'Animal', la sorprendente historia de un hombre que renuncia a su humanidad
- El nuevo cómic de Colo reflexiona sobre lo que nos hace realmente humanos
- "Vivimos en un mundo deshumanizado", asegura el dibujante
Colo (Jesús Colomina Orgaz. Madrid, 1968) nos ha regalado tres cómics en 8 años, tres obras con las que se ha ganado un lugar privilegiado entre los autores más sorprendentes e innovadores del panorama actual, tanto a nivel gráfico como literario. Porque siempre consigue sorprendernos con historias que nos obligan a plantearnos preguntas, a participar activamente en la lectura.
Realmente se gana la vida haciendo ilustraciones y storyboards publicitarios, habiendo planificado más de 1.500 anuncios, tanto nacionales como internacionales. Pero, como se confiesa un enamorado del cómic, nunca deja de dibujar. Y, lo más importante, hace lo que le da la gana. En 2010 irrumpió con fuerza con la brillante De perros y huesos, una historia negra sobre pequeños buscavidas con la que consiguió el premio Planeta de Cómic. Y seis años después publicó Hoy es un buen día para morir (Dibbuks), una historia apocalíptica en la que un virus amenazaba con acabar con la raza humana.
Ahora nos llega su tercera obra, Animal (Dib>buks), en la que nos plantea una historia realmente sorprendente, la de un hombre que quiere renunciar al estatus de Ser Humano y consigue que la justicia se lo reconozca, quedando en una especie de limbo legal en el que no tiene obligaciones pero tampoco ningún tipo de derechos. Un cómic que explora qué es lo que nos hace realmente humanos. Y en la que la ciudad de Madrid es una de las grandes protagonistas.
Como la entrevista que nos ha dado Colo es tan interesante os la transcribimos entera.
1) Resúmeme el punto de arranque de Animal.
El verdadero punto de arranque se dio unos dos años antes de empezar a dibujar. Por aquel entonces estaba trabajando en Hoy es un Buen Día para Morir y no tenía en mente ningún proyecto que hacer al terminarlo. Esa historia fue muy absorbente y me ocupaba toda la energía. Me gustan las historias así. Me apasiona involucrarme en proyectos largos, con los que me pueda comprometer y comprobar hasta qué punto me llevan y el vuelo que alcanza una historia. Hay algo primitivo en eso, me parece. Algo obsesivo y primitivo. Creo que eso es la pasión. Supongo que tiene algo que ver con la sensación de encontrar un sentido a mi vida y cuando dedico todas mis energías a un proyecto tengo esa sensación de vivir para algo. Lo que sucede es que si dedicas todas tus energías a una aventura creativa así, no te queda mucha para pensar en otras ideas futuras así que me limitaba a seguir trabajando sin preocuparme demasiado del mañana.
Solía ir con mi pareja a dar vueltas en bici por el Retiro, comer un bocadillo en algún sitio tranquilo, tomar un café y echar la tarde. Si hacía buen tiempo era un planazo y era algo que hacíamos a menudo. Uno de estos días, sentados en la Isla, una zona del Retiro cercana a la Rosaleda, comiendo nuestros bocadillos a la sombra de un árbol, me quedé mirando a unos patos que daban vueltas por allí esperando a que les arrojáramos algún pedazo de pan y entonces sucedió. Sentí una envidia tremenda de aquellos patos y su vida tranquila. Su única preocupación parecía ser ese trozo de pan. Así de simple.
A mí, algunas veces, me agota la experiencia de vivir. Siento que la vida es demasiado larga para no hacer nada y demasiado corta si quieres hacer algo. Tener conciencia, en ocasiones, me resulta agotador y ver aquellos patos flotando, sin preocupaciones aparentes, me hizo sentir envidia por un instante. Ese fue el detonante de Animal. Ni siquiera pensé en un cómic. Simplemente me resultó interesante la idea de renunciar al estatus de ser humano. Me hizo gracia. Lo curioso del tema es que aquella idea abría un montón de posibilidades cuando te lo planteabas. Inicialmente era una locura pero, si lo dejabas reposar unos instantes en tu cabeza, se empezaban a plantear interrogantes. Esas dudas, esas preguntas, siguieron brillando durante el tiempo que pasé terminando Hoy es un Buen Día para Morir, asi que no me quedó más remedio que asumir que tenía que dibujar Animal.
