Ida Vitale, la poeta humilde que "don Quijote no imaginó jamás"
- La poeta uruguaya recoge en Alcalá de Henares el Premio Cervantes
Ida Vitale era sonrisa permanente en la desapacible mañana de Alcalá de Henares. “Me tenían prometido el verano”, ha bromeado con su bufanda anudada. Con 95 años, la quinta mujer en recibir el Premio Cervantes, ha desglosado en un largo discurso sus orígenes italianos, su educación sentimental y su relación con Miguel de Cervantes y el Quijote. La ceremonia, presidida por los reyes de España, no ha contado con la presencia habitual de líderes políticos, cautivos este año de los dos debates televisados.
Vitale ha ido más allá centrándose no ya en la relación de Cervantes con la poesía, sino en la del propio don Quijote. Ha recordado una cita del personaje (“no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”), para enmendarlo parcialmente y reivindicar las poetas.
“No es mi caso, puedo asegurarlo. Sin duda, don Quijote no imaginó jamás que ese género femenino al que se consideraba por oficio llamado a honrar y defender, pudiera caer en tan osada pretensión. Y en eso, estoy segura que acertó”, ha leído para rematar su discurso. Antes, la poeta uruguaya, ha atribuido al “el azar o un orden regido por una mágica fusión de benévolos caprichos” su reconocimiento.
La iluminación cervantina
Como en todo discurso del ganador del Cervantes, Vitale rememoró su encuentro con el Quijote. “Mi devoción cervantina carece de todo misterio. Mis lecturas del Quijote, con excepción de la determinada por los programas del liceo, fueron libres y tardías”, ha recordado.
Y ha añadido que la obra cumbre cervantina ha sido para ella objeto recurrente de consulta. “Más difíciles de determinar porque, parciales, se aplicaban, aquí y allá en el texto, con una determinación vagamente Zen o simplemente mágica: la elección del capítulo podía deberse al azar o a un vago recuerdo que podría suponer que allí encontraría una aprovechable aplicación a un tema importante en ese momento para mí, en busca de alguna iluminación necesaria o por recordar con suma precisión la felicidad de primer encuentro con aquellas páginas”.
Vitale ha señalado a su abuelo italiano al que no llegó a conocer como el origen de su erudición clásica. "Abogado, culto, que había acompañado su viaje al Uruguay desde el Palermo natal con Homero en edición bilingüe greco-latina. Mis primeros embelesos los debí a Ariosto. Más tarde llegaría un Dante ya obligatorio".
Y, aunque cómoda y feliz, también ha dejado constancia de esa humildad aludiendo a la extrañeza que siente en ceremonias como esta. "Estos días, casual y repentinamente me tocó oír dos veces Pompa y circunstancia, pese a que Elgar no es un músico que integre mí parnaso musical establecido". Cualquiera lo diría viéndola balancearse al compás del Gaudeamus igitur al finalizar el acto.