Fernando Trueba: "Sobrevaloramos a las personas que han convertido en práctica diaria el insulto"
- El cineasta estrena La reina de España, continuación, 18 años después, de La niña de tus ojos
- "Azcona es la persona que más influencia ha tenido en mi vida, más que mi padre"
- "Cualquier nacionalismo me parece un atraso, un paso a atrás en el progreso de la humanidad"
Si hay un elemento común en un cineasta tan ecléctico como Fernando Trueba es el amor hacia sus personajes. Por eso tiene sentido que haya recuperado a los protagonistas de La niña de tus ojos (1998) situándoles en el rodaje de una superproducción de Hollywood en la España de 1956 en La reina de España, la película que estrena el 25 de noviembre.
Si su anterior película, El artista y la modelo, parecía un testamento artístico, La reina de España parece el canto del cisne de las producciones españolas (en español) de gran presupuesto. También es una recreación de una época no tan revisitada como el falso tópico reza. En cierto modo, Trueba ha hecho lo que Alex de la Iglesia hizo a su estilo en Balada triste de trompeta.
Y si sus películas son siempre una celebración de la vida y la belleza, al amor por el cine, actores y comedia de La reina de España se añade un gozoso y poético corte de mangas a 36 años dictadura franquista. Fernando Trueba es un cinéfilo erudito y un sabio vital, aunque se autodefine como “un idiota optimista que ve la vida con gafas rosas”.
PREGUNTA: En Chico y Rita se citaba a Gérard Brach con una irónica frase: “tengo mis esperanzas puestas en el pasado”. Al menos, narrativamente, has puesto tus esperanzas en personajes pasados.
RESPUESTA: (Risas) No pienso eso. Pero creo que todo lo que sabemos viene del pasado. Por eso el pasado hay que conservarlo. Pero las esperanzas no debemos tenerlas en el pasado. La poca o mucha que tengamos, hay que tenerlas en el presente.
P.: Penélope Cruz ha dicho que la película es tu carta de amor tuya al cine. ¿Es así?
R.: Sí, de alguna manera, sí; pero sobre todo son mis ganas de volver a hacer comedia de verdad. Comedia donde hay personajes, situaciones, enredos, un guion elaborado, construido, etc. Tengo un gran amor por la comedia clásica, donde cada pieza estaba en su sitio y las cosas no sucedían porque sí. Me gusta intentarlo: hacer una de esas películas que te gustan y has visto a la gente disfrutar con ellas.
P.: Y situando la acción en el rodaje de una película que parece tener todo lo que no te gusta: los personajes trabajan en una película monumental, de época remota y musical.
R.: Fíjate que las películas que más me gustan sobre el mundo del cine tratan de rodajes de películas malas. En La noche americana (Truffaut, 1973) no sé si la película que ruedan es mala o es buena, pero es una vulgaridad, no tiene más interés. Pero, en cambio, La noche americana es bella. Ed Wood (1995), de Tim Burton, es una película que adoro. Trata de un tío que hace unas mierdas monumentales, pero sin embargo hay un amor al cine en la película porque ese pobre chapucero miserable las hace con todo su cariño y fe. Y otro ejemplo que me gusta mucho es Boogie Nights (P.T. Anderson, 1997): ese director idiota que hace películas porno que interpreta Burt Reynolds tiene ese momento en el que está en la moviola, viendo la última gilipollez que ha hecho, y todo orgulloso y dice ‘yo creo que esta es mi mejor película’. Me encantan esas películas y, de alguna forma, en La reina de España, ese tipo de película que a mí no me interesa un carajo, de estas pseudohistóricas, me da pie para hacer una comedia.
P.: Aunque aquí el director es nada menos que un homenaje a John Ford, a quién admiras profundamente.
R.: Claro, a la vez el personaje del director está hecho con mucho respeto. Está acabado, alcohólico, pero dejo claro que es un grande. Para mí es un trasunto de John Ford. Nunca vino a España a rodar, estuvo a punto. Cuando le ves en las últimas entrevistas que se conservan de él, ves los efectos del alcohol. Y quería contar eso: que estuviera lleno de respeto y amor al cine, pero también terminal, alguien que ya no es lo que era. Esa ambigüedad.
P.: Pese al cariño que tienes a los personajes, la elipsis de 18 años no les ha tratado muy bien a todos.