2) ¿Qué es lo que te interesaba explorar con esta historia? ¿Que es lo que nos hace humanos?
Complicado. Creo que Animal opera en dos direcciones. Una externa y otra interna. La externa es el mundo, lo social, lo institucional. Vivimos en un sistema deshumanizado y creo que las personas no tenemos tanta capicidad de modificarlo como pensamos. No me refiero a los ciudadanos de a pie, solamente. También hablo de los altos cargos políticos o empresariales. El sistema tiene una inercia muy fuerte y tengo serias dudas de que los dirigentes tengan realmente el poder de cambiar las cosas.
Hay una inercia muy difícil de romper y me parece que ellos también están atrapados en esa telaraña. Esta idea planeaba en Hoy es un Buen Día para Morir y con el tiempo se me va haciendo más evidente. Es algo así como el Titanic, que va a toda velocidad camino del iceberg y no hay manera de cambiar el rumbo o frenarlo. Creo que el capitán no puede hacer absolutamente nada.
Me parece que pensar que los dirigentes son malas personas es una simplificación que usamos para no reconocer que el sistema somos todos, en mayor o menor medida. Que todos somos responsables del mundo, vamos. Es más fácil pensar que el mundo es una mierda por culpa de los poderosos y que nosotros no tenemos nada que ver. Ellos son los malos y nosotros los buenos así que... ¿qué podemos hacer nosotros, simples mortales inferiores, que no tenemos ningún poder? Naturalmente, en los puesto de poder hay mucho hijo de puta, pero cada día veo más claro que también hay mucha gente que no tiene capacidad de maniobra y que están atrapados por ese sistema inhumano igual que nosotros.
No es que quiera justificarlos, no. Lo que intento es humanizarlos y tratar de verlos como personas y no simplemente como monstruos. Dentro de ellos hay un monstruo, sí, pero también dentro de cualquiera de nosotros. Negar ese monstruo que todos llevamos dentro me parece negar nuestra humanidad. Creo que ese es un buen punto de partida para modificar las cosas, para cambiar de rumbo y he tratado que Animal lo incorpore en sus contenidos.
La dirección interna tiene que ver con aquello que sucede de piel para dentro y de la dificultad de conectar con el otro, de conocerlo. En el Templo de Apolo, en el oráculo de Delfos, estaba inscrito "gnóthi seautón", conócete a ti mismo. No deja de resultar irónico pensar que la gente iba allí a consutar a la Pitia, la pitonisa, para saber aquello que ignoraban. Sacrificaban una cabra a Apolo para ver si podían consultar o no a la Pitia. La quemaban viva y si en la agonía de la muerte la cabra sufría convulsiones consideraban que Apolo estaba receptivo a sus preguntas. Se tomaba muy en serio todo aquello y solamente se consultaba cuando realmente se quería saber. Y lo que estaba inscrito era "conócete a ti mismo". ¡Toma castaña!
Conocerse a uno mismo es algo muy difícil. Muy, muy difícil. Tenemos millones de mecanismos que se nos escapan. Nos cuesta mucho saber el motivo por el que hacemos o pensamos muchas cosas. ¿Es por miedo? ¿Por egoismo? ¿Por qué he hecho esto? ¿Por qué no he hecho lo otro? Imagina lo complicado de conocer al otro. Es como un salto al vacío. Eso me interesaba mucho. ¿Cómo podemos juzgar a otro con tanta facilidad? ¿Qué sabemos realmente del otro? No sabemos nada de sus motivos ni de sus sueños, de sus heridas ni sus fracasos. Esa frivolidad con la que opinamos del otro es una parte muy importante de Animal. Me parece que exigir que el otro se comporte como si fuera perfecto, como si fuera una máquina que nunca va a fallar, es deshumanizarlo. Si emitimos un juicio así del otro, el sistema ha ganado y somos otra de sus herramientas.
