Mayo del 68, hoy: ¿queda algo de la revuelta contra todo?
- Las revueltas estudiantiles y obreras en Francia trajeron un salto a la modernidad
- Fracasó como revolución política, pero el cambio de mentalidad que propulsó pervive
- Políticos de distinto signo describen a RTVE.es su legado medio siglo después
En estos días se entona un ubi sunt nostálgico por los ideales de aquel mayo francés de hace cincuenta años, el Mayo del 68, erigidos a golpe de adoquín en las barricadas del bulevar Saint-Michel en París, que sigue evocando emociones al mundo con aquellos provocadores lemas de "prohibido prohibir" o "sed realistas, pedid lo imposible" que sacudieron los principios de la vieja Europa en blanco y negro entre mayo y junio de 1968.
En una espontánea revuelta contracultural, sin programa político concreto, se quiso que la imaginación llegara al poder y, aunque no se consiguió, sí que dio a este en qué pensar. Invirtiendo otro tópico, el del 'gatopardismo', parece que nada cambió, pero lo cierto es que tras aquellos sucesos -y otros circundantes- nada volvió a ser igual, y en eso coinciden desde diferentes posiciones ideológicas quienes hoy se refieren a aquellos tiempos.
El repaso de los hechos
El 3 de mayo se cumplen 50 años del estallido de algo que hoy en día se puede calificar de rebelión, insurrección, contestación, todo un movimiento social en el sentido en el que hoy día los entendemos, por lo que quizá se le sigue discutiendo la categoría de revolución en el sentido más apropiado del término.
Los acontecimientos desencadenados en Francia en aquella primavera de 1968 se venían acumulando desde hacía dos semanas por las detenciones practicadas a partir de las protestas antiimperialistas de unos estudiantes contra la guerra de Vietnam. El 3 de mayo, viernes, una protesta organizada en la universidad de Nanterre, del extrarradio parisino, congrega a cientos de estudiantes en La Sorbona, vigilados por la policía, que finalmente cargaría contra la concentración y causó varios centenares de heridos.
La detención y castigo de varios líderes estudiantiles provocaron nuevas manifestaciones y enfrentamientos con los antidisturbios en el Barrio Latino de París el 6 de mayo. Pero por la noche es aún peor, y el 10 de mayo tiene lugar la conocida como noche de las barricadas, 12.000 estudiantes frente a más de 6.000 antidisturbios, en una batalla que se salda con 400 heridos, cerca de 500 detenidos y 180 vehículos destrozados, la noche más violenta vivida en la capital francesa desde la Segunda Guerra Mundial.
Las aulas se cierran, los estudiantes ocupan el centro de París y cuando las universidades se vuelven a abrir, se convierten en asambleas. Ante estos sucesos, los obreros industriales se unen con sus propias protestas y los sindicatos convocan una huelga general el 13 de mayo que termina secundada por más de nueve millones de personas en toda Francia, lo que hace reaccionar a un gobierno hasta entonces perplejo que ve cuestionado su modelo de civilización.
Sin embargo, pese a la continuidad de las huelgas, a finales de mayo, con los acuerdos alcanzados entre el Estado, la patronal y los representantes de los trabajadores, los obreros comienzan a reincorporarse a sus puestos, y salvo algunos coletazos, dejan solos a los estudiantes.
La revuelta que empezó en las aulas y a la que se sumó el país, incluida la oposición al gobierno, termina actuando a favor de sus propios intereses y abandonando a sus primeros protagonistas. La huelga de tintes revolucionarios termina vulgarizada como una huelga obrera desvestida de ideales más allá de la mejora salarial y la reducción de la jornada laboral y movimientos tácticos para ahondar en la crisis del gobierno.
Es verdad que el general Charles de Gaulle, presidente de Francia desde una década antes, logró superar el desafío político que se le presentó, logrando movilizar a sus partidarios, "patriotas" franceses contra la amenaza de la "dictadura comunista", pero también es cierto que los acontecimientos de mayo del 68 supusieron el inicio de su definitivo declive y un año después, en 1969, se vería obligado a dimitir.
"La principal lección es que una pequeña chispa puede provocar un gran incendio", afirma a RTVE.es a la luz de la Historia el exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo, aunque, añade, en ocasiones las revueltas "contra todo" acaban "con la misma rapidez con que se encendieron".
Salto del viejo siglo XX a la modernidad
Mayo del 68 no puede considerarse un acontecimiento aislado, un experimento sociológico de una elite intelectual o universitaria. Responde a la idiosincrasia francesa del momento, pero es consecuencia de un contexto político, social, económico y cultural prácticamente global.
