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La revuelta del Rif no pierde fuelle

  • El gobierno marroquí ha pasado a la mano dura tras siete meses de protestas
  • El líder de la revuelta está detenido por “poner en riesgo la seguridad del Estado”
  • Las protestas comenzaron por la muerte de un vendedor de pescado ambulante
  • La región del Rif, de tradición rebelde, se siente abandonada por el Estado

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Miles de rifeños celebran una protesta nocturna en la ciudad de Alhucemas para recalcar sus reivindicaciones económicas y sociales.
Miles de rifeños celebran una protesta nocturna en la ciudad de Alhucemas para recalcar sus reivindicaciones económicas y sociales.

Después de siete meses de protestas en el Rif, las autoridades marroquíes han pasado a la mano dura para descabezar el movimiento popular (o hirak al shabi, como se conoce en árabe). Su líder, Nasser Zefzafi, se encuentra detenido y a la espera de juicio por delitos tan graves como “poner en riesgo la seguridad del Estado”.

Junto a él, cercanos colaboradores y decenas de activistas han acabado también entre rejas. Golpeados y maltratados, según denuncian sus abogados. Unos arrestos que, lejos de apagar el fuego, parecen combustible para una revuelta que algunos llaman ya “la primavera del Rif”.

El último mensaje grabado en vídeo por Zefzafi y difundido por internet es claro: “Si me detienen habremos ganado. He visto el miedo del régimen en sus ojos”. A la vez que pide continuar las manifestaciones con el mismo espíritu pacífico que, insiste, siempre han tenido.

Su voz se ha escuchado mucho más allá de Alhucemas y las concentraciones de solidaridad se extienden y se suceden cada noche de este ramadán en lugares tan dispares del Reino como Tánger, Marrakech, Casablanca, Fez, Kenitra o Rabat pidiendo la libertad de los detenidos (que llegan a llamar presos políticos) al grito de “todos somos Zefzafi”.

Manifestantes agitan pancartas con el rostro del lider de las protestas en el Rif, Nasser Zafzafi.

Manifestantes agitan pancartas con el rostro del lider de las protestas en el Rif, Nasser Zafzafi. AFP PHOTO / FADEL SENNA

Los mártires de Alhucemas

Zefzafi se está convirtiendo así a los ojos de muchos en el segundo mártir de Alhucemas. El primero fue Mouhcine Fikri, un vendedor de pescado que murió triturado en un camión de basuras tratando de recuperar los 500 kilos de pez espada que le habían requisado al estar prohibida su pesca en esa época del año.

Al igual que el vendedor ambulante de Túnez que, desesperado por una actuación policial, se quemó a lo bonzo dando inicio a las primaveras árabes, Fikri pasó a ser el símbolo de la “hogra” o la opresión de los ciudadanos en Marruecos. Símbolo de la humillación para todo un pueblo.

Nasser Zefzafi se suma a una cacerolada antes de ser detenido.

Nasser Zefzafi se suma a una cacerolada antes de ser detenido. AFP PHOTO / Mohamed el-Asrihi

De nada sirvió el proceso judicial para castigar a los culpables (con exiguas penas finalmente de entre 5 y 8 meses de cárcel para siete personas). Ni que la familia de Fikri se diera por satisfecha con las explicaciones del ministro de Interior. El sentimiento de injusticia ya había estallado y a la cabeza de esa indignación colectiva se puso Zefzafi. Un hombre que a sus 37 años encarna el prototipo de rifeño sin trabajo ni futuro, que se sienta cada día en las cafeterías de Alhucemas viendo pasar su vida con frustración y a la espera de que algo cambie.

Esa oportunidad de cambio la vio en las movilizaciones que se sucedieron tras la muerte de Fikri. Por primera vez en mucho tiempo, los rifeños se levantaban de nuevo. El viejo calificativo de pueblo “rebelde” renacía de sus cenizas. Se lo ganaron primero luchando contra la colonización de Francia y España en los años 20. Después, contra un Estado marroquí, ya independiente, a finales de los 50.

El Rif, entre la marginación y el olvido

Aquella última experiencia resultó muy traumática. La brutal represión del ejército (con miles de muertos) dejó heridas profundas en las futuras generaciones y una larvada animadversión hacia el poder central y la Casa del Rey. Hostilidad que perdura hasta hoy, a pesar de que Mohamed VI quiso distanciarse de los años de plomo de su padre, Hassan II.

El actual monarca inició con su reinado un cierto acercamiento, eligiendo esa zona para algunas vacaciones de verano y, sobre todo, creando una Comisión para la Verdad y la Reconciliación. Esa comisión sirvió para sacar a la luz las vergüenzas y abusos del régimen en el Rif, pero no para juzgar a sus responsables.

La región siguió acusando los efectos de tantas décadas de marginación y olvido, en las que el poder central castigó su rebeldía con el abandono, dejándola carente de infraestructuras y fuera de cualquier proyecto de desarrollo.

No es casual que el líder más admirado por los rifeños no sea un rey, si no un hombre que murió en el exilio: el histórico Abd el-Krim, líder militar que derrotó al Ejército español en el llamado “Desastre de Annual” y fundó una efímera república independiente (1921-1926).

Protestas en el norte de Marruecos

La mano dura de Rabat

La bandera bereber (etnia dominante en el Rif) y el retrato de Abd el-Krim son los símbolos más recurrentes en las manifestaciones, junto a lemas que se inspiran en su figura como: "¿Tenemos un gobierno o una mafia?".

Para desacreditar el movimiento, Rabat les acusa de ser separatistas, de contar con financiación extranjera y de sembrar el caso. Televisiones oficiales de Marruecos han llegado a atribuir falsamente los destrozos tras un partido de fútbol a actos vandálicos de los manifestantes, lo que ha motivado hasta una pregunta parlamentaria.

Cubrir la situación sobre el terreno tampoco es fácil para la prensa extranjera. Junto a las líneas rojas tradicionales (Rey, Sáhara e islam), el Rif se ha convertido en uno de los temas más sensibles para el Reino. Un periodista argelino fue detenido y expulsado tras titular “El majzén (estado profundo) opta por la represión”.

Una revuelta de futuro incierto

Así las cosas, ninguna medida del régimen está consiguiendo frenar el descontento. Lo intentó en abril purgando a los máximos dirigentes de la región (como el gobernador de Alhucemas) y poniendo en su lugar a responsables rifeños. Y lo volvió a intentar tras la huelga general del 18 de mayo enviando a una delegación ministerial desde Rabat con un paquete de inversiones bajo el brazo de unos 900 millones de euros.

Un insulto a su inteligencia, dicen los activistas, porque la mayoría de esas actuaciones “ya se habían anunciado” para el período 2015-2019 y “llevan retraso”. Pero lo que más les dolió, escribía uno en las redes sociales es que “ni siquiera se hayan sentaron a hablar con nosotros. Porque en vez de buscar soluciones, prefieren mandar unidades militares y policiales, dando imagen, una vez más, de estado de excepción”.

Ahora, la vía judicial se ha impuesto a cualquier diálogo. Y nadie sabe cuál será el futuro de la última revuelta en el Rif, con sus líderes ausentes.