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"Mayo del 68 mostró que había que prepararse para un siglo muy diferente"

  • Cuatro miradas (social, activista, histórica y cultural) lo resitúan 50 años después
  • Aunque no hubo grandes logros políticos, Mayo del 68 sacudió los códigos sociales
  • Touraine: "Es el inicio del movimiento de las mujeres respecto a la sexualidad"

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Fotografía de las protestas de Mayo del 68 facilitada por la Fundación Gilles Caron con el título "Manifestation CGT"
Mayo del 68 representó conquistas para las mujeres a nivel de su cuerpo y su independencia.

Cuatro personalidades francesas rememoran de primera mano para el programa En Portada de TVE lo que significó Mayo del 68: una mirada a esos días a través de la mirada de algunos de sus protagonistas, que extrae el significado, presente, pasado y quizá futuro de aquel movimiento social considerado libertario y rupturista, cierre y apertura de una época en el siglo XX. Son el sociólogo Alan Touraine, la cantante Dominique Grange, la historiadora Ludivine Bantigny y el realizador de cine Rafaël Glucksmann.

Touraine, el sociólogo dentro del movimiento estudiantil

El sociólogo Alain Touraine, entrevistado para el programa 'En Portada'

El sociólogo Alain Touraine, entrevistado para el programa 'En Portada' PILAR REQUENA

Alain Touraine (1925) era profesor en la Universidad de Nanterre, en París, donde dirigía el departamento de Sociología y donde empezó todo Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, es también autor de diferentes obras sobre la sociedad postindustrial y los movimientos sociales, entre ellos Mayo del 68, que conoció de primera mano como uno de quienes pasó varias noches dentro de la Sorbona. Medio siglo más tarde, sigue pensando que el Mayo francés "fue un movimiento fundamental para entender el mundo que estaba creándose".

Pregunta: ¿Cómo empezó el movimiento que condujo a Mayo del 68?

Alain Touraine: Todo empezó en Nanterre. Concretamente un grupo de estudiantes, en gran parte de Sociología, organizaron un grupo llamado 22 de marzo. El líder de este movimiento se llamaba Daniel Cohn-Bendit, era un alemán, judío, cuya familia se refugió en Francia durante la guerra. Es muy importante saber que Cohn-Bendit era de orientación anarquista y muy poco comunista; en la Sorbona, al contrario, eran marxistas, trotskistas o maoístas, grupúsculos que existían poco en Nanterre. En Nanterre, el movimiento más fuerte, el que daba la orientación y el tono general, era más bien anarquista, revolucionario pero profundamente liberal; no había nada de soviético en su programa.

El movimiento obrero de la huelga y el de los estudiantes eran opuestos, había una falta de confianza y de unión visible

P.: ¿Cómo era Dany el Rojo?

A.T.: Era sumamente inteligente, abierto, listo, agradable. No había ninguna violencia, ni conflicto entre profesores y estudiantes, no. Por ejemplo, los estudiantes que habían creado el movimiento del 22 de marzo fueron convocados a principios de mayo a un tipo de tribunal de disciplina de la universidad y no podían tener abogados, pero podían escoger a un profesor de la universidad para defenderlos. Cohn-Bendit me escogió a mí y otros escogieron a Paul Ricoeur, que era un gran filósofo.

P.: ¿Cómo fueron las relaciones entre estudiantes y obreros?

A.T.: Fueron algo fundamental. Mayo del 68 supuso una crisis total del sistema oficial de Estado y del gobierno. Los ministros no sabían qué hacer y en un momento dado el general De Gaulle se fue de París en helicóptero y durante casi un día entero se quedó fuera de Francia en la zona de Alemania ocupada por los franceses. El movimiento no fue en ningún momento dominado por los partidos políticos ni los sindicatos, aunque el movimiento obrero era dominado por la CGT, el sindicato comunista en esa época. El movimiento obrero de la huelga y el de los estudiantes básicamente eran opuestos. Había una falta de confianza, una falta de unión, absolutamente visible.

P.: ¿Qué opina sobre los que, como el expresidente Nicolas Sarkozy, dicen de alguna manera que hay que pasar página?

