'Duelo al sol', un original duelo de excusas inspirado en el Spaghetti Western
- Un irónico libro ilustrado, para todas las edades, del premiado Manuel Marsol
- “La solución a la falta de entendimiento es hacer cosas por los demás”, asegura
El madrileño Manuel Marsol (El tiempo del gigante, Yokai) es uno de los mejores ilustradores europeos de la actualidad, y ha ganado premios tan destacados como el de la Feria del Libro Infantil de Bolonia, el más importante en su categoría. Ahora nos sorprende con su nuevo libro, Duelo al sol (Fulgencio Pimentel), que viene precedido por su éxito en Francia, donde también ha conseguido varios premios importantes.
Un original duelo de excusas dibujado en cinemascope y technicolor, y cuyo argumento Manuel resume así: “Bajo un sol ardiente, un indio y un vaquero separados por un arroyo se apuntan con sus armas. Todo está listo para el duelo, la tensión crece… y de repente, pasa algo que retrasa sus planes: un pato posado en la pistola, una curiosa nube con forma de cactus, el ruido de una locomotora… cualquier excusa es buena para retrasar el combate. Pero… ¿hasta cuándo?”.
“La idea original del álbum es un juego de excusas, ver qué nueva situación se dará o se inventarán ellos para posponer el duelo” –añade el autor-.
¿Hablar o actuar?
Los adultos también descubriremos en sus páginas temas más profundos como la necesidad del diálogo y de aceptar a los que son extraños o diferentes. “El álbum lo concebí con esa ligereza que comentaba –asegura Manuel-, pero supongo que es inevitable que surjan interpretaciones de ese tipo, porque los elementos están ahí por algo. El uso del río tiene su significado: parece una distancia infranqueable que separa dos mundos, pero al final comprobaremos que cruzar al otro lado es más sencillo de lo que parece”.
“Podrían no estar separados por el río pero no sería lo mismo –continúa el dibujante-. Igual que podrían ser dos vaqueros enfrentados, pero no tendría el mismo simbolismo. Al final te puedes preguntar si están retrasando el combate porque tienen miedo a enfrentarse o si en realidad son como dos niños que están solos y se montan una rivalidad fingida para hacerse compañía”.
“De todas formas, los problemas de comunicación entre los hombres han existido siempre -añade-. Escuchamos por todos lados que el diálogo es la solución a los conflictos, pero a veces la gente dice una cosa y hace otra. Es como en el cine, sobre todo en el Noir: no hagas mucho caso a lo que dicen los personajes porque seguramente acaben haciendo algo diferente. Y se definirán por sus acciones, no por sus palabras”.
“Por eso –concluye Manuel- a veces la solución a la falta de entendimiento no es tanto el diálogo que enreda y enreda sino hacer cosas por los demás. Y eso es lo que hacen los dos personajes al final. Mucha excusa, mucha tontería, pero lo que importa es que no sólo no cumplen con sus amenazas sino que llegado el momento se salvan la vida el uno al otro”.
Indios y vaqueros… ¿destinados a enfrentarse?
No es casual que los protagonistas sean un indio y un vaquero, sino algo muy meditado por parte de Manuel: “Son dos personajes de ficción. Una ficción que nos los ha presentado generalmente enfrentados. Se supone que deberían pelearse, porque son un indio y un vaquero y eso es lo que hacen en las pelis de género. Pero ellos parecen resistirse a esa idea y no lo tienen tan claro. No es un libro sobre el verdadero Oeste, es un libro que parodia el Oeste que inventaron las películas y las novelas de tres al cuarto, y por tanto irreal”.
“El conflicto entre el hombre blanco y el nativo americano es muy complejo como para abordarlo en este tipo de álbum –añade Manuel-. Por eso en parte los personajes tienen cuatro dedos, como los Simpson, porque no son reales. Ni los indios tenían la piel roja, ni los vaqueros rosa. Es una parodia y no hay que tomárselo demasiado en serio”.
