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Georges de La Tour, el pintor olvidado que dominó la luz

  • El Museo del Prado acoge una muestra de 31 obras del pintor francés
  • De La Tour cayó durante años en el olvido y fue "redescubierto" en 1915

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'La Buenaventura' representa el engaño a un incauto.
'La Buenaventura' representa el engaño a un incauto.

La historia del pintor francés George de La Tour (Vic-sur-Seille, 1593 - Luneville, 1652) supone una paradoja en el mundo del arte: gozó de reconocimiento en vida pero durante décadas cayó en un olvido absoluto y fue “redescubierto” al mundo por un grupo de investigadores a principios del siglo XX, aunque siguen existiendo muchas lagunas sobre su vida y obra.

De La Tour está valorado como uno de los artistas más importantes del siglo XVII en Francia, por su personalísimo estilo y su dominio de la luz que situaba en un punto concreto creando atmósferas únicas que irradian emoción.

Georges de La Tour en el Museo del Prado

Georges de La Tour en el Museo del Prado

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Su caída en el ostracismo se debe, en parte, a que muy pocas de sus obras estaban firmadas y datadas, e incluso se atribuyeron por su características a autores españoles como Zurbarán o un joven Velázquez o a la escuela flamenca.

El Museo del Prado, que cuenta en sus fondos con dos cuadros del pintor, recoge en una muestra 31 obras del francés, en una oportunidad única para acercar su personalidad artística a nuestro país donde no es muy conocido. ("Georges de La Tour", del 23 de febrero al 12 de junio). La exposición de la pinacoteca madrileña es excepcional, ya que de Georges de La Tour solo se conservan cuarenta pinturas.

La imagen de la pobreza más desgarradora

Su mirada inconfundible se aprecia en todas sus creaciones. En una primera etapa, De La Tour cae fascinado por los personajes humildes de los bajos fondos

'Tañedor de zanfonía con perro'. Bergues, Musée du Mont de Pieté- Ville de Bergues

Reviste sus vidas de dignidad en unas impactantes escenas que a su vez muestran violencia, y la desolación de la pobreza más extrema. Estas obras están encuadradas en las calificadas como “pinturas diurnas”.

En este viaje de experimentación, la técnica del pintor evoluciona y se centrará en cuadros de matiz más canallesco como Los tramposos [Ver fotogalería], de los que realiza diferentes réplicas y versiones, a veces de forma obsesiva, en los que incorpora diferencias sutiles sobre un mismo tema.

Los tipos físicos retratados se van dulcificando en sus pinceladas. La crudeza de sus mendigos de los primeros tiempos contrasta con la delicadeza que exhibe en sus austeras pinturas de temática religiosa.

Destacan por su sobriedad y apenas ofrecen motivos sagrados que den pistas sobre su contenido. Los ángeles de De La Tour no tienen alas, y sus santos carecen de halo. La crítica francesa lo denomina “religiosidad laica”: obras en las que el autor humaniza a los personajes divinos, en palabras de Andrés Úbeda, uno de los comisarios de la exposición y jefe de pintura italiana y francesa del Museo del Prado.

“En la ultima sala hay una obra que lleva un título de conveniencia se llama El recién nacido pero en realidad es una sagrada familia que tiene características sorprendentes, como la ausencia de San José, la asimetría, el enorme protagonismo de Santa Ana, y la enorme humanidad de las mujeres que contemplan de forma maternal al niño que no tiene nada de divino”, explica a RTVE.es el experto de la pinacoteca.

'El recién nacido', Rennes, Museo de Bellas Artes.

La obra del artista francés alcanza la cumbre con sus “pinturas nocturnas”. Su captura de la luminosidad, herencia de Caravaggio, le sitúa a la altura de los maestros tenebristas del Barroco.

Sus célebres “noches” son monocromas y tienden al geometrismo. Componen conjuntos conmovedores, en los que la luz parte de un punto concreto como una vela, casi siempre, o un brasero. Un ambiente mágico en el que personajes aparecen inmersos en la reflexión, la soledad y el silencio. Es la impronta personal de un autor enigmático que nació al universo del arte hace apenas cien años.