¿Qué nos hace humanos? Si te soy sincero no tengo ni la más remota idea. La duda, tal vez. O el deseo. O conocerse a uno mismo. Cuando crees que tienes una respuesta a esa pregunta... se te escapa. No sabría decirte, solamente soy un ser humano.
3) ¿Hasta qué punto es posible renunciar a nuestro derecho a la humanidad como consigue el protagonista? ¿Cómo te has documentado legalmente?
Je, je... ¿te lo vas a pensar?
Pues lo primero que hice fue consultar a un abogado que me informó que no era posible hacerlo. La humanidad es irrenunciable, como la dignidad. Un proceso creativo siempre es una búsqueda de algo que, a veces se encuentra y otras no. Es parte de la aventura. El protagonista también emprende una búsqueda y decidí incluir esa consulta en el cómic. Una negativa. Me pareció que era lo más honesto.
Luego recordé que tengo un buen amigo, Ray Stoc, que también es abogado. Ray es una persona increíble. Uno de esos tipos con volumen que no sabes en qué lado de la genialidad se encuentran pero que, en cuanto empiezas a conocer, te das cuenta que es un rara avis. Yo siempre suelo hacer homenajes a los amigos en mis cómics y pongo graffitis con sus nombres en los fondos de las viñetas o les dibujo caminando por ahí. Cuando se publicó Hoy es un Buen Día para Morir, Ray me pidió que le sacara en alguna historia y le prometí que lo haría y que, incluso, le daría frase. Un día, hablando con un amigo común, me contó algunas anécdotas de Ray que me hicieron darme cuenta que él era la persona indicada para una idea tan loca como la del protagonista de Animal. Yo necesitaba un abogado con la cabeza lo suficientemente abierta para pensar en esa posibilidad con seriedad. Un tipo con ese punto loco que tiene el protagonista. Ray fue la respuesta.
Quedé con él para comer y le conté el dilema del protagonista. Se marchó a pensar sobre el asunto y me pasó algunos libros que pensó me vendrían bien. Un par de semanas después nos volvimos a ver y había estado estudiando las posibilidades.
Me comentó que, tal vez, podría ser más sencillo contar la historia de un personaje al que dan por muerto, pongamos por un accidente, y que se niega a ser reconocido como vivo nuevamente, pero eso le quitaba parte de la intencionalidad que tenía así que lo descartamos. También me contó que un procedimiento así puede llevar más de diez años y eso me hizo meter en la historia una presión social que hiciera que se acelerara todo. Finalmente encontró una manera hipotética de hacerlo, me contó los pasos a seguir, le hice unas fotos para que saliera en la historia interpretándose a sí mismo y cumplí mi palabra de convertirle en personaje con frase.
Realmente lo que me interesaba no era tanto encontrar un resquicio legal que permita renunciar a la humanidad sino que hubiera una base minima sobre la que trabajar y que hiciera la historia creíble. Alan Moore dijo que los políticos mienten para ocultar la verdad y que los artistas lo hacen para que la verdad se muestre. Lo que me interesaba era llegar a paisajes humanos que se encuentran por debajo de los códigos sociales establecidos y que no solemos contemplar. Quitar algunas máscaras y entrar en el caótico espacio de la experiencia humana individual, en la subjetividad. La base legal es realmente la vaselina para entrar en esos paisajes.
En cualquier caso, en una de las reuniones con Ray, me confesó que si él se hubiera encontrado un tipo así, hubiera llevado su propuesta adelante. Un rara avis, como te digo.