A.T.: Pienso exactamente lo contrario. Nanterre fue realmente el inicio de la entrada en una sociedad de consumo, estábamos saliendo del mundo industrial y entrando en un mundo de cultura de masas, de comunicación. El mundo estaba muy desorganizado: toda Europa estaba dividida en dos, la parte soviética y la parte occidental; Francia es un país desorientado, que no se preocupa nada de los individuos; nadie se preocupa de la subjetividad, de la conciencia individual, la relación familiar, la vida sexual, la preocupación sobre el futuro... El movimiento de Nanterre o Mayo del 68 es un movimiento muy de subjetividad, más que de objetivos económicos o políticos.

Mayo del 68 mostró que venían problemas nuevos y que había que prepararse para un siglo muy diferente del pasado

P.: ¿Qué resultados se pueden resaltar de Mayo del 68?

A.T.: Una transformación enorme. El 68 es el fin del movimiento feminista de la reivindicación de los derechos políticos y es el inicio del movimiento de las mujeres respecto a la sexualidad, respecto al cuerpo en el sentido global de la palabra, y la participación fuerte de las mujeres. Mostró que venían problemas nuevos y que había que prepararse para un siglo muy diferente del pasado. Nanterre fue súper moderno, con aspectos negativos -el más importante, la caída en la violencia y una destrucción política total-.

Una cantante que puso letra y música a la revuelta

Dominique Grange, cantante y compositora, participó activamente en las protestas de París.

Dominique Grange, cantante y compositora, participó activamente en las protestas de París. PILAR REQUENA

Dominique Grange (1940), participó activamente en Mayo del 68, en su papel de cantante, compositora y activista. Animada por el ambiente de las revueltas, empezó a escribir canciones contra "el Estado policial" y a favor de la "huelga ilimitada", canciones protesta que luego fueron prohibidas y no volvieron a escucharse. Después de aquel primer contacto con la lucha obrera, que afirma que cambió totalmente el rumbo de su vida y su manera de ver el mundo, Grange ha seguido fiel a los ideales de entonces, militando a favor de las luchas sociales y contra las desigualdades y por causas como la del pueblo palestino.

Pregunta: ¿Cómo fue su participación en Mayo del 68?

Dominique Grange: "Estuve un poco por casualidad. Al principio, no sabía qué podía hacer porque era cantante y no sabía cómo meterme en ese movimiento de estudiantes. No sabía cómo participar en la Sorbona, porque ya tenía un trabajo; yo sabía que quería cantar. Un día escuché en la radio una llamada de un cantante de origen español, Leni Escudero, muy famoso en Francia, que dijo: 'Nosotros somos privilegiados, los artistas podemos hacer la huelga cuando queramos, no perdemos casi nada, porque nuestro trabajo es así, incierto, irregular, pero podemos hacer la huelga activa, en vez de quedarnos en nuestra casa. Podemos poner nuestro canto al servicio del pueblo en lucha, de los huelguistas'. Así que cogí mi guitarra y me fui a la Sorbona y en todo el mes de mayo y de junio no volví a casa.

El contacto directo con la lucha de clases te producía respeto y te daban ganas de luchar a su lado hasta el fin

P.: ¿Cantaba para los estudiantes?

D.G.: Cantaba más para los obreros, porque varios artistas habíamos formado un Comité Revolucionario de Acción Cultural que estaba en la Sorbona. Todos cantaban, igual que yo, en pequeños cabarés de la ribera izquierda en París y todos estaban bastante comprometidos con la acción política. Difundimos la noticia de que podíamos ir a cantar para los huelguistas que ocupaban las fábricas. Ese movimiento necesitaba apoyo y nosotros llegábamos con la guitarra, cantábamos y también llamábamos al apoyo, a la solidaridad. Cuando volvíamos a la Sorbona, íbamos a cantar también a la calle para pedir dinero para apoyar a los comités de huelga y, por supuesto, también cantábamos en las universidades en apoyo de los estudiantes.

P.: ¿Había tenido contacto anteriormente con la clase obrera?

