Joël Dicker: "El éxito no puede fabricarse"
- RTVE.es entrevista al escritor suizo, que presenta El Libro de los Baltimore
- Con solo 30 años, su anterior novela vendió más de tres millones de ejemplares
- "Mi vida no es interesante para contarla, quiero vivir a través de otros", dice
- "La creatividad no es una magia que surge, es trabajo", reflexiona Dicker
TÍTULO: El Libro de los Baltimore
EDITORIAL: Alfaguara
NÚMERO DE PÁGINAS: 488 páginas
PRECIO: 21,90€
TRADUCCIÓN: María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego
Con solo 30 años, el suizo francófono Joël Dicker ha vendido ya más de cuatro millones de libros en todo el mundo. La verdad sobre el caso Harry Quebert (2012, en España 2013), su anterior novela y segunda publicada, se convirtió en un fenómeno planetario con tres millones de ejemplares adquiridos en todo el mundo y lectores de 38 idiomas distintos, además de cosechar premios como el Goncourt des Lycéens o el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa. Ahora presenta en España El Libro de los Baltimore (Alfaguara, 488 páginas, 21,90€), cuyas cifras en Francia ya prometen: número 1 en ventas con 600.000 ejemplares.
Pero, y pese a su juventud, el éxito no nubla a Dicker, entre otras razones porque antes de alcanzarlo conoció el rechazo de las editoriales y tiene cuatro novelas anteriores sin publicar. Y también porque, según confiesa a RTVE.es en una entrevista, cree que es algo que "nunca se puede esperar".
"El éxito es algo que no se fabrica. Si uno intenta fabricarse ese éxito, el lector lo nota enseguida. Se puede tratar de machacar a la gente con publicidad y obligarles a comprar, pero eso no es el éxito. Es curioso que en español la palabra sea 'éxito', pues me hace pensar en la palabra excitación en francés, que es algo que se produce entre la gente; es un sentimiento y los sentimientos no se fabrican, no se inventan", reflexiona el autor, que añade que escribe porque desea "transmitir un mensaje y compartir algo", pero "sin saber si eso va a funcionar o no". "Yo soy muy consciente de que hay libros que tienen éxito y otros no. Y eso es la vida", subraya.
La madurez con la que Dicker digiere la fama obedece a ese hecho de llevar "un tercio" de su vida dedicado a la literatura, diez años escribiendo que hacen que ese éxito no se le haya "subido a la cabeza". No obstante, el escritor suizo admite que ha tenido "muchísima suerte" y que la vida le ha "mimado" porque "hay gente que trabaja toda una vida y no consiguen ese éxito".
Vuelve Marcus Goldman
En El Libro de los Baltimore, el autor francófono vuelve a convertir al escritor Marcus Goldman en protagonista de la historia, el mismo que en La verdad sobre el caso Harry Quebert. La novela arranca con su primo Woody a punto de ingresar en prisión, con el que pasa su último día en libertad en Baltimore. Al regresar a casA, recibe una llamada desesperada de su tío Saul, que le comunica que ha sucedido algo muy grave. Marcus emprenderá en ese momento un largo camino para desvelar los secretos de la historia familiar y de sus admirados tíos y primos, los Goldman-de-Baltimore, mucho más glamurosos que los Goldman-de-Montclair a los que él pertenece.
Dicker, que derrocha amabilidad a lo largo de la entrevista, recuerda que esta su séptima novela la empezó a escribir antes de que estallase el éxito de la anterior y que, simplemente, "tenía ganas" que Marcus Goldman volviese a ser su protagonista y enlazar dos obras que no fuesen independientes, como las anteriores, sino que guardasen un vínculo -ha confesado que quiere hacer una trilogía-. Reconoce que, en un momento dado, cuando sobrevino el éxito en Francia de La verdad sobre el caso Harry Quebert, dudó sobre cómo continuar El libro de los Baltimore, pero tuvo la "suerte" de tener que hacer promoción en varios países en los que se iba publicando y en cada uno de ellos tenía que "empezar de cero". "Esto me permite trabajar en otros proyectos de forma bastante tranquila y sosegada, porque me encuentro en una especie de espera de no saber qué va a ocurrir y si va a ser un éxito o no", explica.