4) ¿Por qué has querido estructurarlo como un documental o un reportaje televisivo? ¿Que te permitía narrativa y gráficamente?
Como te comentaba, un proceso creativo es una búsqueda. En mi caso suelen venirme a la cabeza ideas básicas que pueden sobrevivir al tiempo y adquieren brillo o bien se van apagando. No tengo control sobre ello. Me limito a ser un espectador de ese fenómeno y lo único que puedo hacer si una idea persiste en mi cabeza es asumir que tengo que llevar adelante ese proyecto, materializarlo en una obra. En esa búsqueda de lo que es una idea hay muchas fases, muchas decisiones que se tienen que tomar que uno cree que, de alguna manera, apuntan en la dirección de esa primera impresión que uno tiene, de esa idea primigenia. Mis decisiones tienen que ver con elementos que hacen que brille más la idea básica. Animal era una idea desnuda que brillaba mucho, que tocaba algunas fibras humanas que me resultaban muy interesantes.
Inicialmente pensé que sería una idea estupenda para verla dibujada por el maestro Alberto Breccia. Casi como un cuento expresionista. Esta forma aguantó mucho tiempo en mi cabeza hasta que conocí a Laura Flys. Laura tocaba el calrinete en un caótico grupo de improvisación llamado Bohemio Factorië que me había invitado a tocar el bajo en sus sesiones. Bohemio compartía local de ensayo con mi grupo, Hielo Rojo, con los que estaba trabajando en el C.D de Hoy es un Buen díapara Morir
. Nos conocimos en esos ensayos y un día descubrí que se dedicaba al audiovisual y que trabajaba para productoras y televisiones. Ahí Animal sufrió un giro inesperado y pensé que un falso documetal podría ser un medio estupendo para esa historia y le propuse el proyecto para ver si le podría interesar. Ella me dijo que pretendía desvincularse del audiovisual, que estaba cambiando de vida y que no quería meterse en más proyectos relacionados con ese medio, así que descarté la idea. Sin embargo, ese tono de documental me gutaba mucho. Me despedí de Breccia y decidí que esa iba a ser la dirección a seguir.
Por otro lado creo que no hay obra sin riesgo. Me interesan mucho las obras en las que el autor se la juega y trata de hacer algo diferente a lo que solemos encontrar. En este caso, plantear un cómic en la que la mitad de la historia son personajes hablando, sin fondo, me parecía una locura. Cien páginas de caras en una historia de doscientas. ¡Absurdo! Es un suicidio desde el punto de vista comercial pero... ¿se puede hacer? ¿Hay manera de llevar una idea tan loca, con un personaje tan loco, a buen término? Supongo que la adrenalina de intentar hacer algo así juega un papel muy importante en mi proceso interno y, posiblemente, también hay algo de soberbia en esas decisiones. Como te digo, soy un ser humano.
5) ¿Te gustaría que el lector se haga preguntas con tras leer la obra? ¿Cuáles?
Supongo que sí. Me parece que estaría bien si alguien se plantea alguna cuestión al leer Animal.
Las personas tenemos un mecanismo relacionado con el ahorro de energía. Ante las cuestiones que se nos plantean en la vida cotidiana tendemos a tomar la decisión que nos permite gastar la menor cantidad de energía posible, de ahorrar.
Posiblemente necesitamos de esa energía para sobrevivir en el día a día y ese mecanismo nos lleva a sacar conclusiones rápidas de muchas cosas, a no invertir demasiada energía en buscar otras perspectivas posibles más allá de lo evidente.
Me parece un buen mecanismo pero hay que tener cuidado para no caer en nuestra propia trampa ya que esa opinión que nos formamos ante cualquier asunto, se convierte en parte de nuestra realidad y vamos a percibir el mundo desde ese filtro. En ocasiones puede ser muy positivo simplificar un análisis de algún aspecto de la existencia, pero en otras el camino fácil no es el adecuado y conviene pararse a reflexionar y ver con calma cuál es la mejor opción.
