'Padre e hijo', el cómic que triunfó a pesar de los nazis
- Llegan a España estas aventuras paterno-filiales realizadas por E.O. Plauen entre 1934 y 1937
- Censurado por los nazis, las tuvo que publicar con seudónimo
Las relaciones entre padres e hijos siempre han sido uno de los temas favoritos de los historietistas de humor, e incluso han dado lugar a un subgénero en el que podríamos incluir desde el pionero The Katzenjammer Kids (Rudolph Dirks, 1987) a nuestros inolvidables Zipi y Zape (Escobar, 1948). Hoy os recomendamos una pequeña joya similar a estos títulos, Padre e hijo (Pepitas de calabaza), que es uno de los grandes clásicos del cómic alemán y que, además tiene detrás una trágica historia, ya que su autor, E.O. Plauen (1903-1944), fue perseguido por los nazis y tuvo un trágico final.
Se trata de una tira muda que nos narra las aventuras de un padre bonachón y su revoltoso hijo, que tuvieron un grandísimo éxito en 1934, cuando empezaron a publicarse en una Alemania que vivía los primeros tiempos del nazismo que terminarían por llevar Europa a la Segunda Guerra Mundial.
Como nos recuerda Ariel Magnus en su estupendo prólogo: "La sencillez de los dibujos de E.O. Plauen contrasta notoriamente con la complejidad de la época que le tocó vivir y con las decisiones que fue tomando para poder hacer lo que más le gustaba, que era dibujar.
Unas tiras universales que garantizan más de una sonrisa porque todos hemos sido alguna vez padres o hijos (o ambas cosas) y nos sentimos identificados con las peripecias de esta simpática pareja.
Llegó al cómic porque los nazis le prohibieron trabajar como caricaturista
Su verdadero nombre era Erich Ohser y con apenas 21 años ilustró su primer libro. Trabajaba habitualmente como ilustrador para el periódico socialdemócrata Vorwärts, donde publicaba ácidas viñetas políticas. Por ejemplo, en una de ellas aparecía un pequeño Hitler agazapado detrás de un cartel de propaganda en el que se le ve gigante y con una pose marcial, y debajo puede leerse: "Me doy asco".
Por eso, en cuanto los nazis llegaron al poder, en 1933, le prohibieron seguir trabajando de como caricaturista. Y el propio autor llegó a quemar sus dibujos por miedo a represalias.
Tras un año sin trabajo, un semanario le ofreció hacer un cómic al estilo americano y así nació Padre e hijo. Al ver lo buenas que eran las viñetas (y que no tenían ningún contenido político), el propio Goebbels (el famoso ministro de propaganda del Tercer Reich) sacó a Erich de la lista negra, a condición de que publicase bajo seudónimo y no hiciese dibujos políticos. Así nació el seudónimo por el que pasaría a la historia E. O. Plauen.
'Padre e hijo' fue un éxito instantáneo
En la navidad de 1934 aparecía la primera página de Padre e hijo (Me ayudó mi padre..), en la que ya se perfilaban las líneas maestras de este cómic: humor inocente para toda la familia con unos dibujos sencillos, simpáticos y agradables. Aunque también eran dibujos muy expresivos y con un humor universal, heredero del cine mudo.
Con los niños adoctrinados por los nazis, las inocentes aventuras de estos personajes asilvestrados fueron un soplo de aire fresco en una Alemania en la que ya se presagiaba la tragedia. Por eso, Erich enseguida empezó a recibir cartas de niños desde toda Alemania y a ganar un sueldo bastante digno para la época, que le permitía vivir holgadamente. Incluso se empezaron a fabricar juguetes de los protagonistas de la tira que se vendían como churros.
Los personajes también aparecían en todo tipo de publicidades, desde cigarrillos a café, sin olvidar la lotería. Lo que nos da una idea de su enorme popularidad en la época. La parte mala de ese éxito es que el autor y sus personajes tuvieron que participar en actos publicitarios del régimen que tanto detestaba.
Del éxito a la persecución y el suicidio
Después de tres años de éxito, el autor decidió finalizar Padre e hijo, cansado de la fama. Trabajó un tiempo en otras publicaciones e incluso en una película de dibujos animados. Hasta que Goebbels le invitó a participar en el semanario Das Reich, que quería competir con los grandes periódicos alemanes (que era contrarios al régimen de Hitler). Así, Erich volvió a hacer caricaturas políticas, pero esta vez de enemigos del régimen como Stalin, Churchill y Roosevelt y en vez de recibir cartas de niños le llegaban misivas de soldados.
La guerra exacerbó el patriotismo de Erich, que rechazó ofertas para irse a París y Praga (en 1943). Pero eso no significaba que el dibujante hubiera cambiado de opinión respecto a los nazis. Por eso, un día se atrevió a criticar a Hitler al lado de un vecino, sin saber que trabajaba para la Gestapo. Por supuesto, ese simpático vecino lo denunció.
Encarcelado y sin ninguna esperanza, el 6 de abril de 1944, el mismo día en que iban a juzgarlo, Erich se colgó con una toalla de los barrotes de su celda. Dejó una carta al juez en la que le decía: "Puede estar orgulloso de ser el asesino de Padre e hijo.. ¡Qué la maldición de cientos de miles de niños caiga sobre usted!".
Enviaron el cadáver a su mujer pero obligándola a sepultarlo sin ningún tipo de ceremonia y con la prohibición de publicar ninguna esquela.
Erich vivió y murió por y para el humor y Padre e hijo es su contribución a la única cosa que diferencia al ser humano de los animales, el sentido del humor.