Emmanuel Macron, el "enemigo de nadie", un tecnócrata providencial en el Elíseo
- El socioliberal, líder de 'En Marcha', será el presidente más joven de Francia
- Macron vence a la ultraderechista Le Pen por un 66,10% de apoyos
- Su programa se desmarca de izquierda y derecha, y se define "independiente"
- El próximo presidente promete reconstruir el vínculo entre Europa y su pueblo
- Especial: Elecciones en Francia 2017
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El espíritu del buen gobernante "debe estar dispuesto a volverse según le exijan los vientos y variaciones de la fortuna", escribía Nicolás Maquiavelo hace cinco siglos en su obra El Príncipe, un clásico mil veces citado por la literatura y la filosofía para valorar a políticos y jefes de estado. En 2014, recién nombrado ministro de Economía por Hollande, Emmanuel Macron también aludió al maestro italiano para cualificarse a si mismo: "Maquiavelo es un buen bagaje para conducirse en los entresijos del poder en París", dijo al diario The New York Times en ese momento.
Han pasado tres años y el joven político ha permanecido fiel a esa brújula: 39 años, graduado en filosofía, ex banquero con Rotschild y ex ministro de Economía con los socialistas, partidario de la empresa libre sin renunciar al estado social, defensor de la Unión Europea pero con velocidades a medida. El rumbo no ha sido erróneo, y lo demuestra su disparo definitivo: repudiar a François Hollande, crear un partido nuevo, 'En Marcha' (EM), y ganar con él las presidenciales francesas.
Un electorado crispado y exhausto ha fulminado en estos comicios al bipartidismo tradicional. La crisis económica, los atentados terroristas, el desembarco migratorio y las torpezas de Hollande y el candidato republicano François Fillon -derrotado en primera vuelta- han limpiado de enemigos el camino del joven aprendiz.
Su última rival, la ultraderechista Marine Le Pen, llegaba a las urnas el día 7 con un punto débil y fatal, su imagen demonizada, que ha devenido punto fuerte para el flamante ganador del Elíseo. Ante una eventual avalancha del FN, ajenos y derrotados, todos pidieron un voto para Macron que en realidad era contra Le Pen. A tres días de la votación ha contado incluso con la bendición de Obama.
El universo, según Macron
Alumno de la Escuela Nacional de la Administración (ENA), un vivero incontestable de las élites del poder francés, Macron ha sabido tejer su lugar en el mundo. Su licenciatura en Filosofía le ha situado en el universo intelectual y su fichaje por la banca Rotschild le ha avalado frente al poder económico, más aún tras convertirse en millonario mediando entre las multinacionales Nestlé y Pfizer.
En los tiempos de la ENA el joven supo atraer la atención de figuras de base como el socialista Michel Rocard o el mediático Jacques Attali, considerado el 'gurú' económico de Mitterrand y uno de sus protectores hasta hoy. Luego, desde la cartera de Economía con Hollande, Macron animó a los jóvenes a "tener ganas de convertirse en millonarios" e impulsó una ley apoyando la iniciativa empresarial, "el dinero es un instrumento de libertad", confesó al diario Nouvel Observateur.
En su programa ha prometido ahorrar 60.000 millones de euros del gasto público, pero el candidato no se reconoce partidario de la austeridad. Ha fiado a la promesa de un crecimiento sostenido el equilibrio fiscal y dice que bajará los impuestos y abaratará la contratación; pero también defiende "universalizar" el seguro de desempleo y el sistema de pensiones. Un panorama del todo es posible cuya viabilidad está por ver.
Macron reparte para todos, es la vocación del gobernante, y, como su programa defiende, no es "enemigo de nadie"; el mismo Daniel Cohn-Bendit, Dani "el rojo", líder del Mayo francés del 68 y ex eurodiputado por 'Los Verdes', figuraba entre la lista de invitados personal en su cena de celebración de la victoria en la primera vuelta electoral, el 23 de abril. El triunfo también es el de su partido propio, ad personam, con sus propias iniciales, EM, que no es ni de izquierdas ni de derechas. Es de Macron, el jefe de Estado más joven en Francia desde Napoleón, un gobernante que se rodeó de un aparato cuya razón de ser era él mismo.
Su universo a medida también incluye a su esposa, Brigitte Trogneux, 25 años mayor que él. Antigua profesora de artes escénicas en su instituto, Macron la conoció siendo un adolescente de 15 años. Juntos prepararon una obra de teatro y en esos días el futuro presidente decidió que Brigitte sería su compañera en la vida. Y así fue. La profesora, con tres hijos, se divorciaría de su primer marido y ahora muchos consideran que su influencia ha jugado un papel crucial en la forja de este "meteoro", como lo califica un documental del canal France 3.
El gran marco de este ecosistema de respuestas a todo y para todos, es Francia, obviamente. Pero más allá, y con propiedad, también lo es Europa, la bestia negra y talismán a la vez de estas elecciones.