A mí me gusta mucho hacer juegos malabares con las ideas. Me divierte tartar de dar la vuelta a la tortilla y encontrar perspectivas diferentes de aquellas cosas que solemos dar por sentadas. Es parte de mí carácter, me parece. Soy un poco terrorista en ese aspecto y encuentro placentero llevar la contraria o cuestionar lo obvio. Me viene de conocer a personas que tienen distintos puntos de vista de la realidad, distintas lecturas del mismo asunto.
Hay que ser muy soberbio para considerar que nuestra realidad individual es la verdadera y que las otras son realidades menores, defectuosas. Esa manía de contemplar subjetividades diferentes está en mi obra y si algún lector encuentra algo que le hace plantearse que alguna cosa que consideraba inmutable puede tener otra vuelta de tuerca, otra visión distinta, me parecerá estupendo.
Las preguntas que creo que nos debemos hacer tienen que ver con nuestras relaciones con el mundo, con los otros y con nosotros mismos.
6) ¿Qué otros temas trata la obra ? ¿Los medios de comunicación, la deshumanización...?
La deshumanización es una constante en mis historias, sí. Creo que humanizar el mundo es la causa más digna que existe. En mis historias siempre trato de humanizar a todos los personajes, sean buenos o malos. Trato de hacerlo con mayor o menor fortuna pero ahí está el intento.
Si lo pienso, me doy cuenta que lo que me interesa de los medios de comunicación o de cualquier ámbito que aparece en mis cómis es la lucha entre lo humano y la deshumanización. Me interesa la pelea entre la industria mercantilista de la prensa y la humanidad del periodista, entre el sistema y la persona. Un juez tiene que dictar una sentencia terrible. Es su obligación, su trabajo, pero el ser humano que hay debajo de la toga sufre las consecuencias. Una doctora decide atender a un paciente pese a que no tiene papeles ni derecho a atención médica. Se salta las reglas pero sabe que ha hecho lo correcto y dignifica su existencia.
Lo terrible del sistema es precisamente que es inhumano, insensible. Ese es su punto débil, me parece. Que considera objetos a las personas cuando en realidad no lo somos. Sufrimos las consecuencias. Somos sensibles al dolor y el sufrimiento. Esa me parece nuestra principal baza y trato de recordar en mis historias que no somos lineales, que no nos comportamos como máquinas.
7) ¿Por qué te gusta hacer obras tan largas y densas? ¿Tiene que ver con tu método de trabajo?
Bueno. Las obras que más me han impresionado siempre han sido largas y densas. Son obras que cuando las he leído he pensado... ¡yo quiero hacer algo así! Hay muchas obras ligeras que me encantan pero no siento el deseo de hacer nada parecido. Las obras largas y densas te pueden cambiar la vida y no ser solamente un entretenimiento.
Hacer una obra larga y densa requiere mucho tiempo, mucha energía. Hay que tener músculo para llevarla a término y requiere ser compacto, constante. Son obras que te lleva años hacer y pasas todo ese tiempo conviviendo con ese universo particular. Eso te brinda la oportunidad de ver muchas facetas de esa realidad y te permite pensar con calma sobre el asunto que se está tratando.