D.G.: Honestamente, fue mi primer contacto directo con la clase obrera. Yo no venía de una familia obrera, mi padre era médico y mi madre se ocupaba de jóvenes presas en la cárcel, aunque había un gran sentido social en mi familia. El contacto directo con la lucha de clases en una fábrica, contra la jerarquía, contra las carencias, todo eso era nuevo para mí. Te juro que era algo que te producía respeto y te daban ganas de luchar a su lado y hasta el fin. Creo que eso aún lo tengo bien fuerte en mí y es, cómo decirlo, un compromiso para toda la vida. Antes yo pensaba que el mundo no era perfecto y había muchas cosas que me enfadaban, pero no tenía la misma idea, la misma gana, la misma fuerza tampoco, y ahora la tengo y creo que la tendré hasta la muerte, porque estoy envejeciendo como todos, soy una vieja combatiente del 68.

De Mayo del 68 queda la idea de que no hay que aceptar el mundo en el que vivimos tal como es

P.: ¿Qué representó Mayo del 68 para las mujeres? ¿Consiguieron algo?

D.G.: Sí, por supuesto, creo que hubo conquistas de las mujeres a nivel de su cuerpo, de su independencia. La revolución sexual no entiendo lo que fue, no la he visto personalmente. Las mujeres estaban en las barricadas, en la calle, se encargaban de hacer todo el trabajo de la comunicación... En los años 70 llegaron las mayores conquistas del movimiento feminista, eso sí, pero no es de Mayo del 68.

P.: ¿Qué queda hoy de Mayo del 68?

D.G.: Creo que queda la idea de que no hay que aceptar el mundo en el que vivimos tal como es, a todos los niveles. No solamente en la política, sino también en la ecología, el equilibrio planetario, todo lo que se nos impuso, el progreso, el capitalismo, la economía de mercado, todo eso no hay que aceptarlo. La idea de indignarse, que ustedes conocen bien en España, de no aceptar, yo creo que viene de todos los movimientos. Yo escribí una canción que se titula No borren nuestras huellas, y eso está vivo. Se percibe en todos los lados, en ciertos momentos el movimiento baja pero sigue, como los ríos subterráneos -tengo otra canción que se llama así- pero en otro momento va a surgir, creo que eso no se va a apagar.

Mayo del 68, a la luz de la historia

Ludivine Bantigny, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Rouen

Ludivine Bantigny, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Rouen. PILAR REQUENA

Al margen de los relatos personales, conviene poner un movimiento como el de Mayo del 68 a la luz de la historia. Bajo la de una experta en esta época, Ludivine Bantigny, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Rouen y autora de obras como 1968: de grands soirs en petits mains, aquel acontecimiento se describe como "ante todo, una gran manifestación social, una huelga general", un "gran movimiento de crítica, de protesta", que supuso "la posibilidad de tomar la palabra, de reflexionar sobre la vida, el trabajo, la sociedad, el orden social y cuestionarlos".

Pregunta: ¿Cuáles eran los objetivos de Mayo del 68?

Ludivine Bantigny: Sus objetivos eran muy diversos. Por un lado, reivindicaciones muy materiales, como mejorar las condiciones de trabajo. En esa época, había jóvenes de 16 o 17 años que trabajaban 50 horas por semana. Había muchos salarios pequeños, había mucha desigualdad social y salarial. Se calcula que en esa época 30 millones de personas en Francia vivían por debajo del umbral de la pobreza y existía esa aspiración, simplemente, de mejorar la suerte de todos y cada uno en lo cotidiano. Pero había quienes querían ir más lejos, que se imaginaban un mundo diferente, que eran críticos sobre el capitalismo, la sociedad de mercado, la competitividad, y que querían un mundo más solidario. Es todo un espectro que va de la reforma a la aspiración a la revolución. Había aspiraciones muy diversas pero coincidían en la idea de que era legítimo tomar la palabra para hablar de temas que son políticos, que concernían a todos.

La imaginación al poder significaba reflexionar sobre el hecho de que un mundo diferente podría ser posible

P.: ¿Qué era eso de "la imaginación al poder"?