Con el dominio del suspense que exhibió en su obra anterior, el escritor introduce en su nueva obra ingredientes como el dinero, el poder, la fama, las relaciones fraternales y de amistad y, sobre todo, la envidia. "El Libro de los Baltimore se trata realmente de la historia de la envidia", cuenta Dicker, que apunta que, al igual que en el caso de Harry Quebert, ahora Marcus Goldman "vuelve a enfrentarse a sí mismo". "Encontramos a muchísimos personajes impregnados de envidia, pero al final realmente es Marcus el que genera ese sentimiento con respecto a sí mismo, porque la envidia nunca se relaciona con los otros, sino con uno mismo, el otro es nuestro espejo", dice.
El autor ginebrino niega sistemáticamente que Marcus Goldman, un joven escritor de éxito, sea su alter ego, pero admite que, después de varias novelas en las que había un "desfase" entre el narrador de la historia y él mismo -Los últimos días de nuestros padres, su primera obra publicada y que está ambientada entre 1939 y 1955-, quería contar la historia "a través de la mirada" de alguien de su "misma edad". "Eso me ha permitido narrar la historia con más facilidad porque es mi época y porque se parece a mí en cuestiones menos esenciales como, por ejemplo, el hecho de que Marcus no tenga hijos, pero no se puede decir que hay una relación entre su forma de pensar y sentir y la mía", advierte.
"La creatividad no es magia, es trabajo"
Gran admirador de la literatura norteamericana, y especialmente de John Steinbeck, al que hace "vivir" en su nueva novela con un pequeño homenaje a De ratones y hombres, cree que su propio estilo literario, que mezcla distintas épocas en las que se desarrolla la acción, "juega con distintos elementos al mismo tiempo" y son estos los que generan de manera "involuntaria" el suspense de sus obras. "Gran parte de los elementos que generan ese suspense son elementos involuntarios y que me permiten ubicarme en la historia, porque si quiero que mis lectores me sigan tengo que saber exactamente dónde estoy yo, así que sobre todo se trata de que yo me entere, de no perderme", revela.
En cuanto a su forma de trabajar, Dicker, un convencido de que son las ideas las que vienen al escritor, asegura que necesita hacerlo "sin plan previo" porque, a su juicio, es la única forma de "ir avanzando" y no estar "condicionado".
En la década que lleva escribiendo, el joven autor nacido en Ginebra en 1985, dice haber aprendido dos cosas importantes. La primera, que su propia vida "no era interesante como para escribir un libro", de lo que se percató tras hacer dos primeras novelas en las que hablaba de sus "sentimientos" y su "visión del mundo" y darse cuenta de que no tenían interés ni siquiera para él mismo. "Esto me ha permitido entender que lo que me apetecía era contar una historia nueva y, por eso, cuando yo digo que yo no soy Marcus, es que no lo soy, porque a mí lo que me gusta, lo que me emociona, lo que me apetece es vivir otra vida a través de otros personajes", sostiene.
La otra gran enseñanza que le ha dado los años de experiencia es el "no tener miedo a echar marcha atrás" y "cortar mucho" cuando es necesario: "Si antes me daba cuenta de que había 50 páginas que no había forma de encajarlas en el libro, pensaba que si las quitaba era como si fuera para atrás, pero he entendido que quitarlas, al contrario, es un gran paso hacia adelante y que era necesario escribirlas para comprender que eso no iba a funcionar y saber hacia dónde tenía que dirigirme", revela Dicker, quien confiesa además que es un escritor al que le gusta llevarse consigo todo el rato a sus personajes, cuando deja de escribir, porque si tiene ganas de pasar tiempo con ellos es una "buena prueba" para saber si realmente "funcionan y tienen su propia existencia".
Trabajador incansable, incluso cuando está de promoción como ahora, Dicker no deja de escribir aunque sea un rato: "Yo siempre tengo un proyecto entre manos. Quizás no haga nada con ello y no quiere decir que vaya a ser la siguiente novela, pero es una forma de estar siempre rumiando alguna cosa, de despertar la curiosidad, es una especie de entrenamiento, de práctica. Si uno quiere correr la maratón, no puede ir el día mismo del maratón a correr esos 40 kilómetros, hay que correr un poco todos los días y todas las semanas durante un tiempo. Para mí la creatividad no es una especie de magia que surge, no es un genio que surge, es trabajo; un trabajo como cualquier otro", dice, con toda la tranquilidad del mundo, un treintañero que vende libros por millones.