Recuerdos de Pink Floyd
- El Victoria & Albert de Londres dedica una exposición a la mítica banda
- Se cumplen 50 años de su primer álbum, The Piper at the Gates of Dawn
- Repasamos la trayectoria de los autores de The Dark Side of the Moon y The Wall
Llegados los 50 años del primer álbum de Pink Floyd, The Piper at the Gates of Dawn, parece un buen momento para echar la vista atrás y recordar la historia de uno de los grupos de rock más influyentes del siglo XX. Por eso y porque también se ha cumplido medio siglo de su primer sencillo, esa extraordinaria canción compuesta por Syd Barrett con evidentes alusiones al travestismo titulada "Arnold Layne" y por los 40 años que en enero cumplió Animals, un álbum conceptual sobre la decadencia y los conflictos de la industrialización, con su portada señalando directamente a una de sus fuentes de inspiración: la ácida parodia escrita por George Orwell y titulada Rebelión en la granja, una portada que, además, es todo un símbolo del otro factor que ha hecho de Pink Floyd una banda memorable: su iconografía, su capacidad para unir la potencia de la imagen a su música.
Y eso es precisamente lo que nos llega sobre el contenido de la exposición The Pink Floyd Exhibition: Their Mortal Remains. La historia visual y sonora del grupo, desde su nacimiento en los años de la contracultura en la segunda mitad de los 60, hasta su disolución acabando los noventa.
La muestra se abre este sábado 13 de mayo en el Victoria and Albert Museum (V&A) de Londres y estará abierta hasta el 1 de octubre. Según su director, el visitante podrá contemplar proyecciones inéditas y espectáculos de luces láser creados para apoyar los conciertos de la banda, 350 artefactos incluyendo espectaculares instalaciones escenográficas referentes a The Dark Side of the Moon, The Wall o The Division Bell, instrumentos, posters y portadas. Una auténtica inmersión sensorial en el mundo de Pink Floyd.
El nacimiento de la banda
Un mundo que nació impulsado por el interminable juego de influencias de ida y vuelta que en los años 60 vivió la música a uno y otro lado del Atlántico. Si la invasión británica había revitalizado el rock en los Estados Unidos, a mediados de la década fue la psicodelia californiana la que llegó a Gran Bretaña para influir directamente en un grupo de muchachos de Cambridge que vivían el paroxismo de la cultura pop en Londres. Era lo que el mundo conocía como el London Underground, un ambiente de carácter libertario y contracultural, con el sexo y la experimentación con alucinógenos (cuando aún no se vislumbraban los peligros de la drogodependencia), en el centro toda aquella agitación cultural. En ese contexto nació Pink Floyd liderado por el guitarrista y cantante Syd Barrett.
Junto a Roger Waters (bajo), Rick Wright (teclados) y Nick Mason (batería), fueron pioneros en reforzar la sensación psicodélica y el carácter ensoñador de sus primeras composiciones utilizando juegos de luces.
En agosto de 1967, rodeado por gran expectación, Pink Floyd lanzó The Piper at the Gates of Dawn, un álbum que muchos críticos colocan, junto al Sargent Pepper's de los Beatles, en la cumbre de la psicodelia británica. Y un disco sin igual para su época dominado por el genio visionario de Barrett. De hecho, este fue el único álbum grabado bajo su liderazgo. A mediados del 67 el líder del grupo comenzó a dar muestras de inestabilidad mental que llevarían un año después a sus sustitución por otro amigo de la juventud, David Gilmour.
Fue la primera vez que Pink Floyd se tuvo que reponer al abandono de su líder. Roger Waters tomó el testigo creativo y bajo su batuta A Saucerful of Secrets volvió a estar entre los diez álbumes más vendidos en Gran Bretaña. Luego llegarían More (1969, banda sonora de la película homónima rodada por Barbet Schroeder en Ibiza), Ummagumma (1969) y el disco conocido popularmente como "el de la vaquita" por su portada, Atom Heart Mother (1970).
Cima creativa
Sin llegar al barroquismo de otros grandes grupos del rock sinfónico (Yes, Genesis o Emerson Lake & Palmer), Pink Floyd arroparon su música con ligeros toques pop e incluso blues que hacían su propuesta más asequible a la gran audiencia. Y en esa línea llegó el grandioso Meddle, núcleo central de la película Live at Pompeii de 1972, que se convirtió en todo un mito de la música rock en el cine. De nuevo música e imagen en el centro de su creación. Como también en la banda sonora para otra película de Schroeder, La Vallée, que dio origen al álbum Obscured by Clouds, también del 72.
