Suárez, responsable del programa de Especies de WWF España. "A veces, pueden ser incluso grupos paramilitares, como es el caso del Ejército de Resistencia del Señor, acaudillado por Joseph Kony, en Uganda, que se financia en parte con la venta de colmillos de marfil".
El camino que sigue después el marfil hasta llegar al sudeste asiático es casi siempre el mismo. Las piezas se transportan a través de países africanos con escasa vigilancia aduanera, hasta que alcanzan algún puerto del Índico, como Mozambique. Allí se camuflan en contenedores de carga para viajar a Vietnam, Laos y Myanmar, donde pueden cruzar sin dificultad la frontera terrestre hacia China continental.
“El marfil llega al sudeste asiático camuflado en contenedores. “
El tráfico ilegal de China con sus países fronterizos ha alcanzado niveles alarmantes. Se trata de economías subdesarrolladas, en las que existe un escaso control de las autoridades, y este comercio puede suponer una importante fuente de ingresos para sus habitantes. Además, las políticas por parte del Gobierno chino para controlar el tráfico ilegal de especies son muy débiles. A lo que hay que sumar la coexistencia de un mercado legal con uno ilegal, lo que hace aún más difícil el control.
Hong Kong, epicentro mundial
Pero también pueden llegar directamente al puerto de Hong Kong, el epicentro mundial del mercado de esta materia prima. En la antigua colonia británica, el marfil ilegal se confunde fácilmente con el legal, que es el que se obtuvo en bruto antes de 1990, año en el que se prohibió oficialmente.
En los escaparates de sus lujosas tiendas de artesanía, los incisivos aparecen reducidos a minuciosas filigranas por las que se pagarán precios astronómicos. La delicadeza de estas tallas contrasta con la terrible brutalidad que esconden y que ha dejado tras de sí un reguero de cientos de miles de cadáveres.