La primera historia larga que hice, por ejemplo, se llama 3. Es una historia en la que Van Gogh es el protagonista. Me costó mucho tiempo terminarla. Lo bueno es que la experiencia de trabajar durante años con Van Gogh me ayudó mucho a entender su pintura y su vida. A empatizar con él. Me ayudó a entender que hay puntos de no retorno y que cuando a uno se le rompen algunas cosas, no las puede volver a curar. Cuando alguien piensa que un cuadro de Van Gogh es bonito, creo que solamente ve los colores luminosos. Es como si mirara la superficie pero fuera incapaz de ver lo que hay debajo de esas pinceladas. Debajo hay un dolor terrible. Una lucha agotadora entre el caos y la belleza, entre el deseo y la frustración de sus propias limitaciones. Hay una especie de sacrificio a un Dios desconocido que es una mezcla entre súplica y exigencia. Esto lo puedes leer en su biografía, claro, pero si trabajas con su realidad durante tanto tiempo, los datos biográficos se convierten en algo frío y pasas a compartir sentimientos con él y a partir de ahí no puedes volver a frivolizar con la locura. Si pasas años conviviendo con un personaje terminas por conectar con él de forma profunda. Básicamente estableces una relación de amor con alguien que no existe. Piensa que una persona puede leer una obra en una tarde y que le puede causar una cierta impresión, pero si eres el autor, son años los que pasas sumergido en esa realidad. Conectas, sencillamente.
Por otro lado, en los trabajos largos, acumulas tensión narrativa durante bastante tiempo y cuando llegas al climax de la historia, experimentas un subidón, una especie de orgasmo místico que te cambia. En mi caso suelo trabajar sin guión así que es una ventura en la que no tengo claro lo que va a suceder durante mucho tiempo. Las dudas se convierten en un aliado y sigues buscando algo que ignoras qué es. Te has tirado a la piscina y has nadado tan lejos que solo te puedes plantear seguir adelante, vamos. Ese salto al vacío me hace sentir lleno de vida. Algunas personas hacen puenting o escalan el Everest y yo me siento en el tablero y me paso años dibujando una historia. Creo que uno muere y renace convertido en otra persona diferente en algunas obras y yo soy una persona que necesita imperiosamente ser otro. El proceso creativo es la única manera que he encontrado de cambiar, de morir. Por eso me resulta imprescindible, porque en las obras largas y densas encuentro la vida y la muerte, de alguna manera.
Tengo la sensación que esa energía que empleo empapa la obra y que abre un canal profundo con algunos lectores que tienen una sensibilidad cercana a la mía. Muchas veces me han dicho que en mis historias hay mucha verdad. No deja de ser curioso ya que un cómic es esencialmente una mentira, pero algo hay allí que algunas personas encuentran verdad. En ocasiones me he encontrado con personas que me han dicho que tal obra les había ayudado mucho o que les había cambiado la vida. ¿Cómo? ¿Un cómic? ¿Que un cómic te ha cambiado la vida? ¿En serio? La cosa parece absurda pero recuerdo una sesión de firmas en la Feria del Libro de Madrid en la que una chica joven termino abrazada a mí y llorando como una madalena. Al parecer había unido piezas que tenía pero no conseguía que se conectaran y, de repente... ¡magia! Yo recuerdo que leer cómics me ayudó mucho de niño. Me permitió soñar con imposibles y me dió la pista de lo que quería hacer con mi vida así que he experimentado en mi propio pellejo que el arte es una herramienta de transformación impresionante. Yo lo utilizo para tratar de transformarme a mí mismo pero resulta que a algunos lectores también les ayuda a cambiar alguna opinión o a sacar fuerzas para hacer algunas cosas. Todos salimos ganando, mira qué bien.
8) ¿Cómo has adaptado tu estilo a esta obra?
Cuando decidí que la estructura de la obra iba a ser un documental, vi claro que el dibujo tenía que tener un punto realista pero también me parecía que el carácter de la historia obligaba a un tratamiento no demasiado limpio, incluso violento. Se trataba de hacer algo orgánico así que decidí olvidarme del ordenador y trabajar todo directamente en papel, a la antigua usanza. Los originales son una mezcla de acuarela, acrílicos, pastel, lápiz de color y tinta. ¡Una guarrería!