R.: Bueno, a algunos mejor que a otros peor, pero ahí siguen. Lo bonito es lo que tiene de supervivencia. Son supervivientes, como somos todos. Todos los que estamos vivos.
P.: ¿Echaste de menos especialmente en esta película no poderla escribir con Rafael Azcona?
R. En esta especialmente, pero siempre le echo de menos. No es que le eche de menos al escribir, echo de menos a Azcona cada día. Me gustaría quedar con él, tener nuestras comidas semanales. Era un personaje para mí único, insustituible, con el que lo he pasado muy bien y del que he aprendido muchísimo. Un día, probablemente al final, me di cuenta -quizá cuando estaba con él no me daba cuenta, porque estaba demasiado ocupado riéndome, escuchando y charlando- de que era la persona que más influencia había tenido en mi vida. Más que mi padre, porque mi madre ha tenido influencia en mí de otra manera. Sin querer enseñar, porque nada más lejos de Azcona que el espíritu de maestro, me ha influido hasta en cosas cotidianas, nimias, hasta en la alimentación o abrigarse la cabeza. Lo más peregrino ha sido tratado a lo largo de todos estos años de confidencias y trabajo. Ha tenido en una influencia tremenda, por ejemplo, en que nunca se daba importancia. Era una persona de una tremenda modestia, sabiendo lo que valía. Era claro, cristalino. Su mirada sobre el mundo era muy limpia. No tenía dogmatismo, no era ególatra. Son cosas que no sé si se contagian, pero cuando las observas, te marcan.
“"Azcona es la persona que más influencia ha tenido en mi vida, más que mi padre"“
P.: Porque estás describiendo a un sabio.
R.: Un sabio que nunca te hace sentir que estás con un sabio. Tienes que coger un poco de distancia y decir 'hostia'. Una vez dije en una entrevista que la palabra más bella del castellano es Nada. Y tuve una perra a la que le puse Nada. Pues él me mandó una especie de Haiku muy bonito sobre esa palabra. No lo recuerdo de memoria, pero voy a imprimirlo y enmarcarlo.
P.: ¿Rodar una película de época te permite liberarte del realismo?
R.: Sí, y a la vez, al estar en época puedes hablar de la realidad de una manera casi libre. Shakespeare hacía obras del pasado para hablar del presente. Nunca hizo una obra que ocurriera en su época. Es un gran descubrimiento de cuando empecé a hacer películas de época: que al final te concentrabas en lo importante, dejabas de lado lo accesorio. Ibas al corazón de las cosas.
P.: La película arranca amarga y va subiendo, en cierto modo sucede al contrario que La niña de tus ojos.
R.: Yo creo que había más drama en La niña de tus ojos: la noche de los cristales rotos, etc. O más o menos, sería difícil medirlo, yo mismo no lo sé y me lo pregunto a veces. Esta es más optimista, más vitalista. De risas van más o menos. Las dos tienen cosas en común y se articulan en torno a un rodaje, pero esta es más alegre, aunque tiene su parte triste o dramática.
P.: La época es también aquí el tema: el franquismo. ¿Sientes que retratabas en parte el ambiente moral de tu primera infancia?
R.: Sí, aunque yo en 1956 tenía un año, prácticamente el mundo de mi infancia era el mismo. Entre el 56 y el 62 no había cambiado nada.
P.: Sin desvelar nada, en la película se logra lo que nadie pudo decirle a Franco en 40 años.
R.: Sí, me gustó mucho que, durante un pase un pase de estudiantes en la Complutense, en el que además se rieron mucho, una joven me dijo que esa frase era sublime o algo así. Qué bien que alguien tan joven reaccione de una manera tan bonita a eso.
P.: De algún modo, la película también contesta a aquella polémica sobre tus declaraciones al afirmar que no te habías sentido español "ni cinco minutos”
R.: Claro, fue una cosa bastante malinterpretada y sacada de contexto. Lo que estaba diciendo es que yo no soy nacionalista. Y que el nacionalismo, no uno, cualquiera, me parece un atraso, un paso a atrás en el progreso de la humanidad.
“Cualquier nacionalismo me parece un atraso, un paso a atrás en el progreso de la humanidad“
P.: ¿Esa malinterpretación te hizo reflexionar de sobre la opinión pública que generan las noticias y su eco, en forma de juicio moral, en las redes sociales?