L.D.: La imaginación al poder fue una fórmula que empleó Jean-Paul Sartre. En particular los jóvenes fueron muy creativos, pero también los obreros, que ocuparon las fábricas y que se apropiaron del arte. El arte podía ser también lo cotidiano, no sólo el que había en los museos, por ejemplo, los obreros de una fábrica de automóviles diseñaron un fresco sobre los muros de la fábrica. La imaginación estaba también en los comités de los barrios, en los comités de acción, en los comités de huelga, que podían imaginar una sociedad diferente. Se preguntaban que pasaría si no hubiese patrón en su fábrica, si hubiese una sociedad sin moneda, sin dinero, si hubiese una sociedad sin publicidad. Eso era la imaginación, se intentaba verdaderamente reflexionar sobre el hecho de que un mundo diferente podría ser posible.

P.: ¿Qué se consiguió realmente en Mayo del 68?

L.D.: Si consideramos el resultado de las negociaciones con el Gobierno, no hay grandes logros. Hubo un 35% de aumento del salario mínimo pero el problema es que como había mucha inflación el aumento de los precios se llevó por delante ese aumento salarial. Otra adquisición importante fue que los sindicatos fueron reconocidos dentro de las empresas. Si tenemos en cuenta que hubo todo un país con las empresas ocupadas, con enormes movilizaciones y una huelga general, no es gran cosa lo conseguido. Pero si se reflexiona a más largo plazo, Mayo del 68 sacude los códigos sociales. Uno se siente más autorizado a tener un espíritu crítico, a cuestionar las jerarquías, la evidencia del poder, es decir, el orden de las cosas.

En este sentido, fue un acelerador de la toma de conciencia sobre la cuestión de las mujeres, la cuestión de los inmigrantes, la cuestión de la sexualidad, la cuestión de la enseñanza, del arte, etcétera. Es un movimiento que es muy profundo a la hora de interrogarse sobre el fundamento de la sociedad, del mundo, de su destino.

P.: ¿Cómo fue la presencia y participación de las mujeres?

L.D.: Las mujeres estuvieron muy presentes en todas partes. Estuvieron muy movilizadas, muy activas y, al mismo tiempo, es cierto que fueron muy discretas, no se conocen mujeres líderes. Hubo mujeres que tomaron la palabra en las calles y en los comités de huelga. La Policía, cuando veía que una mujer tomaba la palabra, decían: 'Oh là là, una mujer que se atreve a tomar la palabra públicamente'. Era chocante y, al mismo tiempo, ellas eran muy activas y continuaron interiorizando la idea de coger el micrófono, pero parecía que los hombres estaban más legitimados para decir cosas más interesantes. Solamente más tarde las mujeres y el feminismo de los años 70, a partir de esa experiencia, dirán que hay una contradicción, porque estuvieron muy presentes pero al mismo tiempo se sufrió una dominación por los hombres en el mismo movimiento.

P.: ¿Cuál es el legado de 1968?

L.D.: Hay un problema de herencia y de memoria de 1968 porque es un acontecimiento desfigurado por ciertas personalidades de los medios, políticas, intelectuales que dicen que fue únicamente la revolución sexual, que la felicidad fue fundamental… Es una manera de olvidar que fue ante todo un gran movimiento social. No hay movimiento menos individualista; al contrario, se dirige hacia lo colectivo, hacia lo común, la solidaridad. Trabajando sobre el 68, he comprobado que hay mucha gente que ha conservado los ideales, los valores, de emancipación, el valor de solidaridad, y que no son justamente los que salen en los medios. Y hay una parte de la joven generación hoy, en el movimiento Nuit Debout, en el movimiento Indignados, en Occupy Wall Street, movimientos que son libertarios y también ecologistas, que comprenden mejor lo que pasó en el 68 y en aquellos años, y las aspiraciones se han redoblado.

Mayo del 68 para entender los populismos modernos

Raphaël Glucksmann, director de cine y escritor

Raphaël Glucksmann, director de cine y escritor PILAR REQUENA

Raphaël Glucksmann (1979) es escritor, director de cine y periodista, director del Nouveau Magazin Littéraire. Su apellido le delata como hijo del fallecido filósofo André Glucksmann, discípulo de Jean-Paul Sartre que participó como militante maoísta en Mayo del 68 y acabó abdicando del comunismo. El joven Glucksmann, que lleva en la sangre el amor al debate y a las ideas, define en términos modernos aquel momento como una activación del "modo avión" de la Historia, en el que la gente paró su vida y se preguntó "qué hacía en la tierra" y decidió "poner todo en tela de juicio al mismo tiempo" en un caos del que "germinaron las ideas más tontas y las más geniales".