Suelo llevar un cuaderno encima y dibujo en el metro a personas que me llaman la atención. Son dibujos muy rápidos, sin boceto alguno. Solamente caras, generalmente. Tienen una energía muy especial, esos cuadernos. Yo digo que son dibujos rápidos hechos para mirar despacio. Es algo que llevo haciendo bastantes años y tengo una buena colección de cuadernos. La pintora May Pérez, una gran amiga con un talento espectacular y que ya me había asesorado con el color de Hoy es Un Buen Día para Morir, los suele mirar cuando nos vemos y un día me comentó que debería hacer un cómic con ese tipo de dibujo. La idea me gustó y el lenguaje lo tengo bastante incorporado. Consistía en añadir el color con esa misma tensión en la mano, que el acabado final pareciera casi un boceto.
Hay un aspecto que me parecía muy importante y era tratar de involucrar al lector en la historia. Romper la cuarta pared, de alguna manera. El formato de entrevistas me permitía que el lector se convirtiera en un personaje más de la historia. Un buen amigo y guionista, Rufo, vió las primeras 30 o 40 páginas. Su opinión era que, como lector, se preguntaba quién era, ¿soy un investigador? ¿un periodista? ¿un policía? Por eso el formato entrevista me parecía perfecto para esta historia.
Durante estos años de trabajo, me he dedicado a ver todas las entrevistas que he encontrado y a estudiar la géstica de los entrevistados. Nunca se mira a cámara. La mirada se dirige a algún punto, fuera de campo, como a un metro o dos del tiro de cámara. Ese es el efecto que quería exactamente.
Si el acabado de los dibujos ha sido muy rápido, el estudio de cada gesto ha sido todo lo contrario, muy lento. He visto cientos de entrevistas y muchas de ellas se han convertido directamente en algunos testimonios que salen en la historia. En algunas de ellas, si el personaje me encajaba, ni le he cambiado la cara. El anciano taurino es, directamente, Pepe Mujica. El padre es Bernie Sanders. En otros personajes me quedaba con los gestos y cambiaba el personaje. Y luego, hay tres personajes que son tres buenos amigos y he mantenido sus caras. El abogado que, como te comentaba, es Ray Stoc. El psicólogo es Ivan Cebrian, un buen amigo que me asesoró en cómo se hace una evaluación psicológica de un individuo y Juan, que es otro buen amigo y policía, que me asesoró sobre los procedimientos con los detenidos. Esas tres personas han mantenido su cara.
9) ¿Qué me puedes contar de ¡10:45!, tu nueva obra? ¿De qué va? ¿Qué sabes de la adaptación cinematográfica?
¡Ah! ¡10:45! ¡Me encanta!
Tengo un gran amigo brasileño, Douglas Machado. Douglas es como un hermano para mí. Es la persona que más me ha enseñado sobre los procesos creativos. Nos conocemos desde hace más de treinta años y hemos trabajado juntos alguna vez. Nunca he trabajado con nadie como con él y creo que es el artista más auténtico que he conocido nunca, en el sentido de su honestidad con el proceso creativo. Hay mucha verdad en la obra de Douglas.
Hace tiempo que tenía un proyecto rondando por su cabeza y un día me llamó para contarme que se iba a meter con él, que la historia tenía posibilidades de hacerse y que le gustaría mucho contar conmigo para hacer el story board de la película. Yo me he ganado la vida haciendo story board para publicidad y conozco muy bien ese lenguaje. Lo tengo muy interiorizado y ya no suelo ni pararme a pensar dónde colocar la cámara cuando planifico un plano. Ya lo hago por instinto, puramente. Cuando alguien me dice que mis cómics parecen películas pienso que lo raro sería que no lo parecieran ya que pienso en movimiento, directamente. Bueno. El cine se alimenta de los cómics en los últimos años y yo le devuelvo la pelota e incorporo el lenguaje cinematográfico a mis historias.
La historia es una muy libre adaptación de Esperando a Godot, de Samuel Beckett, tamizada por la cabeza de Douglas y convertida en otra cosa totalmente diferente.