De John Ford al Spaghetti Western, pasando por los videojuegos
Hablar del western es hablar de John Ford. Preguntamos a Manuel Marsol hasta qué punto le han influido el director: “Ford y concretamente Centauros del desierto es una película que me marcó de niño. Mi fascinación por el Western surge de ahí, y ese tipo de cine se relaciona con el tipo de álbumes que quiero hacer, con historias llenas de matices para todos los públicos. De niño te maravillaban por una cosa y de adulto quizás por otra, porque son tan profundas como sencillas, con distintos niveles de lectura, con lugar para la aventura y para la reflexión”.
“Pero en Duelo al Sol (que de la película de King Vidor solo tiene el título y tal vez los colores) la verdadera influencia son los duelos del Spaghetti Western de Sergio Leone -confiesa-. Y hay algo de los videojuegos arcade de los 90, desde el Street Fighter (dos personajes enfrentados en un mismo escenario) hasta el Sunset Riders, un juego de cowboys con una intro maravillosa que era puro Leone psicodélico”.
Y es que Manuel confiesa que su infancia sigue influyendo en su trabajo: “Si pienso en algún recuerdo de la infancia, la primera frase del álbum es “así no vale”, que todos sabemos que era el mejor recurso para interrumpir un juego cuando las cosas no marchaban como queríamos. También me viene a la cabeza el Fort de Playmobil , esa idea de jugar con muñecos en un escenario inventando situaciones e imprevistos”.
La planificación, el decorado y las sorpresas
Con poquísimos elementos y utilizando el lenguaje del cine, Manuel consigue que recreemos todo el imaginario de las películas del oeste, empezando por su escenario minimalista: “Es como un decorado falso del Oeste con todos sus clichés, inspirado en un tramo del Río Bravo a su paso por Utah o Arizona, que sirve para hablar de dos personajes aislados en medio de ninguna parte: un trozo de tierra con una calavera, un tumbleweed , un arroyo, unas rocas naranjas al estilo de Monument Valley y unas montañas azules en el horizonte. Nada nuevo bajo el sol”.
A eso hay que añadir su estupenda planificación, que alterna planos generales y primerísimos primeros planos. “En los spaghetti western, los primeros planos generan tensión, nos encierran y nos preparan, y los generales liberan esa tensión y nos descubren la situación –nos explica-.
En este libro, los primeros planos hinchan el globo, todo es serio, un indio y un vaquero se miran y todo pinta mal. Pero los planos generales, en vez de explotar el globo, lo desinflan rompiendo las expectativas, y descubrimos que por alguna razón absurda los enemigos no pueden pelear”.
“De esta manera –añade-, volvemos a hinchar el globo con los primeros planos y vuelta a empezar. Es un libro donde la estructura repetitiva es clave, y se hace necesaria para que el lector entienda el mecanismo y por tanto funcionen los gags”.
“Una de las características de los álbumes que más me gustan –continúa Manuel- es que hacen del paso de la página una sorpresa. Esa emoción del “¿qué habrá después?” es un juego de generar expectativas. Esa es la gracia de éste álbum, convertir el plano del cine en una doble página, y funcionan de una manera similar, nunca sabes lo que viene después. En ese sentido se diferencia de un cómic al uso, donde tienes muchas viñetas de un vistazo en una misma página. En este álbum, las ves de una en una, como en los planos de una película”.
“El reto que me planteaba -añade el ilustrador- era llevar ese lenguaje del cine y del spaghetti western al terreno del álbum ilustrado. Además de los planos que comentaba, el diseño del libro cuenta con títulos de crédito al final que aportan contenido y humor a la historia. En el cine Western y en el Noir los rótulos tienen un protagonismo esencial para adentrarnos en la atmósfera y en el universo que representan, y en Duelo al Sol también tienen ese protagonismo. Además, las guardas del principio y del final del libro no son negras por casualidad: una película en el cine siempre empieza y acaba con una sala oscura y una pantalla en negro”.