No puede despreciarse un enfrentamiento político-social auspiciado por estudiantes, intelectuales y trabajadores que llegó a movilizar a diez millones de huelguistas, pero tampoco puede entenderse sin otros hechos globalmente más relevantes ocurridos ese mismo año, en muchos de los cuales también había jóvenes plantando cara al orden establecido por sus mayores.
Y es que 1968 también fue el año de las protestas contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos, el asesinato de Martin Luther King y Robert Kennedy, la lucha por los derechos civiles, la Primavera de Praga en Checoslovaquia, el black power en los Juegos Olímpicos de México de aquel verano y la matanza de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
El orden establecido era contestado de este a oeste atravesando telones de acero y otras fronteras ideológicas de la Guerra Fría, en un gran movimiento anti (anticapitalista, antiimperalista, antiautoritarista) y subrayando otras prioridades: el pacifismo, el feminismo, el ecologismo, la libertad sexual.
El Mayo francés dejó su influjo en la Europa de la época, también fugazmente en España, aquel mítico concierto de Raimon en la Complutense en Madrid el 18 de mayo y las protestas duramente reprimidas por el régimen franquista, que llegó a declarar ese verano el estado de excepción.
Bendecido con una aureola romántica e idealista, Mayo del 1968 se identifica con una exaltación de la libertad individual, una liberación de las costumbres, del modelo tradicional social, familiar… Un salto a la modernidad que quiso romper con las viejas estructuras del siglo XX, protagonizado por una generación nacida en la posguerra, que solo había conocido la paz y la estabilidad, cierta prosperidad económica y que buscaba unas bases para construir el futuro más allá de lo material y de la época de sus padres y abuelos.
Tanto es así que no fueron los altos ideales políticos los que iniciaron la revolución estudiantil en Nanterre, sino el hecho de no poder compartir pabellones los chicos y las chicas cuando sí que compartían las aulas. En la década de los hippies y los pantalones de campana, tras el verano del amor de 1967, la revolución en París fue, en primer término, sexual.
El legado del Mayo francés
En palabras del ex primer ministro francés Manuel Valls, Mayo del 68 fue "un movimiento de liberación" que "acompañó a lo que pasaba ya en la sociedad", y que se quedó, porque -recuerda a RTVE.es- las grandes reformas respecto a la "liberación del cuerpo, de la mujer y la igualdad entre hombres y mujeres" llegaron en Francia en la siguiente década, como hizo Giscard d’Estaing al legalizar el aborto y permitir el voto a los mayores 18 de años.
El ministro español de Justicia, Rafael Catalá, coincide al señalar el Mayo francés como un símbolo de la libertad que representó un cambio en las "costumbres, el modo de entender las relaciones sociales y también la relación con el poder" del que los ciudadanos de hoy somos herederos directos.
En cuanto al pensamiento, Mayo del 68 también un salto hacia el postmaterialismo, iniciado por jóvenes y movimientos sociales que tienen demandas más allá de la mera subsistencia y que reivindican otros valores.
De todo ello se han querido ver ecos en el movimiento antiglobalización y otros fenómenos como el 15-M español o más recientemente, la movilización de los pensionistas. "Son la gente que en mayo del 68, con pantalones de campana, con melena, salían a pedir que había que cambiar la sociedad", afirma la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, que alaba esta renovada y "rompedora" movilización de los mayores frente a la de gente de menos edad, "que nos apalancamos porque lo tuvimos todo".
Transformación más allá del relato
En todo caso, y pese al transcurso de los años, no se quieren perder los ecos positivos de aquel fenómeno de hace medio siglo. En opinión del socialista Ángel Gabilondo, portavoz parlamentario en la Asamblea de Madrid, a "aquella voluntad de transformación ahora hay que darle otros contenidos, pero no existirá una sociedad con perspectivas si no se reactualiza aquel impulso, aquel estallido de convicciones de que se podían hacer cosas para cambiar la realidad”.
Y, sin embargo, hay cierta resistencia también en la izquierda a quedarse en la ensoñación del mito antiburgués del Mayo del 68: "No se puede construir un relato mitológico y melancólico a la vez. Los momentos de movilización tienen que servir de plataformas para ganar y para conseguir mejores condiciones de vida de la sociedad”, afirma Ramón Espinar, líder de Unidos Podemos en la Comunidad de Madrid, hoy representante político surgido del movimiento ciudadano que llevó las protestas a las calles y plazas para pedir una regeneración completa de la actual democracia.
Se trata de mantener vivo el inconformismo que "atraviesa las generaciones", subraya Begoña Villacís (Ciudadanos). Y de nuevo hoy como hace 50 años, vuelve a ser fundamental la lucha por la liberación de la mujer, subraya la socialista Margarita Robles: "El espíritu de Mayo del 68 tiene que seguir vivo, tiene que seguir la reivindicación de la mujer, de la sociedad civil, de la calle en definitiva".