El ascenso creativo de la banda parecía no tener fin, y más cuando en 1973 grabaron lo que para muchos es su primera obra maestra: The Dark Side of the Moon, uno de los discos más vendidos de todos los tiempos, que estuvo casi 14 años en las listas de éxitos y consiguió un influencia inconmensurable sobre el rock de las dos décadas siguientes, dando lugar a todo un subgénero que los especialistas denominaron entonces "rock espacial" o "rock cósmico". En él la rebeldía juvenil de "Money" o las reflexiones sobre el paso del tiempo de "Time", se daban la mano con pensamientos sobre la calidad del ser humano, especialmente en "Breathe" o "Us and Them".
Parecía imposible superar aquella obra extraordinaria cuya leyenda mantuvo durante mucho tiempo semiocultos otros grandes trabajos del grupo. Fue el caso de Whis You Were Here ("Ojalá estuvieras aquí"). Lanzado dos años después, se trataba de un conceptual recuerdo de Syd Barrett, el amigo enfermo, con una extensa y profundamente emocionante primera parte, titulada "Shine On You Crazy Diamond". También fue el caso del citado Animals del 77.
Por entonces la visión musical y conceptual del grupo estaba en manos de Roger Waters. Y él fue el principal ideólogo de un ambicioso proyecto acerca de la incomunicación del ser humano moderno que, para sobrevivir, construye un muro emocional en torno a sí mismo. Se titulaba The Wall, una auténtica catedral sonora, trufada de referencias personales del propio Waters (como la muerte de su padre durante la II Guerra Mundial), que años más tarde fue llevada al cine por Alan Parker. Una vez más, música e imagen.
Abandono de Waters
The Final Cut (1983), un disco antibelicista, pretendía ser para Waters el último trabajo de la banda. Sin embargo, el resto del grupo no estaba de acuerdo con su disolución y se inició un agrio conflicto sobre la propiedad de Pink Floyd.
Tras fuertes trifulcas jurídicas, en el 87, ya sin Roger Waters, el grupo colocó el álbum A Momentary Lap of Reason entre los cinco primeros en las listas de ventas. De nuevo Pink Floyd era capaz de sobrevivir al abandono de su líder. Y lo celebró con una espectacular gira titulada Delicate Sound of Thunder en la que, una vez más, la luz y el sonido se unieron para agrandar la leyenda de la banda. En paralelo Roger Waters hizo lo propio con un inolvidable macro-concierto basado en The Wall y celebrado simbólicamente en Berlín pocos meses después de la caída del muro de la vergüenza que había dividido Europa durante décadas.
Disolución y reencuentro
La última grabación en estudio data de 1994, The Division Bell, un conjunto de piezas melancólicas con claras referencias al período anterior a The Dark Side of the Moon, que apenas aportó nada nuevo a la trayectoria del grupo. Quizás por eso, ya no volvieron al estudio. Y así, en 1995 Pink Floyd se disolvió oficialmente tras publicar el directo Pulse.
Tuvieron que transcurrir dos décadas desde que Waters dejó la banda para que el grupo volviera a reunirse (con la excepción del malogrado Syd Barrett) sobre un escenario. Fue el 2 de julio de 2005, en los conciertos planetarios contra la pobreza organizados por Bob Geldof bajo el título "Live 8". Otra vez una imagen icónica, la de Gilmour, Watson, Mason y Wright abrazados sobre el escenario, alimentando las especulaciones sobre una posible reunificación.
Una esperanza fugaz. Si un año después la muerte de Barrett golpeó el ánimo de sus antiguos compañeros y amigos, el fallecimiento en 2008 de Rick Wright haría imposible el reencuentro.
Partiendo de la psicodelia en los 60, Pink Floyd alumbró un estilo propio de rock progresivo y sinfónico que alcanzó como ningún otro al gran público. Lo hizo además acompañado por una exploración artística novedosa del encuentro de la música y la imagen creando en torno a cada uno de sus trabajos, junto a artistas plásticos y visuales como el colectivo Hipgnosis, una iconografía que ha trascendido con el paso del tiempo. Eso, y por supuesto, las siempre inolvidables canciones, es lo que se recuerda en la exposición de Londres.