El technicolor
Gracias al technicolor se consiguió introducir el color en las películas hace ya más de 100 años (1915), algo que fue fundamental para los westerns. Y que también es fundamental en este Duelo al sol.
“El color es imprescindible para definir la atmósfera de una historia y su uso puede ser narrativo -afirma Manuel-. El cine, por ejemplo, se sirve de esa herramienta: los thrillers de los 90, en general, son fríos, azulados y grises. Si pienso en el cine del Oeste entre los 40 y los 60 me vienen dos colores a la cabeza: el azul del cielo y el naranja del desierto y las rocas, y esos son los colores del libro”.
“Por ello me inspiré en el estilo de las películas en technicolor -añade-. La misma Duelo al Sol (1946) de King Vidor, con esos colores sobresaturados que parece que van a explotar de tan cargados, y esa tendencia al amarillo en general: los rojos tiran al naranja, los azules a los turquesas, etc”.
“La piel de los hombres, indios o vaqueros, también era exageradamente luminosa y anaranjada, y es ese uso pop el que me interesaba, porque contrasta muy bien con los fondos. En mi primer álbum, Ahab y la Ballena Blanca (2014), ya utilizaba el rojo para la piel del capitán Ahab porque eso le hacía destacar sobre un fondo de colores generalmente fríos, y eso centraba la mirada en el personaje y en sus acciones”.
Un álbum con su propia banda sonora
Si os metéis en la página web de Manuel descubriréis que este álbum ilustrado tiene su propia banda sonora. “Desde El tiempo del gigante (2015) vengo haciendo una playlist en spotify inspirada en cada libro que hago -confiesa-. Hacer listas de canciones es un placer que, como niño de los 80, viene de grabar cassettes, CD’s y, no menos importante, dibujar la carátula. Voy escuchando canciones a medida que trabajo y me sirve para disfrutar del proceso, sobre todo en la etapa de dibujar”.
“Cuando pinto –continúa- lo que quiero muchas veces es habitar esos lugares, estar allí, y la música es perfecta para eso. Aparte, cada canción está elegida a conciencia porque por un motivo u otro se relaciona con el libro (el tono de la historia, la letra, la atmósfera del lugar, etc)”.
“Al ser un libro inspirado en el cine del Oeste, con más razón, pues no se entiende este cine sin su sonido y su música, sobre todo a partir de la irrupción del tándem Leone & Morricone. Es un libro que al ser leído en compañía se presta a hacer voces, ruidos o silbidos morriconianos. Pero también es divertido leerlo con alguna canción de la playlist de fondo. Y el que conozca bien el libro, seguro que encontrará muchos guiños y conexiones. Creo que es una buena manera de alargar la vida del álbum, porque me gusta que se pueda volver a los álbumes una y otra vez”.
“Esto –añade Manuel- debe lograrse con su propio contenido (detalles escondidos, distintos niveles de lectura, variedad de interpretaciones, etc) pero creo que lo de la playlists le da una vida extra”. Aquí teneís esa playlist.
Sus proyectos
Manuel Marsol es uno de los ilustradores europeos más solicitados, por lo que no le faltan proyectos. Pero él quiere destacar uno muy especial: “En Otoño de 2019 se publicará MVSEO también en Fulgencio Pimentel. Es un libro muy especial porque lo he hecho con Javier Sáez-Castán, que para mí es uno de los mejores autores (escritor & ilustrador) de álbum ilustrado del mundo. Es un libro concebido por él, y mi tarea en este caso fue la de ilustrarlo basándome en sus bocetos”.
“Empieza con un hombre al que se le avería la pickup en una carretera secundaria y acude a una mansión en una colina para pedir ayuda. Tiene misterio y humor para todos los públicos, y referencias al universo de artistas como Edward Hopper, Magritte, Hitchcock o Borges”.
“Por otro lado, trabajo desde hace tiempo en otro álbum del Oeste, pero aún queda para acabarlo” –concluye Manuel Marsol-.