R.: Lo sobrevaloramos, no digo las redes sociales, pero sí a ese número indeterminado de personas que han convertido en práctica diaria la agresión o el insulto. Creo que lo deberíamos intentar es educarles en la medida de lo posible, si se dejan. Y divertirles y hacerles un poco mejores personas, si se dejan. Y, si no, allá ellos. Mi madre me decía que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. Mi madre era una pacifista avant la lettre.
P.: Y pones en boca del mismísimo Franco (interpretado por Carlos Areces) una contestación a quienes deprecian el cine español per se, cuando dice: “Defender el cine español también es defender España”.
R.: Es una frase que estoy seguro que él suscribiría. Intenté al hacer el personaje, dentro del tono comedia, no ser maniqueo y hacerle real.
P.: Al volver 18 años después con el mismo grupo, ¿qué es lo que más te ha sorprendido?
R.: No sé si me ha sorprendido, pero era muy bonito volverse a ver. Se ponían el personaje y estaban allí: habían vuelto Macarena, Blas, Trini, Torralba. Nos habíamos juntado dos años antes en casa para leer un primer guion todos juntos, para ver cómo funcionaban los diálogos. Solo escucharles, sentados alrededor de la mesa, fue un gran disfrute.
P.: Quieres hacer una trilogía: vais a ser una troupe.
R.: Sí, es como una troupe. John Ford tenía una troupe, actores que se repetían de película en película. Bergman también. O uno de mis directores favoritos: Marcel Pagnol, siempre con los mismos técnicos y actores rodando en Marsella. Que bonito era eso. Es precioso repetir con actores que te gustan y es precioso trabajar con actores nuevos con los que no has trabajado, como Javier Cámara o Chino Darín. Son muy buenos.
P.: En la película diseminas muchas opiniones sobre el cine, como no mucha simpatía hacia el método Stanislavsky.
R.: Bueno, no hay que confundir las opiniones de los personajes con las mías. Hay grandes actores que salieron del Actors Studio, pero no le doy el mérito a la escuela. Es como si al mérito del mejor cirujano se lo atribuyesen a la Facultad de Medicina. No: a la facultad de Medicina hay que ir, pero si eres el mejor cirujano, eres el mejor cirujano. Ni estoy a favor ni en contra del método. En realidad, me importa un pimiento. Hay muchas escuelas de actuación y lo que me gusta es mezclar actores.
P.: Hace años decías que las posibilidades del cine todavía estaban por explorar. ¿Sigues pensándolo?
P.: Sí, está lejos de estar todo hecho. Se han hecho muchas cosas y maravillosas, pero creo que está todo por hacer. De repente ves una película africana, iraní o española hecha con dos duros y te conmueve profundamente. Y dices, coño, las posibilidades son infinitas. Gracias a eso tiene sentido seguir viviendo. No todo está hecho ni todo está dicho.
P.: Jean Renoir escribió novelas al final de su vida. ¿Te gustaría hacer lo mismo?
R.: Hizo cuatro novelas bien bonitas. No lo sé. Quizá me gustaría escribir algunos recuerdos. No unas memorias, sino hablar de personas que he conocido, cosas que he visto. Como hacer cine, que para mí es mirar hacia fuera, no hacia dentro. A lo mejor Bergman diría que es mirar hacia dentro. Para mí la metáfora que define la pantalla de cine es la ventana. Y a través de esa ventana ves el mundo. Y sí, me gustaría escribir, pero sin pretensión de convertirme en novelista, que es una palabra muy seria.
La denuncia de los coguionistas de ‘La niña de tus ojos’
Carlos López y Manuel Ángel Egea, coguionistas de La niña de tus ojos han interpuesto una denuncia reclamando sus derechos por los personajes de La reina de España. “Es una historia sin demasiado interés para el público y sí para los implicados”, dice Trueba.
“Estos guionistas escribieron un guion que vendieron a los productores, pero luego el guion de La niña de tus ojos lo hicimos Rafael Azcona, David (Trueba) y yo. Ese fue el que se rodó. En el guión de ellos está la historia de españoles que rodaron en Alemania películas folclóricas, pero eso es un hecho histórico, es parte del pasado”, añade.
“A la vez, ellos vendieron su guion a los productores y lo cobraron, pero tienen que saber estar en su sitio y no pretender estar donde no están. Yo no pretendo haber escrito lo que ellos han escrito y ellos no pueden pretender haber escrito lo que nosotros hemos escrito. Eso sería lo justo”, concluye.