Richard Ford, el escritor feliz
- El autor estadounidense es Premio Pulitzer y Premio Faulkner
- Su reconocimiento llegó con El periodista deportivo (1986)
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"Te tiene que gustar lo que haces cuando escribes libros. No es un trabajo duro, pero puede ser tedioso. Pongo humor en las historias porque yo tengo sentido del humor. Me gusta eso. Y creo que hace las partes más graves y oscuras de la historia más agradables. Pero, a decir verdad, en el sentido más práctico quiero divertirme a mí mismo. Si de repente estoy escribiendo algo y me hace reír, soy más feliz. Y eso hace el proceso de estar en mi habitación durante muchas horas y días más placentero". Así se refería a su relación con la literatura el escritor estadounidense Richard Ford, nuevo Premio Princesa de Asturias de las Letras a sus 72 años, hace apenas seis meses en declaraciones a RTVE en su última visita a España.
Ford (Misisipi, EE.UU., 1944) presentaba entonces su último libro Francamente, Frank (2014; Anagrama, 2015), en el que recuperaba por cuarta vez a su alter ego Frank Bascombe, el personaje literario que mayor reconocimiento le ha brindado y que le consagró como escritor: con su primera entrega, El periodista deportivo (1986), fue finalista del Premio Faulkner, y con la segunda, El día de la independencia (1995), ganó a la vez el Pulitzer y el Premio Faulkner -única novela que lo ha logrado-. Completa la saga Acción de gracias (2006).
Considerado como uno de los grandes narradores norteamericanos, heredero de los clásicos y definido por el jurado del Princesa de Asturias como "el gran cronista de la sociedad norteamericana", a Richard Ford, no le gusta que le etiqueten, ni como sucesor de otros gigantes de la literatura anglosajona, como Ernest Hemingway, ni dentro de corrientes literarias, como la del 'realismo sucio', aunque se reconoce influenciado por sus paisanos William Faulkner -"inevitable si has nacido en Misisipi"- y Eudora Wilty.
A la literatura por azar
Alto, atractivo y con unos intensos ojos azules que conforman su planta de actor de cine, Richard Ford llegó a la literatura prácticamente por azar. Hijo de un comerciante y una campesina de Arkansas, Ford sufrió la pérdida de su padre con 16 años. Se convirtió en un chico problemático al que le gustaba meterse en peleas, aunque su madre lo envió a vivir con sus abuelos y allí se encarriló, aunque le quedaría para siempre su gran afición al boxeo, que sigue practicando.
Aunque se licenció en Literatura en 1966 en la Universidad Estatal de Míchigan, Ford comenzó a estudiar Derecho. No obstante, dejaría esos estudios después de que un día le robaran del coche todos los libros de texto recién comprados, con lo que tuvo que dejar de estudiar y buscar un trabajo y le salió oportunidad de trabajar para la CIA. Su futura mujer; Kristina, accedió a casarse con él a condición de que dejara ese trabajo y fue entonces cuando se planteó el ser escritor y se matriculó en un curso de escritura creativa.
Ford, cuya dislexia hizo que no hubiese leído prácticamente nada hasta que cumplió los 18 años, publicó su primera novela en 1976, Un trozo de mi corazón, y en 1981 llegaría La última oportunidad. Ese mismo año comenzó a trabajar como periodista deportivo en Nueva York en Inside Sports hasta que cerró y empezó a dedicarse por completo a la literatura.
De esa experiencia nacería su personaje más conocido, Frank Bascombe, un periodista deportivo y hombre feliz que protagonizaría El periodista deportivo (1986), finalista del Faulkner y uno de los cinco mejores libros de 1986 para Time. Había nacido su alter ego con el que Ford se consagraría como escritor.
Personajes marginados
En 1987 publicaría otro de sus grandes trabajos, Rock Springs, una recopilación de relatos acaecidos en Montana que retrata la desconocida América rural y cuyos personajes provienen de sectores marginados y pobres, a menudo pequeños delincuentes, en los que refleja también su propia adolescencia conflictiva.
Estos cuentos servirían a varios críticos para catalogarlo dentro del realismo sucio del que él reniega. Este movimiento, en el que incluyen a autores como Raymond Carver y Tobias Wolff, es una derivación del minimalismo caracterizada por su tendencia a la sobriedad, la precisión y la parquedad extrema en el uso de palabras en las descripciones. Pese a su rechazo de la etiqueta, el escritor de Misisipi admite que esto le ha servido para darse a conocer en Europa.
Tras publicar otra novela, Incendios (1990), y otros relatos y narraciones cortas, en 1995 llegaría su novela más premiada, El día de la independencia (Anagrama, 1996), la segunda entrega de las aventuras de Frank Bascombe, ahora reconvertido en agente inmobiliario, con la que ganó el premio Pulitzer y el Faulkner.
Su siguiente novela, Acción de gracias (2006) completaba la trilogía de Bascombe que Ford ampliaría en 2014 con Francamente, Frank, aunque en realidad reúne cuatro relatos narrados por Bascombe y que le sirvió a su autor para hablar del huracán Sandy, cuyos efectos le habían conmocionado.
Un clásico
Antes, en 2012, el autor estadounidense publicaría otra de sus grandes obras, Canadá (Anagrama, 2013), considerada ya un clásico literario, premiada con la medalla Andrew Carnegie (EE.UU., 2013) y el Premio Femina Extranjero (Francia, 2013). En esta obra nos presenta a los gemelos Dell y Berner Parsons, cuyos padres roban un banco y son detenidos cuando ambos tienen 15 años. La crítica la puntuó con un diez absoluto y se escribirían de ella grandes elogios: "Canadá confirma la posición de Ford como uno de los mejores estilistas y uno de los narradores más humanistas de América" (The Washington Post).
Autor también del guion de la película El despertar del ángel (1990), de Michael Fields, Ford es también oficial de la Orden de las Artes y las Letras (Francia), miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras y doctor honoris causa por las universidades de Rennes 2 (Francia) y Míchigan, además de haber recibido el Premio Literary Lion de la Biblioteca Pública de Nueva York (1988) y el de Literatura de la Academia Americana de las Artes y las Letras (1989 y 1997).