Empezamos a trabajar en el story board y, en un momento dado, Douglas me comentó que tal vez nos habíamos equivocado de dirección y me propuso olvidarnos del story y hacer, directamente, un cómic. La idea me encantó. Decidí que quería mantener elementos del lenguaje del story, como no poner bocadillos sino los diálogos bajo las viñetas, la tipografía usada generalmente en un guión o algunas flechas que indicaran movimiento. Mantener en cierta medida la estética de un story cinematográfico aunque las viñetas pudieran tener diferentes tamaños y formatos.
Fue un trabajo vertiginoso ya que el proyecto tenía que presentarse en el Ministerio de Cultura, en Brasil, en unas fechas concretas, así que me encerré en el estudio durante unos nueve meses y me puse a trabajar con los tiempos que se tienen en publicidad, que son muy escasos. Me conectaba diariamente al Skype para hablar con Douglas sobre la escena que se estaba dibujando y hablábamos sobre ella largo y tendido. Al final salió una historia de unas 200 páginas, en blanco y negro.
El proyecto lo presentó Douglas en Brasil y se aprobó con nota su realización. Teóricamente vamos a rodar en septiembre, pero aún no lo tengo confirmado.
10) ¿Qué otros proyectos tienes?
Acabo de terminar una historia de 6 páginas para La Resistencia, la revista de Dibbuks que dirige Juanjo el Rápido. Me encontré con él en la presentación de Siete Sitios sin Ti, la historia de Juan Berrio editada por Dibbuks. Hablabamos con Natalia, asistente de la editorial y en la conversación salió la posibilidad de hacer algo para la revista. Juanjo me dijo que yo, que suelo hacer historias largas y llenas de diálogos, hiciera una corta y muda. Me encantó la idea y me puse a pensar en algo que me gustara hasta que encontré la idea. Saldrá en el siguiente número de La Resistencia.
Y ahora estoy trabajando en la segunda parte de De Perros y de Huesos. Cuando terminé la primera se me quedó el gusanillo de hacer algo con El Turco, que regresaba a Turquía al final de la historia. Llevo unas 40 páginas y creo que tiene muy buena pinta. El tono no tiene nada que ver con la primera pero me gusta mucho y, además, me brinda la oportunidad de descansar un poco, de divertirme.
Yo suelo tener dos tipos de historias. Unas más normales, como De Perros y de Huesos, y otras existenciales, como Hoy es un Buen Día para Morir o Animal. Las normales son más livianas de hacer, menos densas, como decías. Me lo paso muy bien con ellas y me sirven para descansar de las existenciales, que son un trabajo con implicaciones personales profundas, que me pasan unas facturas emocionales enormes y me dejan agotado. Mi plan siempre ha sido intercalar una de cada tipo para no fundirme. Como te decía, con la historia sobre Van Gogh aprendí que hay que tener cuidado si vas a pescar al otro lado de la laguna, no sea que no sepas volver a esta orilla. Después de Hoy es un Buen Día para Morir, que resultó agotadora de hacer, Animal tomó el control y no me quedó más remedio que meterme con ella así que han sido dos historias existenciales seguidas. Casi 9 años de pico y pala sin descansar. Agotador.
Tenía pensado meterme con Vacío, un proyecto existencial que me ronda la cabeza y que tiene muy buena pinta, pero después de las dos últimas historias mi cabeza no daba para hacerlo y decidí echar el freno por el bien de mi salud mental. La segunda parte de De Perros y de Huesos es lo que necesito ahora. Tratarme bien unos años antes de volver a la carga con otra majadería.
Y luego tengo un proyecto que pretendo colgar en internet por episodios, como una serie de TV: Condenados. Es una gamberrada gigantesca que me encanta. Una historia de una revolución en el infierno en clave de coña de la que ya tengo casi tres temporadas, unas 360 páginas. Ahora lo tengo parado por el agotamiento de Animal, pero creo que en cuanto termine la promoción de Animal, me siente tranquilo en el tablero con la segunda parte de De Perros y de Huesos y me vuelva a encontrar descansado, la retomaré.