Paso 1: la Francia frustrada
En 2014, cuando el ya presidente electo llega a la cartera de Economía con Hollande, Francia deja de ser la quinta potencia económica mundial en favor del Reino Unido pre 'Brexit'. El PIB se recuperará hasta el 1,3% en 2015, se mantendrá en 2016 y así hasta ahora. Estos son datos tangibles con Macron al mando, pero, citando de nuevo al Príncipe de Maquiavelo, "los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos". La realidad es que Hollande y los socialistas son ahora una sombra de lo que fueron.
Otro hecho: la ultraderechista Le Pen ha llegado a la meta con una media sostenida del 40% de apoyos en los sondeos. En otras palabras, casi la mitad del país que fue cuna política de la Europa moderna y de la democracia parlamentaria (salvando a los más precoces vecinos británicos), ha votado a un partido que defiende la escala de valores opuesta a esos cimientos. La paradoja es que muchos de los que han votado al FN lo han hecho para proteger lo que consideran la esencia de su país.
La tercera opción, elegida por los insumisos del izquierdista Mélenchon, fue la abstención o el voto nulo. Muy reclamada, ha sido un tercero en disputa y un reflejo de la frustración y el enfado de los franceses. La división y el desencanto están servidos. Francia, y buena parte de Europa, está cansada; busca un artífice que la recomponga. El país necesita volver a creer en que existe un futuro mejor.
La llamada a la abstención ha llenado con violencia las calles francesas, pero pocos meses antes en las mismas calles atronaban las protestas contra la reforma laboral de Hollande, aprobada por decreto sin el apoyo de la Asamblea Nacional. No hay que olvidar que en este paquete de reformas tiene protagonismo la ley de liberalización económica impulsada por Macron, puesta en vigor por el mismo procedimiento. Y no es un dato menor, pues muchos achacan al fracaso de la ampliación de esta ley el abandono del ministerio por el independiente.
Paso 2: Europa, problema y meta
No obstante, más allá de las fronteras francesas, se extiende un escenario más amplio por modelar. Los problemas de una UE desacreditada institucionalmente forman parte de la tormenta que ha puesto patas arriba el orden del continente y descolgado a Reino Unido con su 'Brexit'.
Una tormenta que ha sembrado la duda en miles de votantes franceses que han empezado a añorar una noción de patria que les proteja de la precariedad achacada al descontrol de Bruselas y a la infidelidad de sus gobernantes. Le Pen y el Frente Nacional han medrado al calor de esta frustración, a la que el populismo nacionalista ofrece un alivio fácil señalando a todos los enemigos y a la soución: eliminarlos.
En este panorama, el político de Amiens propone un espacio europeo de varias velocidades, reordenado, como una solución de base. Tensa su discurso reconociendo que un 'Frexit', lo impensable, podría materializarse, y no ejecutado por su rival Le Pen, sino a consecuencia de una inoperante Bruselas. Es aquí donde aparece Macron, dispuesto a reparar el sueño de una Unión Europea funcional y viable, a mayor gloria de Francia, pilar del continente junto a Berlín.
"Reconstruiré el vínculo entre Europa y el pueblo que la forma", ha dicho el sucesor de Hollande en su primera comparecencia pública tras la victoria.
Una victoria anunciada
Emmanuel Macron ha elegido sus peldaños con cuidado y ha estado en el lugar adecuado en el momento preciso. Las puertas de la exclusiva ENA le llevaron a los valedores, sobre todo Attali, que a su vez le abrieron la vía hacia Hollande y luego el ministerio de Economía. Al mismo tiempo ha conseguido esquivar el hundimiento de ese Gobierno gracias a una oportuna dimisión y su brillante autoafirmación como independiente, con un partido nuevo, 'En Marche' libre de servidumbres. Y todo con un aspecto impecable y una capacidad de seducción a prueba de ataques.
El colofón que ha despejado la alfombra roja para el joven político ha sido la caída en desgracia de Fillon tras el 'Penelopegate', quedando como único rival el eurófobo y extremista Frente Nacional, contra el que Francia entera se ha alineado elegiendo a Macron como su campeón ante el ultraderechismo. Una victoria anunciada.
Ganado el sillón presidencial, Macron tiene por delante el reto de demostrar su valía, más allá de la puesta en escena y de las dotes de seductor. "Cada uno ve lo que pareces ser; pero pocos comprenden lo que eres realmente", señalaba Maquiavelo, ese mentor que Macron dijo haber adoptado. Ahora le toca ser "príncipe" y trabajar para reparar una Francia dividida (más de un 30% del electorado ha apoyado a Le Pen), y consolidar su trono junto a Alemania, primero, e Italia y España en una Europa también en crisis.
El futuro de Macron no solo está en los números correctos de la economía y los pactos. La población, no solo las élites, debe aprobarle. Debe sentir que el buen gobierno llega hasta ellos en resultados y Macron tendrá que saltarse otra afirmación de su pretendido guía Maquiavelo: "y si pertenece a todos el ver, no está más que a un cierto número el tocar".