No se trata de si un Mayo del 68 es posible, es que es necesario, hay que volver a pensar nuestra relación con el mundo

Pregunta: ¿Es posible hoy un nuevo Mayo del 68?

Raphaël Glucksmann: Nunca hay que volver a hacer lo mismo que lo que ocurrió 50 años atrás. Se haría el ridículo, parecería que estás en un museo de cera. Lo que está claro es que hoy hay un déficit de utopía, de horizonte colectivo, de ideas nuevas, de capacidad de cuestionar el orden de las cosas, de la marcha del mundo. Y, sí, lo que hace falta es volver a pensar que sí es posible la imaginación al poder y que tenemos la capacidad de reorientar la marcha de nuestras sociedades. No se trata de si un Mayo del 68 es posible, es que es necesario, es necesario volver a pensar nuestra relación con el mundo, con la producción y el consumo porque, si no, el mundo corre hacia su destrucción.

P.: Pero Mayo del 68 no obtuvo muchos resultados, ni siquiera el presidente De Gaulle dimitió.

R.G.: Sí, es cierto, pero dimitió al año siguiente. Y la sociedad cambió, no hay resultados políticos en el 68, pero sí hay resultados en la sociedad y son enormes -el derecho al aborto, por ejemplo- y llegan hasta hoy con el movimiento #MeToo, que procede de ese feminismo que nace de esos años, y las libertades sexuales, el matrimonio homosexual... El resultado es que hoy somos mucho más libres de lo que éramos ayer. Si bajo a la calle y beso a un chico, no va a venir a atacarme la mitad del país y a darme una paliza. Los resultados son sumamente tangibles en nuestras vidas. Simplemente el problema es que Mayo del 68 hizo tambalearse los grandes mitos tradicionales pero no hubo una reescritura de la historia colectiva a continuación. Mayo del 68 nos va a dejar totalmente libres a ti y a mí pero también muy solos.

P.: ¿Y hay similitudes entre Mayo del 68 y otros movimientos sociales actuales?

R.G.: Hay una similitud en la espontaneidad del movimiento. Ni el 68 ni la Nuit Debout o las revoluciones árabes fueron planificadas por un partido político con un programa, con un profeta. Lo que une a estos movimientos es la espontaneidad. La diferencia reside en que el 68 se inscribe en una perspectiva de optimismo generalizado y hoy la situación es algo más sombría, la gente está más inquieta y angustiada, así que estos movimientos no tienen la misma cara que el 68, pero ciertamente son movimientos a la vez extremadamente innovadores y también finalizan una aporía, un impasse.

P.: Usted es partidario de un movimiento global que lleve a una conciencia cosmopolita. ¿Cuál sería el proyecto adecuado?

R.G.: Hay que movilizar a la gente en un proyecto de sociedad abierta globalizada. Tenemos un proyecto, la Unión Europea, que es el embrión de una sociedad cosmopolita, que se fundamenta en una democracia más allá de las fronteras nacionales, pero no se ha llevado hasta el final, sigue siendo un proyecto de regulación de los mercados. Hay que aceptarlo como un proyecto de democracia social europea. Esa incapacidad de formular un proyecto político conduce a continuación al triunfo del fundamentalismo, sea nacionalista o religioso, y este es el gran fallo de las elites europeas y occidentales en general. En 1989, cuando el muro de Berlín cayó, se nos explicó que era el fin de la historia y de la democracia liberal para el resto de la humanidad. 25 años después asistimos a todo lo contrario.

P.: ¿Hay otras posibilidades?

R.G.: No hay elección. Es esto y tenemos que aceptarlo, si no será el triunfo de los mini-Trumps por todas partes: Orban, Brexit, en Italia la Liga Norte, Grillo o Berlusconi... ¿Es ese el proyecto? Si no queremos esto, hace falta salir de la pasividad, producir conceptos, ideas, horizontes para llegar a una idea que es la idea de la democracia europea. Hay que intentarlo, intentarlo e intentarlo.